The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Jessica D. Voznesenskaya
Miembro de Investigación
Hace aproximadamente 12 años  

Estaba en el sofá de mi salón, pensando en cómo habíamos llegado hasta allí, en cómo la pequeña niña a la que enseñé a lanzar cuchillos sólo porque me recordaba a mi hermana muerta cuando arrugaba la nariz estaba a punto de presentarme a su hija. Repito, su hija. Y no sé qué es lo que más me inquieta de todo esto, si el hecho de que ella ya sea madre, cosa que automáticamente le da el título de la mujer madura de las dos, o el hecho de que con unos cuantos años y experiencias más que ella esté aquí sentada esperando a que alguien toque el timbre de mi casa por primera vez en meses porque será lo más emocionante que vaya a pasarme en mucho tiempo. A pesar de que debería autocompadecerme, la situación me hace gracia. Nunca fui una persona que anhelase mucha compañía así que estar tan sola no me preocupa. Son otras cosas las que me tienen pensativa, cosas que voy a aprovechar para contarle a mi mejor amiga dada su reciente y obligatoria madurez.

Estoy parcialmente segura de que ella sabrá explicarme cómo demonios he podido llegar al punto en el que estoy ahora, cómo demonios he podido llegar a sentir algo más que miedo u odio por alguien que, según creo, hace días me hubiera matado de haber tenido la oportunidad. En fin, si yo conociese a la persona que mató a mi hermano también querría asesinarla. Y sin embargo, no es eso exactamente lo que pasó anoche. Creo que debería sentirme mal por utilizar la tarde que supuestamente se dedicaría a que Alice me presentase a su adorable hija de unos meses de edad para desahogarme con ella, pero si no es a ella, no puedo contárselo a nadie. ¿A quién iba a decírselo? ¿A Riorden? Antes de pasar por ese momento tan incómodo con él preferiría cualquier cosa. ¿A Andy? No creo que sepa darme muchos consejos sobre eso. Aunque si lo pienso bien, tuvo una hija, algo tiene que saber... En fin, ya es demasiado tarde para pensar en ello, en ese mismo momento el sonido del timbre me sobresalta, sacándome de mis banales pensamientos.

Aunque llego a la puerta en unas tres milésimas de segundo, intento aparentar que tengo cosas mejores que hacer que esperar sentada como una imbécil frente a la puerta y salir corriendo para abrirla. Dejo pasar unos cuantos instantes más antes de abrir con lentitud y fingida distracción. - ¡Vaya! ¿A quién tenemos aquí? Pasad, pasad - No sé si mi intención era referirme a Alice o al bultito envuelto en mantas que lleva entre sus brazos. No me gustan demasiado los niños, pero he de reconocer que es preciosa. - Alice, pensaba que estarías mucho más g... - gorda, claro, tenía que soltarlo - cansada - ¿En serio es lo primero que se me ocurre decirle? - Cansada, sí. Dicen que los bebés lloran mucho por las noches, aunque ella tiene pinta de ser un angelito ¿verdad Murph? - Me acerco a ella para darle un toquecito en la nariz y mirarla bien. Es realmente adorable. Me sorprende que no se ponga a llorar según la toco. Me río después de este saludo tan desastroso porque sé que se ha dado cuenta de mi nerviosismo, hasta alguien que no me conociese tan bien se daría cuenta.
Jessica D. Voznesenskaya
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
Si hace tres años me hubieran dicho que antes de los 20 iba a tener una hija habría necesitado algo más que una bolsa de papel para poder respirar. Casi no puedo hacerlo ahora cuando me despierto por las mañanas con los llantos de Murphy, como si todo hubiera sido un sueño. Pero no lo es, ella es más real que la mayoría de cosas que han pasado en mi vida. Siendo sinceros, jamás pensé que me quedaría embarazada tan joven, mucho menos teniendo en cuenta la situación en la que está el país. Siempre quise creer que las cosas se tranquilizarían lo suficiente como para poder llevar una vida normal.

A pesar de que cada vez que observo a mi hija siento que todo está como debe estar, me es imposible no preguntarme si hubiera sido diferente de no haber conocido a Drake, o de si Seth aún siguiera aquí. No puedo evitar pensar en él algunas veces. De hecho debería estar más que acostumbrada a que la gente desaparezca de mi vida sin dejar explicación, pero una parte de mi inconsciente siempre estará ahí planteándose las cientos de posibilidades por las que alguien haría una cosa así, marcharse sin más.

La risa de Murph me saca de mis pensamientos mientras me dedico a pasar las hojas de un libro al que ni siquiera le estoy prestando atención. La observo dar patadas en el aire boca arriba con una ligera sonrisa en mi rostro. No sé si todos los bebés son igual de graciosos y calmados que Murphy, no necesito hacer nada para que caiga como un tronco en la cama, ni siquiera tengo que pararme a entretenerla cuando llora porque se distrae con la primera mosca que pasa y su boca pasa a formar una o enorme. Me pregunto si ella se dará cuenta de que no estoy preparada para comportarme como una madre de verdad, de esas que te dicen cuando tienes que irte a la cama o que te dicen que dejes de hacer el idiota en el parque. Por la forma en la que se comporta parece que no necesita nada de mí.

Ella misma se encarga de girar levemente la cabeza hacia el reloj, como modo de darme a entender que ya es hora de que la levante del suelo y la lleve directamente a dormir la siesta. Pero hoy tenemos un plan distinto. Desde su nacimiento, Jess nos ha visitado escasas veces, siendo Drake el foco del motivo. Por mucho que mi mejor amiga insista en que le cae bien, en el fondo la conozco lo suficiente como para saber que su presencia no le agrada.

Envuelvo a Murph en un par de mantas, sin ser consciente de que según Allen, hoy es uno de los días más calurosos del verano. Por mí como si es otoño porque no voy a notar la diferencia, pero no soporto la idea de que mi hija pueda sufrir una hipotermia sin yo darme cuenta. La otra opción es que estoy exagerando un poco. - No tienes por qué usar esa voz tan irritante cada vez que la ves, ¿vale? - suelto con una sonrisa de lado en cuanto me abre la puerta - Por mucho que la hables como si fuera idiota no te va a entender. - me adentro en su casa riéndome entre dientes ante su metedura de pata. - Después de haber comido por dos durante nueve meses me sorprendería más que no lo estuviera. - suspiro de forma teatral - Pues esta no, lo cual me tiene bastante preocupada. He leído por ahí que cuanto menos alterados sean de bebés más problemáticos lo serán más tarde. Al paso que va empieza a hacer gilipolleces con 10 años y a beber con 12. - ojalá me pudiera poner como ejemplo en estos momentos, pero va a ser que no.
Alice D. Whiteley
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Jessica D. Voznesenskaya
Miembro de Investigación
Obviamente mi intento por disimular que acabo de llamarla gorda, aunque obviamente no lo esté, no ha servido de mucho. Me río cuando da por hecho que lo he dicho de todas formas. - Eh, que no te juzgo, sigues y seguirás estando estupenda siempre - Le guiño un ojo y hago un gesto con el brazo para que pase hasta el salón, siguiéndolas después. Me llevo la palma de la mano al pecho y abro mucho la boca, en un gesto exagerado de indignación. - Ni una palabra sobre mi voz de hablar a bebés y mascotas, la he estado practicando ¿sabes? Es perfecta - En realidad no hace falta practicarla, siempre sabrás que una persona no es de fiar cuando utiliza la misma voz para hablar con niños o animales que con el resto de personas del mundo.

Ruedo los ojos cuando menciona que ha leído en algún sitio que su hija será una maleante con once años. - ¿Has leído en algún sitio? ¿De verdad? No creía que fueras de esas madres - Suelto una carcajada solo de imaginar a mi amiga leyendo libros de madres primerizas como si eso fuese a darle alguna pista de cómo criar a esos pequeños monstruillos. - ¿Cuál ha sido? ¿Qué esperar cuando estás esperando? ¿Beneficios del yoga en embarazadas? ¿Tipos de bebés y su personalidad según la curva de tu enorme tripa? - Podría seguir citando libros reales e inventados toda la tarde, pero me veo obligada a parar si no quiero ahogarme de tanto reír. - Espero que también le pongas música clásica antes de dormir y audiolibros en cinco idiomas diferentes, nunca se sabe cuándo un bebé puede tener que saberse caperucita roja en polaco - Le doy un codazo conciliador cuando decido que es hora de parar e ir a la parte importante del asunto, que es saber cómo van ella y su familia. - Es broma, estoy segura de que eres la mejor madre que Murph podría haber deseado - Miro a la niña como si me hubiera entendido y fuera a apoyar mis palabras, aunque solamente se ríe cuando lo hacemos nosotras.

- Oye, ¿qué tal te va con... - carraspeo unas cuantas veces para darme tiempo a asumir que tengo que aprender a decir su nombre sin que parezca que lo estoy escupiendo - Drake? - Ella sabe perfectamente que no es el chico que me encantaría para ella, pero desde luego mejor él que ese Seth. - Ya sabes, ¿os va bien como pareja y esas cosas cursis? - Ladeo la cabeza y alzo las cejas, fingiendo un interés que en realidad tampoco es que tenga. Lo único que quiero saber es si ese tío es un idiota o si la trata tan bien como merece. Me retuerzo un poco las manos y hago sonar mis nudillos, como siempre que estoy nerviosa. Sé que se ha dado cuenta de que me pasa algo y solo estoy esperando a que encuentre el momento propicio para preguntarme, y a que yo encuentre el momento propicio para responderle y contarle eso que me tiene tan nerviosa desde anoche.
Jessica D. Voznesenskaya
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
Ruedo los ojos a la par que alzo las cejas cuando intenta arreglarlo, riéndome por lo bajo. Durante los nueve meses que estuve embarazada, por lo que menos me preocupé fue por mi figura. Tampoco es algo que me hiciera sentir mal porque al fin y al cabo no es lo mismo tener un hijo con cuarenta años que con diecinueve. - Oh, disculpa, no sabía que hablar con voz de retrasada a los bebés fuera tendencia ahora - con un poco de suerte lo digo lo suficientemente bajo como para que no me entienda mientras paso al salón. Me dejo caer sobre la primera almohada que veo, esperando a que ella me imite y en cuanto lo hace le poso el bebé en sus brazos. - Toma, para que vayas aprendiendo. - me acerco a la mesita para coger uno de los caramelos que hay en un bote.

Intento mantener una compostura seria cuando se empieza a reír literalmente de mí, haciéndome una bolita en el sofá un poco avergonzada. - No soy de esas madres, tss. - le chisto, aún sin acostumbrarme a que el término madre pueda referirse a mí. - Es solo que no tengo ni la más remota idea de qué hacer. Apenas recuerdo a mi madre, Allen hace lo que puede pero no es lo mismo. - antes no me afectaba porque las hormonas del embarazo es lo que tienen, te taponan el cerebro para que solo pienses en chocolate y en dormir, pero ahora que tengo a Murph, echo de menos tener una figura materna que ya haya pasado por esto. - Me aseguraré de que se aprenda la sinfonía de Beethoven y vaya a clases de ballet antes de los cinco si eso te deja tranquila. - Jess es la única que pueda hacerme sonreír en momentos como estos.

- No sé si la mejor madre, pero la más enrollada seguro. - sonrío ligeramente de lado, para después soltar un largo suspiro y dejarme envolver entre los cojines del sofá. Últimamente paso más tiempo tumbada que de pie, aún sigo sorprendida por el hecho de que mi cuerpo no haya adquirido forma de almohada. Mis cejas se alzan cuando escucho el nombre de mi novio salir de la boca de Jess porque nunca le menciona, para ella es como si no existiera. Por esa razón recupero la compostura para mirarla fijamente. Tardo unos segundos en que me preste atención porque se encuentra haciéndole caritas a Murphy. - Jess, ve al grano. Sé perfectamente que no quieres hablar de él porque nunca lo has hecho, hoy no es una excepción. - mantengo mi mirada sobre la suya - ¿Qué ocurre? - por dios necesito que alguien me hable de algo más que de bebés.
Alice D. Whiteley
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Jessica D. Voznesenskaya
Miembro de Investigación
- Ouch, eso ha dolido - ¿Ha llamado a mi voz especial para bebés y mascotas "voz de retrasada"? Sí, lo ha hecho. Y sí, lo merezco por haberla llamado gorda hace un segundo. Justo cuando estoy resignándome a aceptar esa respuesta como definitiva, me encuentro con una bola de mantas y mocos en mis manos. La escena debe de ser tan desconcertante para el bebé como para mí. Estoy con los brazos extendidos sujetándola, y los labios tan fruncidos como el ceño, mirando a la niña como si ella fuera a darme una pista de cuál es la forma correcta de cogerla. Unos segundos después decido que debería encoger los brazos y acomodarla en ellos. O al menos eso creo. Cuando consigo tenerla en una posición lo suficientemente parecida a los anuncios de pañales de la televisión me percato de lo que ha dicho justo antes de dármela. - ¡Eh! ¿Cómo que "para que vayas aprendiendo"? - No sé si lo dice porque supone que dentro de poco me tocará a mí o porque cree que cuidaré de Murph muy a menudo.

Me apresuro a deducir que es la segunda recordando lo que acaba de pasar hace diez segundos. - Que tú y ese imbécil olvidaseis usar preservativo, cosa que por cierto te dije mil veces - Hago una pausa para mirarla con mis ojos de te lo dije - no significa que yo vaya a tener que cargar con las consecuencias - No por mí, sino por la propia niña. Le tengo el suficiente cariño como para no dejar que se quede conmigo más de lo necesario. Instantes después repasando mis palabras me doy cuenta de lo que he dicho - Oh vaya, ¿he dicho lo de imbécil en voz alta? - Sonrío con suficiencia porque aunque no lo haya hecho realmente a propósito, tampoco me arrepiento. En realidad no sé por qué me cae mal. Supongo que me siento como si fuera su hermana mayor, y como tal, sus novios tienen que caerme mal obligatoriamente. Ella sabe que no es nada personal, sólo quiero picarla.

Sin embargo cuando noto que el tono de su preocupación por su papel de madre es real, me acerco un poco a ella y la miro directamente a los ojos - Alice, estoy segura de que lo vas a hacer bien - Como todo ha parecido demasiado serio y sentimental para el punto de la conversación en el que estamos me apresuro a hacer una broma. - No debe de ser tan distinto de tener un perro, y con Bruno salió bien ¿no? - Aunque pretendía ser una broma, desde mi punto de vista de instinto maternal de un ladrillo todo tiene sentido. Con un brazo que consigo dejar libre de hacerle cosquillas a Murph acaricio su brazo como gesto de apoyo, porque realmente pienso que lo va a hacer de maravilla y quiero que lo tenga claro. Pero el tema que realmente me inquieta viene ahora. Obviamente se ha dado cuenta de que Drake no me importa lo más mínimo a no ser que haya hecho algo pueda justificar mi odio hacia él. No sé cómo demonios se empiezan estas conversaciones. - Vaaale. Dios, ¿no puedes dejarme fingir durante un rato? - Es sorprendentemente imposible ocultarle algo.

Respiro hondo antes de poder hablar - ¿Recuerdas a ese tal... Liam Cooper? - Me cuesta un poco decir su nombre porque es la primera vez que lo hago para algo que no tenga que ver con querer matarnos el uno al otro. Es más bien una pregunta retórica porque sé que lo recuerda, llevo más de dos años dándole la brasa con ese chico. Le cuento las veces que me dan ganas de abrazarlo porque sólo de ponerme en su situación ya me hubiera matado a mí misma, así como le cuento las veces que quiero matarle por no entender que no fue mi intención hacer daño a nadie, que la que menos quería hacerlo era yo. Creo que el principal problema entre los dos era que ambos entendíamos las dos caras de la moneda, independientemente de en cuál estuviéramos cada uno, y eso nos confundía. Y sí, hablo en pasado porque ahora mismo hay otro problema que le ha robado protagonismo a ese. Dejo a Murphy sentada en mis piernas y respiro hondo, llevándome las manos a la cara y enterrándola en ellas durante unos segundos. - Murph, cielo, no escuches esto - Aunque lo escuchase no iba a enterarse, pero me siento más cómoda poniendo las manos sobre sus pequeños oídos. - Lo voy a decir de golpe, espero una reacción acorde a tu reciente madurez de madre ¿vale? No me hagas sentir como una loca - Aunque lo estoy, lo estamos. Es una completa locura.- Anoche tal vez pasase algo entre nosotros - Hago especial énfasis en el tal vez como si eso pudiera quitarle importancia a las demás palabras y hago un gesto inconsciente que se asemeja al que pongo cuando se cae un plato y se rompe en mil pedazos, desatando el caos.
Jessica D. Voznesenskaya
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
Estallo en una carcajada cuando hace un comentario que si hubiera soltado cualquier otro me hubiera quedado cortada al instante, pero con Jessica es imposible no reírse de uno mismo. No era precisamente esa la dirección con la que iba, pretendiendo ser más un empujón de ánimo para que se quedara embarazada y pudiéramos ejercer de madres enrrolladas , de esas que van a clases de pre-mamá y que después llevan a sus hijos a clase de natación juntas. Ese pensamiento me hace reír el doble porque si hay algo que aborrecería hacer siendo madre, eso sería una de ellas.

Ruedo los ojos deshaciéndome de un ligero suspiro, acostumbrada a que mi mejor amiga insulte a diaro a una de las personas que más quiero. - No habéis compartido ni media taza de café, ¿cómo puedes odiar tanto a una persona que ni siquiera conoces? - Entendería su odio si hubiera removido cielo y tierra para encontrar un pasado oscuro que probablemente ni exista, pero hasta que no se digne a pasar más de dos horas con él, no tiene derecho a insultarle cada vez que se le menciona. Como mejor amiga comprendo su preocupación, yo actuaría de la misma manera si apareciera alguien capaz de poner su vida patas arriba. Es nuestra misión como amigas cuidarnos la una de la otra, al fin y al cabo, ella es una de las pocas personas que ha permanecido a mi lado pasase lo que pasase. No podría decir lo mismo de otros.  

La conversación toma un giro serio hasta que hace la comparación de mi hija con un perro. Alzo ambas de mis cejas, claramente sorprendida y con una ligera sonrisa en mis labios. - Quizás deberías esperar un par de años antes de tener hijos. - Y aunque sé que lo ha dicho para relajar la tensión que había en el ambiente, el simple hecho de imaginarme a mi hija paseándose sola por el campo provoca que se me escape una pequeña risa. Tomo nota mental de no dejar que Jessica se quede con Murphy a solas dado que la veo capaz de lanzarle una pelota para que vaya a buscarla. Vale, quizás eso no, pero no se me haría raro ver como la deja beber de un cuenco.

Me abrazo a un cojín, ladeando ligeramente la cabeza cuando comienza a hablar despacio, como para darle a entender que vaya más deprisa, soltando una risa leve cuando menciona lo de mi madurez. Relajo la tensión que ejerzo sobre mis manos y frunzo ligeramente el ceño ante su confesión. Mi cara cambia de expresión varias veces en los siguientes segundos, claramente confusa. - ¿Cómo? - Al principio mi pregunta parece que va dirigida a Jessica, pero tras el silencio incómodo que se crea entre nosotras, queda en el aire. - ¿Y qué narices significa? - Esta vez la miro a los ojos, demandando una respuesta congruente. Su cara me da la suficiente información como para saber que ocurre. - No sabes lo que signfica. - Realizo un largo suspiro mientras apoyo mi espalda en el respaldo del sofá. Ojalá pudiera decir algo en estos instantes que sirviera de ayuda, pero es que ni yo comprendo como dos personas que querían matarse entre sí pueden acabar acostándose, siendo conscientes.
Alice D. Whiteley
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Jessica D. Voznesenskaya
Miembro de Investigación
Me río con ella y pienso que probablemente y aunque lo haya dicho como una broma, tengo toda la razón. No quiero decir que Alice hubiera estado mejor o peor si Murphy no hubiera nacido, sólo que las cosas hubieran sido muy diferentes. Al fin y al cabo una hija es una grandísima responsabilidad a la que le tienes que dedicar toda tu vida, todo tu tiempo, y eso siempre te resta posibilidades como persona individual. Es una de las principales razones por las que nunca he mostrado un especial interés en llegar a formar una familia algún día. Bueno, esa y mi poco amor por los niños. Nunca he llegado a descartarlo al cien por cien, pero tampoco ha habido nadie en mi vida que me haga replanteármelo del todo.

Hago una mueca al pensar siquiera en compartir algo que no sea un hola y adiós con el novio de Alice. - Es tu novio y yo tu mejor amiga - Abro mucho los ojos y alzo mis manos, como si fuera obvio lo que eso significa. - Es mi obligación odiarle, pelearme con él por ti y todas esas cosas - ¿No se supone que existe una rivalidad ancestral entre la mejor amiga y la pareja? Ambos creen ser la persona ajena a la familia más importante, ambos quieren pasar el mayor tiempo con su amiga/novia y ambos se frustran cuando no lo consiguen. Me cohíbo de decirle que hay algo más, que nunca me ha dado buena espina ese chico, porque sé que sólo nos traería problemas y además es solo una corazonada, no hay ninguna prueba de que tenga o no razón.

Sonrío cuando dice que debería esperar un par de años antes de tener hijos y asiento, mostrándome totalmente de acuerdo. - Quizá debería esperar dos vidas - No creo que ni siquiera en dos años sea capaz de pensar diferente, o de encontrar a alguien que me haga pensar diferente. A veces, cuando veo a Murphy me lo llego a plantear, como ahora mismo. Veo como está sentada en mis rodillas, mirándome como si quisiera aprender de memoria todos mis rasgos con sus grandes ojos. No llora, no berrea, y de momento no se hace sus necesidades encima - gracias a dios- es un bebé monísimo y dan ganas de abrazarla y cuidarla toda la vida. Pongo caras y veo como se ríe a carcajadas, cosa que me hace reír a mí también. Si todos los bebés fueran como ella no me importaría tener uno, desde luego. La levanto un poco y me aventuro a colocarla sobre mi hombro, notando como sus bracitos se aferran a mi cuello. Miro a Alice como si acabase de ver un unicornio y me hubiera tocado. - Es taaan adorable - Acaricio un poco su cabeza y escucho su respiración pausarse.

Agradezco que se haya quedado dormida para la siguiente parte de la conversación, porque me sentía incómoda mientras ella escuchara. En realidad por mucha confianza que tenga con Alice me siento incómoda incluso contándoselo a ella, pero si no se lo decía a alguien explotaba. Además, nadie mejor que ella para darme consejos sobre chicos, ahora que lleva años con su novio. Me sorprende la pregunta de mi amiga, pero me apresuro a dejarlo claro con una mirada que acompaño de toda una expresión facial y que le deja clara la respuesta. ¿Que qué significó? No tengo ni la menor idea. En realidad sí que la tengo, pero lo que no sé es cómo puede ser posible. - No me mires así, yo tampoco lo entiendo del todo - Decido empezar a contárselo con más detalle. - Ayer vino a casa a hablar - Hago especial hincapié en la palabra hablar porque es de las primeras veces que no digo "discutir" o "gritar" - Y realmente hablamos, Alice - Me pongo seria para esta parte porque necesito centrarme en explicar lo que pasó. - Hablamos de todo lo que ha pasado durante estos años. Él nunca quiso hacerme daño, sólo estaba dolido porque... Bueno, maté a su hermano - Aún me duele recordarlo a mí, no me imagino a él. - Creo que fue capaz de entenderme, y yo lo entendí a él - Me encojo de hombros como si fuera lo más obvio del mundo. - No sé qué significa y no sé lo que siento, pero sé que no es odio ni rencor, no sé si me explico - No, no me explico, pero ¿cómo voy a hacerlo si no lo entiendo ni yo?
Jessica D. Voznesenskaya
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
Por alguna razón al escuchar la palabra novio salir de la boca de otra persona ajena a mí me hace plantearme si esa es la verdadera relación que tenemos. No había tenido tiempo de planteármelo hasta ahora, es decir, es obvia la razón por la que no estamos casados, porque aparte del pequeño detalle de que soy una humana, no creo que esté preparada para dar tal paso. Eso me hace preguntarme si Drake se sentirá de la misma manera o si ni siquiera se le habrá cruzado por la cabeza como me ha pasado a mí, lo que da pie a que quiera saber qué pensarán sus padres acerca de ello. - Espero por su bien, más que por el tuyo, que ese día no llegue nunca. - No me cuesta nada imaginarme a una Jessica con el pelo del color de las llamas del fuego lanzando cuchillos en forma de respuesta si alguna vez me pasara algo. Me río ante la imagen que se crea en mi cabeza y que me aleja de cualquier pensamiento incómodo.

La observo ponerle caras divertidas a Murphy con una sonrisa cariñosa en mis labios. De las dos siempre supe que yo sería la primera en tener hijos, no porque ella no fuera a ser una madre estupenda, sino porque de las dos, yo siempre he sido y soy, la que tiene la cabeza más sentada. - Claro, salió a su madre. - Mis manos se pegan a mis mejillas como para demostrar de lo que hablo antes de estallar en una carcajada. - Sabes, nunca te lo dije pero siempre quise que tú fueras su madrina. - Murmuro una vez la risa de ambas acaba sofocándose y solo se escuchan nuestros suspiros. ¿Por qué no se lo había dicho antes? No lo sé, quizás nunca tuve la ocasión de pedírselo más que de contárselo. Es una gran responsabilidad que no le daría a cualquiera y que, además de otorgarle un título en la familia, estoy segura de que sería incapaz de rechazar. No es como si tuviéramos la oportunidad de hacerlo oficial, pero con su aprobación me es más que suficiente.

No la había escuchado hablar de los juegos o de las personas que mató porque ese es uno de los temas prohibidos en nuestras conversaciones. En ese momento se me ocurre preguntarle si estaba borracha pero me aseguro de no hacerlo por la seriedad y preocupación que se nota en su cara. - No persigues a alguien las veinticuatro horas del día sólo porque estás dolido. - Suelto sin más, frunciendo el ceño levemente. Quizás esté exagerando, quizás solo eran imaginaciones suyas que junto con las pesadillas, esas que desaparecieron por un tiempo hasta que este subnormal apareció en su vida, habían pasado a formar parte de su rutina diaria. Incluso me guardo para mí misma la idea de que una de las razones por las que la perseguía era porque quería verla muerta. - De verdad, estoy tratando de entenderte, pero hasta tú tienes que reconocer que esa relación no es sana. - Ni físicamente, ni mentalmente. No hubiera necesitado que me dijera nada para saber la de vueltas que debe de estar dando su cabeza ante la posibilidad de acabar con ese chico de otra forma que no sea odiándole. - ¿Hace una semana le odiabas y ahora piensas que te entiende? Hace falta más que una noche para comprender como se siente una persona. - Puede que lo diga por experiencia o simplemente porque resulta lo más sensato, pero no soporto la idea de que la esté utilizando para su propio beneficio. - No puedes olvidar todo lo que te ha hecho sufrir, tú no tuviste la culpa de lo que le pasó a su hermano. - Mi mano se posa sobre su antebrazo, mirándola a los ojos. - No la tienes. - Sé que todavía se culpa por ello, incluso después de tanto tiempo.
Alice D. Whiteley
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Jessica D. Voznesenskaya
Miembro de Investigación
No puedo evitar sonreír con suficiencia cuando me considera un peligro suficiente para su chico como para no desear que nos encontremos nunca, o al menos en mucho tiempo. En realidad supongo que si eso llegase a ocurrir intentaría comportarme como la persona adulta que se supone que soy y le ahorraría a mi amiga tener que mediar o posicionarse entre dos personas importantes para ella. Anoto mentalmente que algún día, bastante lejano, cuando me de tiempo a asumir que no me tiene por qué caer tan mal, los invitaré a cenar. Será un buen detalle pero por otra parte también será un buen castigo, pues ese tal Drake tendrá que comerse la bazofia que cocine fingiendo que está deliciosa para ser educado. Es el plan perfecto.

Suelto una risa cuando menciona que si la niña es adorable es porque ha salido a ella. - De las dos opciones sin duda voto por ti - De otro modo sería como llamar a su novio adorable y eso no va a ocurrir nunca. Aunque me haya propuesto cortarme me doy cuenta de que en mi cabeza siguen rondando ideas sobre esa cena. Detengo mis malvados planes cuando escucho que le gustaría que fuera la madrina de Murph. Miro simultáneamente a Alice y a la niña hasta que por fin reacciono. - Sería todo un honor, Alice - Me halaga que confíe en mí lo suficiente como para hacerme formar parte de la familia de esta forma. Es más algo simbólico, porque no me hace falta ser su madrina para quererla, cuidarla y protegerla como a una hija, pero para mí significa mucho. Pongo a Murphy en uno de mis brazos y con el otro rodea a mi amiga en un abrazo breve como forma de agradecimiento.

Como veo que la conversación siguiente no va a ser del todo agradable no me conformo con que se haya quedado dormida y me levanto mientras Alice, caminando hacia el sofá de enfrente y haciendo que se parezca lo más posible a una cuna. Coloco a Murph ahí y la tapo para que siga durmiendo, ajena a todo lo que vamos a hablar su madre y yo. Cuando estoy volviendo su discurso de mejor amiga ya ha empezado. Me molestaría que le odie tanto sin conocerlo del todo si no fuera porque hace treinta segundos yo he hecho exactamente lo mismo. Me paro un momento a pensar que tal vez debería empezar a caerme bien ese tal Drake si eso es lo que le hace feliz a Alice. Luego me vuelvo a parar a pensar si cada vez que le insulto o digo que no me fío de él ella sentirá esto mismo. Es como si la persona en la que más confías para darte su beneplácito te haga cambiar de opinión al instante al decirte que no está de acuerdo. Me planteo si tendrá razón, si todo no ha sido más que un error, si en realidad no debería fiarme de Liam y todo lo que pasó ayer no fuese más que un desliz que solo significó algo más para mí.

Pero no, sé que no. No sé por qué pero tengo la sensación de que esta vez puedo fiarme de él. Siempre he sido una chica muy intuitiva y para una vez que esa intuición me dice que debo fiarme de alguien y no todo lo contrario, la seguiré. - Yo no le odiaba, era sólo algo de rencor - Él me tenía rencor por lo obvio y yo a él por hacerme volver a vivir las mismas pesadillas de siempre y por hacer que volviera a odiarme por ellas. Sus últimas frases me hacen bajar la cabeza y sonreír tristemente. Me emociona que quiera quitarme culpa, pero no nos engañemos, lo hice yo. Yo tuve la culpa. Yo le hice sufrir más a él. Yo era la que tenía alternativa y decidí vivir y pagar el precio por ello. Alzo la mirada de nuevo y poso mi mano sobre la suya. - Alice, lo maté - Me limito a decir solo eso durante unos segundos y dejar que las palabras vayan cogiendo el peso que merecen. - Maté a su hermano y él lo vio por televisión. Claro que fue culpa mía, pude no hacerlo, su dolor es entendible - Eso nunca lo he negado, pero también hay que conocer el contexto de la historia para comprender hasta que punto la "decisión" fue extrema. Ojalá pudiera escucharla en esto, pensar que realmente no fue culpa mía, pero no puedo negar que yo haría lo mismo que ha hecho el chico Cooper. - Es una buena persona, o ya estaría muerta. Ha tenido muchas oportunidades para acabar conmigo y ha decidido intentar entenderme y perdonarme. Es... - Ni siquiera sé como describirlo, sólo sé que eso dice mucho de una persona, y si esa es la persona que es, me gusta.
Jessica D. Voznesenskaya
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
Agradezco internamente su aprobación ante mi oferta mientras me dejo ahuecar en su brazo, sonriendo por la familia que, aún no siendo ni una cuarta parte de lo que era, todavía tengo. Nada me haría más feliz que saber que puedo confiar en alguien como ella si alguna vez me pasara algo. No quiero decir que vaya a ocurrir, pero no sé cuánto tiempo más podrá pasar antes de que tenga que confesarle el secreto que llevo escondiendo más de media vida a Drake. Mentiría si dijera que ese tema no me quita el sueño por las noches, porque lo ha hecho en más de una ocasión. ¿Cuál será su reacción? ¿Debería siquiera contárselo? Las mentiras no duran para siempre, por mucho que quiero que sea así. Cuando llegue el momento, ¿será capaz de poner sus responsabilidades a un lado? ¿Quién puede garantizarme al cien por cien que no saldrá corriendo a gritarlo a los cuatro vientos? Nadie, y eso es algo que me preocupa a pesar de conocer que sería incapaz de hacer algo así.

Que me diga que no le odiaba resulta la primera pista que me dice que hay algo más entre él y ella, y que su pobre cerebro descarrilado no puede darse cuenta de eso. Sin embargo, como su mejor amiga me hago responsable, al igual que ella si la situación fuera al revés, de no dejar que cualquier encanto que pueda llegar a tener ese chico le nuble el juicio. - Solo algo de rencor, ya. Como esa vez que casi rompes la puerta cuando llamó al timbre. - Y me acuerdo de eso porque vivo al lado, y por poco no tira la superficie de mi propia casa con su genio. Después de eso tuve que venir corriendo a ver que narices le pasaba para dar semejantes golpes a esas horas de la noche.

Mis cejas se juntan en parte por la sinceridad de sus palabras en parte porque aunque no quiera hacerlo, siento lástima por el hecho de que después de tanto tiempo, aún siga creyendo que fue culpa suya. - Hiciste lo que tenías que hacer para sobrevivir. - Nunca me cansaré de repetírselo, por muchas veces que me lo niegue. - No tenías otra elección, eras tú o él. Tú o el resto. - Y por un segundo me permito la libertad de pensar que me alegro de que fuera ella. - No puedes martirizarte el resto de tu existencia solo por creer que lo que hiciste te quita el derecho a vivir una vida normal. - Sí, no puedo imaginarme lo que puede ser cargar con la vida de alguien, con ser la última cara que esa persona vio, pero sí creo que si hizo algo así, no fue porque podía evitarlo. - No soy quién para decirte de quién enamorarte Jess, - Solo faltaría después de mi propia experiencia. - solo te pido que no dejes que la nueva faceta de un hombre al que odiabas te engañe. - Es algo que probablemente ya haya aprendido ella sola, sin embargo no puedo no advertir que la quiero demasiado como para dejar que un imbécil le rompa el corazón.

Acabamos enterrando el tema de Liam junto con la tensión que se había creado entre ambas bajo otros temas de menos importancia como el debate de por qué su trabajo es una mierda o como es que lo único que hago últimamente es leer revistas de un horóscopo en el que ni siquiera creo. Entre eso y las risas que nos echamos haciendo reír a Murphy se me pasa la tarde volando, una de las pocas que puedo dedicar a Jess debido a que mi horario ha pasado a estar ocupado expresamente por la persona que tengo entre mis brazos. Con la caída del sol mi hija comienza a berrear, acto que me recuerda que ya va siendo la hora de cenar, por lo que me despido de mi mejor amiga con la obligación de no pasar más de una semana sin volver a verla. Sobre todo ahora que su cerebro está acaramelado y necesita de mi ayuda para no caerse de morros en una relación que pase más allá de la amistad.
Alice D. Whiteley
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