The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Echo R. Duane
Una de las mejores cosas que pudimos hacer al escapar, fue empacar los comunicadores porque esa es precisamente la manera en la que nos hemos mantenido lejos de los problemas, de las redadas y hemos estado fuera de las casas antes de que las revisaran porque alguien denunciara que había visto movimiento extraño en alguna parte. Ha pasado mucho tiempo, y desde que estamos en marcha constante he aprovechado para enseñar a Arleth algunos cuantos trucos de los que se perdió mientras jugaba a las casitas; incluso he aprovechado algún que otro momento a solas con Cale para enseñarle a usar armas abogando que iba a necesitarlas si por algún motivo atrapaban a su madre o a mi, y dependía exclusivamente de él que protegiera a su hermana. Ava es demasiado pequeña, pero he conseguido que aprenda a usar una navaja, a riesgo de que su madre me matara la primera vez que lo sugerí. Tienen que defenderse cuando no nos tengan a nosotros; al final lo aceptó, aunque no sin cierta resistencia.

Llevo a Ava en brazos, agarrada fuertemente a mi cuello y con sus piernas alrededor de mi cuerpo sollozando de sueño pero incapaz de dormir, mientras Cale y Arleth intentan mantenerse despiertos y alerta por si hay algo que se me escapa. Son casi las tres de la mañana pero es precisamente la mejor hora para moverse, ahora todo el mundo duerme, solo hay pocas personas que no pueden hacerlo y por lo general son bastante fáciles de distinguir porque suelen tener las luces de sus casas encendidas del todo o van borrachos por la calle haciendo mucho escándalo. Esquivamos a todas esas personas, el cinco es un buen lugar en el cual esconderse porque las patrullas no custodian a menudo un lugar tan pobre; están más preocupados por sacar traidores y sangre sucias de las ciudades más prestigiosas. Así es como nos colamos en una de las casas.

Ayudo a acomodar a Ava en una de las camas, Arleth se hace a su lado y Cale toma una habitación para él solo; un capricho que muy a menudo no puede permitirse. - Me encargaré de la guardia. Descansa. - Murmuro seguro de mi mismo, poniendo mi mano sobre la cabeza de la pequeña que, ahora que ya no va dando tumbos en mis brazos, y toca una cama por primera vez en días, ha caído rendida. Sonrío sin darme cuenta, pero es apenas un segundo, y después, me retiro para cerrar la ventana, bajar las cortinas, y revisar la habitación de Cale que básicamente se ha desmayado sobre la cama por lo que puedo ver. Cierro ambas puertas y luego reviso el resto de la casa andando sigilosamente y manteniendo en mi bolsillo el transmisor, alterándolo para poder quedarme con los avisos del rango de kilómetros más peligroso. Sin embargo, están en silencio.

Mientras hago mis labores, reviso varias de las estanterías que contienen libros viejos que ahora no están permitidos, ésta casa seguramente lleve tiempo abandonada, y sus antiguos dueños no han tenido tiempo de deshacerse de algo que podría mandarles a la cárcel. Me acerco a esos libros un momento y los ojeo, más de un rato, incluso llego a bajar el arma cuando un ruido me alerta. Es en el jardín, cerca de la puerta de entrada; me ubico de espalda a las escaleras y cargo el arma, mi arma de agente de la paz, no la varita, porque haciendo magia corro el riesgo de que alguien la localice, y no soy tan estúpido. Me pego hasta que abren, la primera voz que escucho es la de un hombre, me preparo y cuando veo por el rabillo del ojo a alguien cerca de la puerta, salgo de las escaleras con el arma en lo alto. - Grita y te vuelo la cabeza. - Son mis palabras de advertencia, que al principio suenan muy amenazantes pero cuando terminan se me resquebraja la voz. El cañon de mi arma ha quedado sobre la frente de una niña de poco más de 14 años. Estoy a punto de bajar el arma pero detrás de ella se mueve alguien más; que asumo que es el hombre dueño de la voz, así que me mantengo donde estoy. - Quien diablos sois vosotros.
Echo R. Duane
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Sophia A. Niniadis
Consejo 9 ¾
No sé cuánto tiempo llevamos caminando. Parecen ser días pero estoy segura que apenas habrán pasado un par de horas. No podemos hacer mucho, sólo huir, escondernos y procurar no hacer nada sospechoso como para que nos arresten. Desde que recibí aquella llamada de Seth en casa, mi padre y yo hemos tratado de no llamar mucho la atención. Recuerdo haberle dicho un "Tenemos que irnos" en cuanto colgué con Seth y tras una larga charla explicando todo lo que me acababa de decir a través de la llamada, lo entendió. Entonces yo guardé todo lo necesario en dos mochilas mientras papá hablaba con Elioh Franco. Algunas prendas de ropa y abrigos adicionales, con cosas básicas para sobrevivir, además claro, de las fotos que encontré guardadas en los álbumes. Simplemente no podía dejarlas. No sé a dónde vamos o si vamos a estar o bien, ni siquiera sé qué estamos haciendo, pero si las cosas siguen empeorando y toda nuestra vida empieza a basarse en correr de un lado a otro, al menos quiero tener un recordatorio de los buenos tiempos, en los que aún podía sonreír sin ninguna preocupación, en los que estaba mi mamá, y Ben y Mel, todos juntos sonriendo. Así que entre cierres y diversas cosas, me deshice de los álbumes conservando sólo las fotografías y me encargue de ponerlas en un lugar donde estarían intactas: en el cierre de afuera junto con la navaja de bolsillo multiusos (puede ser unas tijeras, pinza, navaja...). Tengo miedo, es cierto, pero desde hace algunos meses he dejado de pensar en él como un enemigo y ahora somos compañeros, sé usar una navaja, sé esconderme y sé que ese miedo lo puedo usar para defenderme, o a papá, en caso de que algo salga mal.

Al inicio fue difícil, demasiado la verdad, no teníamos un lugar a donde ir (aún hoy no lo tenemos), y encima, no sabíamos qué debíamos hacer. Pero las cosas no tardaron en cambiar para mal y antes de darnos cuenta el distrito estaba rodeado por lo que parecían ser agentes de la paz, no estoy segura. Durante un tiempo estuvimos escondiéndonos con Elioh, el padre de Ben, pero no podíamos quedarnos ahí para siempre, era necesario avanzar. Otro punto importante en la historia es Ben. No lo he visto hace muchos meses, no sé dónde o cómo está, pero es una de las razones para seguir adelante, tenemos que encontrarlo. Después de huir del cuatro, lo cual no fue nada fácil, fuimos avanzando, sería tonto acercarnos a los mejores distritos o el Capitolio así que la mejor opción por el momento fue el distrito cinco. Hemos tardado mucho tiempo andando, tenemos que buscar sitios abandonados para dormir, robar algunas cosas para sobrevivir, comer, hacer todo lo que tengamos que hacer para que no nos encuentren, y aún así... Y aún así perdimos al señor Franco en el camino. No puedo creer que haya pasado, fue un golpe muy duro para papá, y para mí. No sé qué le vamos a decir a Ben cuando lo veamos, porque estoy segura que sigue vivo ahí afuera y está buscando un manera de reunirse con su familia, o lo que quedaba de ella. Ocurrió muy rápido, en un momento estábamos buscando provisiones, y en el otro escuchamos ruido y vimos destellos a lo lejos de lo que parecían ser aurores llegando. Nos separamos. Cuando las cosas se calmaron buscamos al papá de Ben por todas partes pero él simplemente no apareció. Seguimos buscando por unos días más hasta que ya no fue seguro quedarse estancados y papá me convenció de continuar. Desde entonces no he tenido un buen sabor en la boca.

Hace pocas horas nos adentramos en el distrito. Llegamos desde temprano pero decidimos quedarnos al margen, reabastecernos, por así decirlo, y esperar hasta que cayera la noche para poder descansar. Papá se encargó de encontrar un sitio vacío para que pudiéramos quedarnos, pero sé que ahora es más difícil para él. No quier ser una carga, ni mucho menos, quiero poder ayudarlo tanto como él hace por mí, pero ahora que no tenemos al señor Franco ha sido difícil, con la sensación de que no hay nadie protegiendo nuestras espaldas. Antes éramos los tres, cuando un vigilaba de un lado, el otro iba al opuesto y así. A mí nunca me consideraron como una potencial amenaza, lo sé, siempre en medio. Pero incluso entonces me enseñaron a defenderme y a usar una navaja. Ahora sólo somos papá y yo, y tengo miedo de no poder cubrirle la espalda.

Mi padre me toca el hombro para que me detenga. Ya es de madrugada y resulta la mejor hora para adentrarnos aún más e ir un sitio donde podamos descansar. En la fracción de segundo en la que mis ojos chocan con los de mi padre, puedo notar su mirada triste y en parte ausente mientras me observa. Hace tiempo que no me preocupo por mi apariencia ni nada por el estilo, no hay tiempo para ello, pero si me veo tan bien como me siento, entonces no culpo a mi papá por poner esa cara. Mi ropa me ha empezado a quedar un poco ajustada, no en exceso, pero mientras que un blusa se estira y rasga, la otra me comienza a quedarme corta. Al menos papá encontró un lugar seguro para descansar por ahora, así podremos... Mmmm... Relajarnos un poco, creo. Y si es posible un buen baño no nos vendría mal. Estoy exhausta y mis ojos amenazan con cerrarse por momentos, es por eso que cuando estamos enfrente de la puerta, soy la primera en entrar.

Mi corazón se detiene en el momento en que siento la fría arma sobre mi frente. Siento que he dejado de respirar, y es que, por un momento, lo he hecho. Mis ojos se mueven en dirección a mi padre, tengo miedo y la navaja no está a mi alcance. Si tan sólo pudiera dirigir la mano al bolsillo de mi mochila... Evito ver al hombre que sostiene el arma. Mi voz no sale, y no creo que sea prudente que yo hable. Escucho la voz de mi padre tratando de hacer que el hombre baje el arma, pero mi cerebro apenas procesa unas pocas palabras. Después de lo que parece ser una eternidad y un largo silencio, el hombre despega el arma de mi frente, sin bajarla por completo, y yo puedo dar dos pasos rápidos en dirección a mi papá y aferrarme a su camisa, como si volviera a la época en la que tenía cinco años y quería ir por un vaso con agua pero no sola. Mi mano vuela instintivamente a la navaja de mi bolsillo y la saco. Miro a papá de reojo, pero refiero mantener mi vista en el arma enfrente de nosotros. Papá se presenta pero su voz es dura, cauta, incluso todo él está tenso. Por algún motivo siento la necesidad de decir mi nombre también, no sé si es la mirada del hombre de enfrente que se dirige a mí después de haber visto a mi papá, o si sólo no quiero verme como una pequeña niña asustada (aunque esperaba quedarme invisible), pero desde algún sitio escondido de mi interior, mi voz surge. - Yo soy Sophia. -
Sophia A. Niniadis
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Invitado
Invitado
Llevamos caminando demasiaod tiempo, a pesar de ser yo quien cargue la mayoría de las cosas sé que mi Soph caerá en algún momento, sé que ella es fuerte pero sigue siendo una niña y este es el tipo de situación que yo siempre quise alejar de ella, quería que tuviera una vida feliz y tranquila incluso sin su madre pero desde aquello no podemos decir que sea muy cierto, a veces me llego a plantear el hecho de que yo no soy un buen padre y que he puesto a mi hija en tanto riesgo que es mejor alejarla de mi, pero soy tan egoísta que no quiero separarme de ella por ser lo único en todo este mundo que me queda y que no quiero perder. Arriesgar la vida por ella no es algo que deba plantearme primero, siempre supe que si daría la vida por alguien sería por ella y desde que salimos del distrito cuatro tras varios días de búsqueda de Elioh no hago más que estar alerta de todo lo que nos rodea, de cualquier persona sospechosa mirando de más y de cualquier señal de que estemos en un peligro mayor al que nos encontrábamos al salir de casa. No hemos empacado demasiado, de hecho tenemos lo suficiente para sobrevivir un par de días y eso sólo si encontramos un lugar más tranquilo en el cuál permanecer. Puedo sentir como las piernas comienzan a dolerme y lo único que hago es imaginar que para mi pequeña es mucho peor, que ella no debería estar haciendo esto y creo que la mejor opción es encontrar algún lugar en dónde quedarnos a descansar un poco, una casa vacía o algún sitio que nos proteja del frío de la noche será suficiente.

Hemos bajado nuestra velocidad desde que llegamos al distrito cinco y lo único que podemos hacer es eso, descansar y cuando amanezca volver a poner marcha a donde sea que podamos estar tranquilos por un tiempo, toco el hombro de Soph para avisarle que nos detendremos un momento justamente cuando pasamos a lado de lo que parece una casa abandonada. - Si el baño aún sigue funcional que de alguna manera lo dudo, tomarás una ducha antes de irte a la cama, buscaremos algo de ropa aquí y si no la hay intentaré lavar la que tenemos - comienzo a susurrar mientras avanzamos por el jardín hasta llegar a la entrada, en donde rápidamente Soph se detiene, quiero preguntárle qué sucede pero el tan solo ver el arma que apunta a su frente me pone alerta - Echo Duane, sé que no eres capaz de arrebatarle la vida a una niña inocente ¿No es así? - trato de hablar lo más tranquilo posible, pero con un arma apuntando directamente a mi única razón de vivir es algo realmente complicado, me culpo en varias ocasiones de no haber ido yo primero, como todas las malditas veces anteriores, pero no hay marcha atrás y debo hacer algo antes de que un ex-lacayo de los Black le quite la vida a mi hija - Soy Stephen Lawson, distrito cuatro, no queremos problemas, estamos.. estamos simplemente buscando un sitio dónde pasar la noche no estábamos al tanto de que ésta casa abandonada ya estaba en uso - hago énfasis en la palabra abandonada para darle a entender que de una u otra forma, ambos estamos en el mismo camino - Ahora, por favor baja el arma que apunta a la frente de mi hija, en todo caso si quieres dispararle a alguien y despertar a los vecinos, disparame a mi -
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Cale J. Ballard
Consejo 9 ¾
A veces me pregunto por qué quería crecer tan desesperadamente. No es que ahora sea muy grande en edad, pero dudo que cualquier otro adolescente de quince años sepa usar un arma y esté preparado para atacar a quien sea con tal de que nadie le haga daño a su familia, a parte, claro, de los que vivan en las mismas condiciones que yo. Durante todos estos meses las cosas no han ido nada bien, comenzando porque ya no tengo un hogar al cual volver, y terminando por la fatiga extrema que implica movernos de un lado a otro para no ser vistos. A pesar de eso, prefiero estar como ahora a tener sólo a Ava y que los dos crezcamos sin padre Y madre. Porque de habernos quedado más tiempo eso es lo que hubiera pasado. En fin. Todo está mal, el mundo se ha vuelto loco y nosotros nos vemos forzados a escapar, andando de noche y madrugada para no ser vistos, comiendo cada vez menos que la anterior y cuidándonos las espaldas unos a otros esperando que nadie nos encuentre. No es como si ya estuviese acostumbrado, pero creo que he desarrollado una especie de sentido extra que me ayuda a mantenerme alerta incluso cuando estoy por caerme de sueño, o dormido. Todos lo tenemos ahora. Hace mucho tiempo ninguno de nosotros sabe lo que es dormir o comer bien, o darse un baño con agua caliente sin tener que estar preparado para correr en los siguientes cinco minutos, moviéndonos constantemente de lugar y escondiéndonos en sitios no muy cómodos todo el tiempo. Hay que ir por comida y pasar desapercibidos, hay que  fingir que todo va bien sólo para no perder la cordura, hay que hacer muchas cosas para vivir.

Muchas cosas son gracias a Echo, después de todo hacerle caso cuando fue a la casa casi muerto sirvió de mucho. Él y mamá se encargan prácticamente de todo. Igualmente me enseñó a usar un arma, larga historia en la que mamá refunfuña todo el tiempo y sufre de varios infartos consecutivos, y a Ava también, y sin contar que nos cuida las espaldas mientras cubramos la suya... Bueno, es mejor que nada. Probablemente no estaríamos aquí sin él, porque admitámoslo, hubiéramos sido mucha carga para mamá, y yo no quiero ser una carga para nadie. Ella es fuerte, estuvo con los agentes de la paz, sabe usar armas tan bien como un bisturí  vendas. Creo que podría dispararle a alguien mientras me sana una herida... Bien, eso no, pero con todo el sueño y cansancio que traigo encima ni siquiera mis pensamientos son coherentes. Lo único que me reconforta es que dentro de poco llegaremos a esa casa abandonada que vio Echo.

Cuando por fin llegamos mi cuerpo me traiciona y siento mis piernas temblar un poco. Creo que es lo mejor que hemos tenido en días, o semanas, no lo sé. Mamá y Ava se acomodan en un cuarto y yo, después de todo este tiempo, tomo uno para mí. Volteo a ver a Echo. Me siento un poco culpable por haberlo dejado cargando a Ava todo este tiempo mientras caminábamos, pero la verdad, yo no hubiera podido aguantarnos a los dos. Antes de desaparecer por la puerta vuelvo la mirada a mi familia que están prácticamente inconscientes sobre la cama. - Gracias Echo. - Es apenas un murmuro en el que mi lengua se enreda varias veces y no pronuncia nada coherente, pero mi conciencia se siente mejor al saber que agradecí. Dormiré un poco y luego haré guardia con Ech...

Mientras mi subconsciente me engaña con olor a pizza y varias imágenes de mi casa con Ava y mamá, algunos amigos, y una niña pequeña y de ceño fruncido que nunca me dejó cargar la canasta, escucho a lo lejos pasos y voces. Medio abro mis ojos tratando de estar atento. Creo que sólo es Echo. Tal vez mientras hace guardia habla solo. Mmmm... No... Esa voz no es de Echo. Me despierto de golpe y tomo una de las armas precipitándome hacia la puerta pero guardando el silencio debido. Mientras bajo las escaleras me golpeo internamente intentando despertar. Si hay algún problema no creo que sirva de nada un adolescente sonámbulo que apenas podría patear una roca antes de quedarse dormido. Cuando por fin doy con la escena veo una cabellera rubia perteneciente a alguien que definitivamente NO puede ser Echo, a menos que en este rato que me dormí se haya teñido. Preparo mi arma hasta que mi cabeza termina de procesar lo que está pasando. Hay dos personas, un adulto y una niña que no conozco, Echo le está apuntando a la niña. Mi primer instinto es bajar el arma y voltear a verlo con una expresión muy clara de: "¿De verdad piensas apuntarle a una niña en la cara?", aunque la cambio casi al instante por otra más ruda, puedo sentir mis músculos tensos. Me prometí que haría cualquier cosa con tal de que no lastimen a mamá, Ava y, sí, tampoco a Echo. Así que me paro atrás de él y frunzo el ceño. - ¿Qué quieren? -
Cale J. Ballard
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Echo R. Duane
Que aquel hombre sepa mi nombre no me sorprende en absoluto, pero me mantengo firme donde estoy tentado a pegarle un chillido a Cale cuando le escucho bajar, pero no lo hago por dos motivos; no le puedo proteger como un niño y si esto se me va de las manos me va a hacer falta incluso su ayuda, y el segundo motivo es porque no quiero despertar a Arleth y mucho menos a Ava, porque ninguna de ellas podía con su alma cuando han caído rendidas sobre la cama. Voy a hacer la misma pregunta que Cale, pero se me adelanta, así que por un instante mi misión es únicamente seguir apuntando para asegurarme de que hacen algún movimiento en falso y tener la excusa de pegarles un tiro. Las explicaciones no tardan en llegar, primero sus nombres, y luego los motivos que les trajo aquí. - Mi nombre ya lo saben, y él es Cale. - Lo señalo con mi cabeza. Encuentro divertido que incluso añadan como información su distrito; nosotros ya no tenemos uno. Puede que ellos tampoco, y por eso se aferren tanto al lugar de donde eran antes de que la guerra estallara.

Tengo muy claro que no pienso dejarles dormir aquí, y es lo que voy a decirles cuando la radio que tengo en el bolsillo suena. - ¿Alguien puede revisar la zona norte? Hay un ciudadano avisando de movimientos extraños en esa zona. - Nosotros estamos en el norte. Bajo el arma y reorganizo mis prioridades de inmediato, tiro de Stephan y de su hija para que se quiten de la puerta e inmediatamente cierro, teniendo cuidado de que la cerradura ni siquiera haga eco al trancar. Asomo mi mirada por las cortinas al exterior y veo las patrullas aparecer a menos de tres casas de distancia. - Joder. - Maldigo varias veces, todas en voz baja, buscando mi varita entre mi ropa por si voy a tener que usarla. - Cale, despierta a Arleth y Ava, tenemos que... ir...nos... - Me interrumpo cuando veo lo que están haciendo en el exterior. Alumbran la calle señalando casas al azar, sin ni siquiera acercarse del todo.

Hago un gesto con mi mano para que se agachen detrás de los muebles y me escondo detrás de la puerta cuando alumbran hacia nosotros. Contengo la respiración esos segundos en los que la luz ilumina nuestro salón. Cuando escucho el ruido característico del transmisor, bajo el volumen del mío, no lo necesito de todas formas para escuchar lo que dicen fuera. - Por aquí no hay nada. Será algún viejo aburrido y medio borracho. - Risas le siguen a eso. Algunos pasos más y después, silencio. Espero un buen rato hasta que me asomo de nuevo, teniendo cuidado de sacar a la vista lo menos posible de mi. Todo está desierto de nuevo.

Pero las cosas han cambiado. No voy a arriesgarme a que nadie salga de esta casa, y esto incluye al par de desconocidos que ahora están en MI salón. - Las habitaciones están todas ocupadas. Tendréis que dormir en el sofá y si os escucho hacer un sólo ruido, os mato a ambos. ¿He sido lo suficientemente claro? -
Echo R. Duane
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Arleth L. Ballard
Haberme unido a Echo fue lo mejor que se me pudo haber ocurrido, en especial cuando en un principio no quería saber nada con la idea de mandar a mis hijos a una vida sin hogar. Él nos cuida, nos enseña a defendernos y si no fuese por aquel viejo amigo, probablemente hoy estaríamos en las filas de los desaparecidos. A veces, no puedo evitar negarme ante la idea de ver a Cale portando armas, y ni hablemos de Ava, pero con el tiempo acepto que solamente puedo fruncir los labios y reprimir los comentarios porque, me guste o no, esta es nuestra vida ahora. Y aunque no esté en mis planes, tal vez, solo tal vez, mis hijos no siempre estarán a mi alcance para que yo los cuide.

Esta casa es igual a todas las otras casas donde nos hemos metido. También está algo revuelta, también está llena de polvo y también tiene recuerdos de personas que ya no se encuentran, escondidos en cada uno de los rincones que me hace preguntarme una y otra vez cómo se verá nuestro antiguo hogar si alguna vez vuelvo a poner un pie en él. Aprieto un poco el hombro de Cale cuando nos adentramos y sin más, sigo a Echo hasta el dormitorio, donde deja a Ava en la cama. Me recargo vagamente contra la puerta, notando mis piernas temblando a causa del sueño, y como mero agradecimiento le regalo una débil sonrisa. Él ya no necesita de las palabras para saber todo lo que le debo...

Dejo mis cosas junto al lecho y me recuesto lentamente para no despertar a la pequeña, a quien le acaricio la pálida mejilla antes de apartarle algunos mechones sucios de cabello que le caen sobre el rostro. Suspiro. ¿Así es como dejaré que crezca? ¿Sin ninguna otra opción? Esos pensamientos dan vueltas por mi cabeza hasta que me duermo, hundiéndome en un montón de sueños pesados que parecen aplastar mi cerebro. Me despierto con un respingo y llevando la ligera sensación de que han pasado horas a pesar de haber sido minutos, y me siento en la cama, notando como mi cabello se ha echado todo para un costado. Afuera se oyen voces y apenas logro divisar la luz de linternas, lo que me hace reprimir el aliento, y me pego contra el colchón otra vez con la intención que desde afuera no logren ver nada. Cuando el peligro parece acabarse, oigo la voz de Echo, y lo que está diciendo me hace levantar de un salto, tomar el arma y voy derecho a la sala. Me detengo de prepo al ver a los extraños en medio de la habitación, y paso la vista del hombre a la niña repetidas veces hasta que miro a mi hijo y luego, a mi compañero - ¿qué es esto? - se me escapa en un murmullo seco - ¿ahora somos un grupo de refugiados o algo así?

No quiero sonar brusca, pero la seguridad de mis hijos siempre ha sido lo principal y no quiero que estén en peligro por culpa de desconocidos. Avanzo lentamente hacia ellos y me fijo en la niña, quien parece cansada, lo que hace que me muerda el interior de la mejilla con un ligero sentimiento de culpa. Me inclino un poco frente a ella para estar a su altura mientras me quito el cabello del rostro y observo sus grandes ojos claros - ¿este hombre es tu padre, pequeña? Sabes que si simplemente te está usando como una excusa para sobrevivir, puedes decírnoslo - he escuchado tantas historias que gente inventa para salvarse el culo que no me sorprendería que un hombre tome una niña para dar lástima en estos días.
Arleth L. Ballard
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Elioh M. Franco
Hace frío pero es lo que menos me molesta. La noche abunda en nuestros ojos por viajar de noche y descansar de día, o quizás porque desde que no se nada de mi hijo tan solo veo oscuridad allá a dónde voy, pero no me rindo.

Varios meses han pasado, condenados y completamente austeros, ajenos y alejados de una civilización que parece haberse ido a la mierda aún más desde que pasó lo que ha terminado por pasar y que todo el mundo se olía pero a lo cuál nadie quiso poner nunca remedio. Aún recuerdo como los Dawson parecían completamente perplejos ante una situación que ya conocían, más por el hecho de que la pequeña Sophia siempre andaba tras el teléfono conversando con el pequeño Ben que ya de pequeño seguramente tenga poco. Todos crecemos, pero él ha crecido años en meses, me hago a la idea de ello. Pero sigo sin poder verlo, sigo sin encontrarlo, y pese a quién le pese las cosas están más jodidas que de costumbre. Comenzar fue complicado mas aún así no nos dimos la vuelta en ningún momento. El distrito cuatro se convirtió en una parcela poco habitable, nuestras casas fueron rastreadas hasta la saciedad sabiéndose en todo el lugar que Benedict había pasado la mayor parte de su vida entre aquellas cuatro paredes, tanto en la de los Dawson como en la nuestra. Todo se ha perdido, nada ha quedado más que el recuerdo de una melena danzarina que hacía nombre a Melanie, la seriedad mezclada con la picardía y la diversión poco fortuita de Shamel, el recuerdo de Mila al amanecer y verla completamente resplandeciente deseándome los buenos días y el cambio y las emociones vividas y sin vivir que Ben dejó cuando el caos sumió el mundo de todas las personas que me rodeaban. Y los perdí.

Moverse era fácil, quizás más de lo que creeríamos, pero los perdí. Entre medio de revueltas que poco recuerdo por perder el conocimiento durante una de las escapadas, Stephen y Sophia se separaron o yo me separé de ellos, pero nunca volví a verlos. No obstante llevo días tras sus huellas, tratando de rastrear y de aprender a buscar cualquier indicio de movimiento conforme voy avanzando pero apenas si consigo saber dónde durmió alguien o dónde murió alguien. A cada paso que das hay muerte a tu alrededor, y eso me pone enfermo. ¿Y Ben? ¿Mi padre? ¿Cómo estarán ambos? ¿Estarán bien? Quiero pensar que si. Además mi cabeza también piensa continuamente en la cabellera de Arleth, ¿sus hijos? Romperme la cabeza nunca sirve de nada, pero la preocupación llama a mi puerta cada vez que mis ojos quieren cerrarse para descansar. Los bosques son tan amplios que no soy capaz siquiera de descubrir por dónde ando, la maleza se camufla con el resto de pisadas que bien podrían ser de los Dawson o de cualquier otra persona que, como todos nosotros, trata de escapar para no tener que recurrir a un final que, irónicamente, nadie conoce como acabará. Y aún así se que el cinco anda cerca por las maquinarias que desprenden tanta energía como para abastecer a toda una nación. Camino cuando nadie parece prestar atención, me mantengo al margen durante todo el día y trato de buscar algo que llevar a la boca durante la noche, cuando las estrellas brillan con intensidad.

Las calles son un completo cementerio, nadie habla, nadie esconde, todos hallan. Y los que no hallan son víctimas de su condena. Tras lo que me parecen varias horas de búsqueda que terminan con varias barras de cereales y un pequeño envase medio abierto de refresco que uso para refrescar mi garganta a expensas de ganarme algo peor que un dolor de cabeza, noto movimiento. Son más de las tres de la mañana y todos parecen dormir, pero sigo escuchando movimiento. Un grupo de lo que vienen a ser los nuevos agentes de la paz pasan por donde estoy y me pego a la pared tanto como mi constitución me lo permiten, camuflándome entre la oscuridad para no ser visto pero para ver lo que está pasando. Hablan sobre movimientos, extraños, en una zona que al parecer es poco común para la presencia de personas, y la curiosidad me mata. Y los sigo. Y me pierdo entre las calles, con el cuerpo agachado y tratando de pasar desapercibido a las luces que se mueven delante de mi y que han encontrado finalmente la casa en la que parece haber indicios de movimiento. Si los hay mejor será no meterse, pero si no hay nadie podría aprovechar para dormir unas cuantas horas antes de que amanezca y continuar el viaje.

Los escucho doblar la esquina para entrar por la puerta principal y yo hago lo propio pero al contrario y tornando la esquina del otro lado para inspeccionar por mi cuenta qué está pasando, sin más sentido de la orientación que seguir las luces por el otro lateral. Contengo la respiración cuando encuentro una de las ventanas medio abiertas y veo, desde el exterior, como las luces iluminan un trozo de un gran salón en el que, a simple vista, no parece haber nadie, pero todo cambia justo en el momento en el que las luces desaparecen y, desde donde estoy, soy capaz de escuchar el murmullo de voces que hay delante de mi. Y se me cambia el color de la cara cuando, de repente, una cabellera que reconozco bastante bien aparece en el salón también con arma en mano - ¿Arleth? - pregunto, alzando mi voz aún desde el exterior para que se me escuche lo suficiente y con una cara de perplejidad que raya en lo absurdo y en lo cómico. Casi estoy a punto de echarme a reír, por todos los dioses, ¿otra vez? Y, para más extrarrealismo, Sophia y Stephen a un lado con otro chico y un señor que, obviamente, se me hace reconocible desde el primer momento por lo mediático de su condición. Creo que le he encontrado las orejas al lobo.
Elioh M. Franco
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Sophia A. Niniadis
Consejo 9 ¾
La situación da un giro un tanto violento en cuanto el arma que apuntaba a mi cabeza baja para luego regresar pero acompañada de otra más, dirigiéndose directamente a la frente de mi papá. Maldición. Tanto tiempo escapando como para que ahora vengamos a toparnos con ésto. No es que no haya pasado algo similar antes, pero en todo caso el señor Franco estaba con nosotros, lo que anexaba una arma más a la lista de las dos que tenemos. Y la mía no cuenta porque es sólo una navaja. Puedo sentir como el aire de la habitación se ha llenado de tensión y se puede escuchar cada una de nuestras respiraciones. No puedo mirar a Echo Duane a la cara porque tengo mucho miedo en este momento, pero lo que sí hago es voltear a ver al muchacho que no parece tener muchos años más que yo. Puedo observar que tiene un debate interno pero no titubea mucho y sigue apuntando directo a la cara de mi papá. Nos quedamos en un silencio mortal por lo que me parece una eternidad hasta que voces que no pertenecen a ninguno de nosotros suenan. Volteo alarmada a la ventana y luego a mi papá, quien parece tener la misma mirada que yo. Nadie esperaba esto. Entonces las armas ya no importan y todos nos agachamos. Me pongo contra el sofá, justo al lado de mi padre y siento un tremendo paro cuando la linterna apunta por encima de nosotros. Me limito a no olvidar cómo respirar.

Cuando el terrible momento pasa nos vemos devueltos al problema "hay más gente en esta casa <>", del que no creo que podamos salir muy pronto. Jo. Ahora, después de todo el "te disparo si te mueves" debemos quedarnos aquí. Digo, no es que tengamos un lugar al cual ir y sería estúpido salir con el grupo de aurores afuera, pero siguen habiendo armas apuntando a nuestras cabezas, aun si están guardadas. Cuando pregunta si ha quedado claro me limito a murmurar y dar un paso más en dirección a mi papá. - Bastante. - Pero ni siquiera llego al sillón cuando una cabellera rubia como la mía hace acto de presencia y me sorprendo al descubrir que pertenece a una mujer que se ve lo suficientemente amable para las palabras que pronuncia a continuación. Lo entiendo. Y a la vez no. Todos tenemos miedo en estos días, yo sólo quiero irme con mi papá a un lugar donde podamos descansar, en ningún momento se me cruzó por la cabeza la riesgosa idea de poner en peligro a propósito a un grupo de personas que, para empezar, nos superan en número, y para terminar, no nos quieren cerca. Pero, ¿Qué pasa después? Me preguntan si MI papá es realmente quien dice ser. Me siento momentáneamente ofendida, ¡Ambos tenemos ojos celestes y cabello rubio! Eso debe ser suficiente, ¿No? Bueno, no necesariamente, pero... AGH. Me quedo viendo a los ojos de la mujer, que no parece tan ruda como antes y asiento, tomando la mano de mi padre. - Sólo somos nosotros dos desde hace tiempo. - Esto puede tener dos interpretaciones: Sólo somos los dos desde que mamá se fue o sólo somos los dos desde que el señor Franco desapareció. Como sea, es lo único que pronuncio antes de que las cosas terminen de ponerse aún más complicadas y entrelazadas. Que ironías tiene la vida. Una persona afuera grita haciendo que todos volteemos, con alarma en los ojos.

Es el señor Franco.

Veo a mi papá dar un paso adelante, sorprendido. Por mi parte, me limito a abrir grandes los ojos y la boca, además de contener mi aliento por apenas unos segundos. Me llevo una mano a los labios dejando de lado mi navaja y tengo el impulso de soltar un grito o algo pero me detengo al recordar que pueden seguir estando revisando las calles ahí afuera y cualquier ruido tonto, por más bajo que suene, los traerá de vuelta. Así que apenas murmuro. - Señor Franco, está... está... ¡Vivo! - Bien, la última palabra se me escapa de los labios un poco más fuerte de lo que pretendía pero no puedo evitar sentirme feliz por ver al papá de Ben vivo.
Sophia A. Niniadis
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Cale J. Ballard
Consejo 9 ¾
Sé que Echo probablemente quiera matarme justo ahora, pero también sé que me necesita más de lo que aparenta. No puedo dejar de ver a la niña enfrente de mí. Se ve más o menos de la misma edad que yo y eso me hace sentir una pequeña punzada de culpabilidad por apuntar al hombre que dice ser su padre. Yo sé que mataría a cualquiera que se atreviera a apuntarle con un arma a mi mamá o hermana. O a Echo. Bueno, aún no he tenido que matar a nadie, y no es que quiera hacerlo, ni de lejos, pero sé que no dudaría en disparar si la situación se presenta. Me quedo en mi lugar y bajo el arma cuando Echo baja la de él, pero entonces el comunicador suena y me precipito a saltar dos escalones para ir a buscar a mi hermana y madre. Claro que no puedo hacer mucho cuando la linterna se dirige a la casa en la que estamos, así que brinco de la escalera y me pego al lado de Echo, deseando por un momento ser invisible. La luz no dura mucha apuntándonos y los hombres que antes estaban a sólo unos pasos de encontrarnos, se marchan entre risas, tomándonos, menos mal, por una broma. Puedo respirar otra vez, como todos en la habitación, pero todavía hay un problema que resolver. Volteo a ver a la chica y luego a su padre, ambos se ven tan cansados como nosotros que no puedo dejar de sentir algo dentro de mí que me dice que los dejemos. Algo que intento sofocar con todas mis fuerzas porque esta clase de sentimientos no pueden estar dentro de mí por más tiempo debido a todo lo que amerita la vida que llevamos. Nos cuidamos las espaldas entre nosotros, y así será por un tiempo si no queremos acabar con la cuerda al cuello.

No me sorprendo cuando Echo dice que se tienen que quedar pero en la sala, sólo un idiota sale a la calle cuando acaba de pasar un grupo de gente buscando por indicios de movimiento sospechoso en la zona. Me encojo de hombros, sintiendo un terrible alivio que desaparece en cuanto mi mamá hace acto de presencia. Me siento tentado a soltar una frase como "lo tenemos todo controlado", sólo para sentirme bien, pero su mirada seria me devuelve a la realidad. Esto no es un juego de niños. Me limito a mirar la escena en silencio con la espalda recta recostada en la pared a un lado de las escaleras. Hasta hace unos minutos todos los músculos de mi cuerpo estaban tensos, ahora que estoy un poco más calmado, siento la presión recorrer mi cuerpo. Es una sensación a la que me he acostumbrado pero hay veces en las que desearía tener una cama con un colchón suave y una sábana, a parte de unas horas de sueño. Todos ya hemos olvidado lo que significa dormir.

Mientras mi mamá se dirige a los desconocidos, cierro mis ojos por unos segundos. No sé en qué punto me ha empezado a doler la cabeza. Los abro de nuevo y me quedo mirando al techo. Ava está sola durmiendo sin saber nada de lo que está pasando. Me pregunto qué pensará cuando despierte. Aunque bueno, probablemente Stephen y Sophia ya no estén para cuando eso pase... ¿O tal vez sí? No estoy seguro de nada. La sala se inunda con un silencio sofocante y es cuando me doy cuenta de que algo más ha llamado la atención de todos. - ¿Pero qué dem...? - No sé si mis ojos me engañan cuando volteo la cabeza hacia donde miran y me encuentro con la cara de Elioh. ¿Cómo es que...? Es como si me volviera el niño celoso con su mamá pero al que no le gusta demostrarlo que era cuando teníamos un lugar al cual llamar hogar. No es que no me agrade Elioh, pero me quería robar a mi madre y eso no está nada bien, a parte de eso, me da gusto verlo vivo. Me quedo mirando como todos hasta que se me ocurre la brillante idea de abrirle la puerta trasera, a pocos metros de la ventana por la que acecha, cosa que a nadie más se la ha ocurrido por lo que me imagino es el paro que les ha dado. La jalo cuidando de no hacer ruido y me coloco al lado de ella. Al menos mamá va a poder sonreír un poco más.
Cale J. Ballard
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Invitado
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No entiendo realmente cómo es que pasé de estar casa con mamá y Cale tranquilos disfrutando de un fin de semana sin nada qué hacer más que estar juntos viendo alguna película o escuchando a mamá leyendo cualquier libro del cual siempre pido un capítulo más por las noches. No sé cómo es que pasamos de ir a la escuela, de tener amigos a no salir de casa en absoluto, ni siquiera al parque que solía frecuentar a veces con Cale o al cual iba yo sola cuando había un montón de niños más. Primero fue el dejar de hablar con los vecinos, después a escuchar gritos por las noches de mujeres y niños llorando mientras que mamá llegaba a nuestra habitación a calmarnos o mejor dicho a calmarme ya que Cale siempre ha sido más fuerte que yo en todos los aspectos, posteriormente fue el fingir que no habitábamos nuestra propia casa, finalmente tuvimos que huir de casa con nada más que lo necesario, tuve que deshacerme de todos mis juguetes, de mis libros, de mis recuerdos y de todos aquellos amigos que había hecho. Siempre fuimos acompañados de un viejo amigo de mamá que me da miedo, en un principio su cara y su forma de ser me daban mala espina, es ese tipo de persona que aparecen en tus pesadillas en donde debes correr todo lo que puedas sin que te atrape para que no te pueda hacer daño.

Con el paso del tiempo entendí que él lo único que quería era protegernos, tanto a mamá como a Cale y a mi, poco a poco le fui teniendo confianza y dejé la espalda de mamá para pasar de verlo desde atrás de ella a verlo de frente, su humor no es muy buena y a veces pienso que no uede tener demasiada paciencia con una niña que no tiene el valor para defenderse usando una navaja, pero lo hice y fue gracias a él, además de que cuando comienzo a flaquear y no puedo seguirle el paso a todos él me toma en brazos y me lleva dejándome descansar por un momento ya que dormir es realmente complicado en los brazos de un hombre que es demasiado brusco. En el día comemos lo que encontramos, mamá y Echo montan guardias y Cale y yo intentamos ayudar en la medida de lo posible, no me separo de nadie ya que no quiero causar más problemas de los que probablemente ya causo y puedo decir que me he vuelto miedosa y que no me gusta separarme de mamá como lo hacía antes, ahora no puedo pegar el ojo por más cansada que esté si no está ella cerca de mí. Los caminos que recorremos son complicados y es que no vamos por el concreto sino entre los árboles para protegernos, donde hay rocas y desniveles al igual que pequeños cerros que son bastante agotadores, me siento mal al siempre terminar en los brazos de mamá o de Echo y apenas son capaz de reaccionar a mi alrededor, quedándome sin saber por dónde vamos y no es hasta que el sangoloteo se detiene que por fin puedo cerrar los ojos, descansando en algo que me recuerda demasiado bien a mi propia cama.

Apenas he podido dormir unos minutos cuando siento que mamá se levanta y lo único que creo es que estamos en problemas, me pongo de pie rápidamente tras ella y avanzo sigilosamente o lo más que puedo con todo el sueño que me traigo encima, llego hasta donde todos están reuinidos y veo luces fuera, en la casa en la que parece nos vamos a quedar a descansar, veo a mamá, a Echo y a mi hermano posando la vista en tres personas, que son dos hombre mayores y una niña, no entiendo lo que pasa así que me hago con la navaja que Echo me dió y me aferro a ella en el bolsillo de mi pantalón -¿mamá?- pregunto nerviosa mientras trato de entender la situación en la que nos encontramos todos, después y cuando mencionan el nombre de uno de los hombres recuerdo haberlo conocido, lo más probable es que un principio ni siquiera hubiese sido capaz de saber que era él porque me estoy cayendo de sueño así que avanzo hasta mamá y me aferro a su pierna, colocándome detrás de ella -¿Qué hacen ellos aquí?- pregunto mientras suelto la navaja de mi bolsillo y me aferro a el abdomen de mi madre.
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Invitado
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Comienzo a ponerme de mal humor por el hecho de que no le ha quitado la pistola de la frente a mi hija y es que de verdad que ni siquiera soy capaz de analizar bien las cosas cuando lo único que pasa por mi cabeza es el quitarla de la lína de fuego. Un niño de la edad de mi hija se une al hombre preguntano quiénes somos, no sé si responderle o qué hacer así que me quedo callado esperando que las cosas se calmen, estoy demasiado agotado para pelear con él pero con tal de salvar a Sophia la adrenalina que mi cuerpo está produciendo debe bastarme. El radio de Echo suena y como reflejo nos toma a ambos metiéndonos dentro de la casa, al parecer nuestros movimientos han alertado a unos vecinos y eso es lo que menos queríamos, no podemos llamar la atención en los absoluto, me aferro a Sophia quien está a salvo y sin un arma apuntando a su frente, estoy aliviado y no quiero que se separe de mi en ningún momento de ahora en adelante. Las luces alumbran a todas las casas menos en la que nos encontramos así que  miro de reojo por la ventana detrás de nosotros, cuando veo que la luz se dirige a nosotros agacho la cabeza rápidamente manteniendo a sophie debajo de la misma manera, todo en un momento se convierte en un silencio abrumador y cuando escucho que se marchan y tras voltear a ver a Echo sé que por ahora estamos a salvo, el corazón me palpita fuertemente y suelto los cuchillos que hasta ahora me doy cuenta tenía aferrados a mi mano.

Beso la frente de mi hija y luego la voz de una mujer me pone en alerta, ¿es que son más? aprieto la mandíbula cuando pregunta a Shophia si de verdad soy su padre y tras pensarlo durante unos segundos lo más seguro es que pregunten eso por su seguridad así que no digo nada y me limito a esperar a que ella responda, porque no quiero que sospechen mal de mi cuando la sangre que corre por la venas de ella es la misma que corre por las mías, ella asiente y toma mi mano, comienza a hablar y eso me recuerda el hecho de que no sabemos nada de Elioh y siempre me estoy preguntándo dónde estará y lo peor de todo de que si seguirá con vida, no podría permitirme el perder a alguien más pero tampoco puedo permitirme en ir a averiguarlo cuando tengo una vida qué mantener a salvo, la vida de mi propia bebé. El silencio está por apoderarse nuevamente de la habitación cuando una voz conocida preguntando por un nombre que no conozco me hace girarme rápidamente hacia una ventana, no pued evitar sonreír al ver de quién se trata me separo de Sophia dando un paso hacia Elioh - Elioh, gracias al cielo, pensé.. pensé, maldita sea estás vivo- no puedo evitar dejar notar la felicidad y el enorme peso que se me quita de la espalda el poder volver a verlo, de pie fuera de una casa a la que acabamos de llegar prácticamente.
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