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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    2 participantes
    Seth K. Niniadis
    Fugitivo
    Día de las cosechas forzadas
    Las cosechas se acercan a la velocidad de la luz y con ello la época que menos me gusta, no solo por los juegos, sino porque cuando hay juegos significa que Ben no vuelve al cuatro y yo me paso dos meses sin verle. La última vez su ausencia se extendió tanto que pasó de llegarme al hombro y que le sacase casi una cabeza, a prácticamente tres centímetros de alcanzar mi altura. Luego volvimos a separarnos, y esa vez fui yo el del estirón. Nos vemos tan poco tiempo que a veces temo que lo que tengamos sea tan frágil como para que la distancia lo rompa y lo difumine en el olvido. Ben es el único amigo que tengo y necesito conservar algo después de todas las cosas que ya he perdido.

    El mismo trece me escapo de casa, sí, me escapo, porque Sean no está de muy buen humor y desde lo que pasó con Audrey en el jardín me siento incómodo y extraño pisando el mismo cuarto que ella. Creo que eso es algo recíproco así que me limito a ser invisible por la casa las horas que ella está dentro, y a aprovechar para hacer todo lo que tenga que hacer cuando la casa es solo para mi. Así que a parte de apenas ser capaz de dormir la noche anterior, estoy subido en el primer tren rumbo al trece. Es el mejor para viajar por varios motivos, hay pocos pasajeros y los pocos que hay van dormidos. Yo estoy tan nervioso que lo único que consigo es mirar por la ventana y morderme las uñas que acaban hechas un desastre para cuando a las 10 de la mañana pasadas, consigo llegar al distrito de mi mejor amigo.

    Bajo del tren con las manos en los bolsillos y muerto de frío, había confiado en que no refrescaría tanto así que mientras me caliento por el propio calor que producen mis músculos al moverse, lo paso bastante mal. Hay un momento donde estornudo pero me limito a acelerar el paso. Mientras voy por el distrito comercial me reflejo en una de las vitrinas que está a punto de abrir. La última vez que pisé éste lugar estaba tan mal emocionalmente que me habría venido en bolas con tal de no vestirme. Llevaba uno de esos chandal grises horribles y sucios que además Gigi rompió de tanto morder; ahora por el contrario, no solo me siento mejor sino que mi  actitud es diferente. Un pantalón de jean y una camisa a cuadros que me queda ligeramente grande, por lo que debajo llevo una camiseta que es de mi talla. Mi mirada conecta con la de alguna dependienta al otro lado del cristal así que quito la vista y sigo mi camino esperando que pasen tantas personas hoy que para dentro de un par de horas ni siquiera me recuerde.

    Llego a la casa de ben cerca del medio día porque además de que me perdí, vive jodidamente lejos de la estación. Toco la puerta varias veces pero nadie abre. Suelto un gemido frustrado, al final mis intuiciones eran ciertas y no va a venir este mes. O tal vez me esté poniendo paranóico y solo no esté ninguno porque es 13 y no 14. Asomo mi mirada por la ventana y diviso un cuerpo tendido en el sofá con el mismo aspecto que alguien muerto. Bufo. Debe ser su padre borracho hasta el borde del coma etílico. Nunca le había visto así, siempre que vengo está tan feliz de tener a Ben cerca que supongo que se olvidará del alcohol. Sin embargo, hoy no es una de esas ocasiones y eso me confirma lo que ya intuía. Que Ben no está. Así que voy a las escaleras de su puerta y me siento a esperar. Veo la gente pasar de un lado a otro sin reparar en mi, cosa que prefiero. Odio las preguntas, y estar en frente de una casa, suele suscitar muchas.

    No sé cuanto tiempo pasa pero el olor a comida me da hambre. De mala suerte he traído el dinero justo para los viajes, así que no puedo permitirme comprar nada. Vuelvo a tocar la puerta de Ben con la esperanza de que su padre me de algo de comer, pero no contesta. Para cuando son casi las cuatro estoy por volverme al ocho pero algo me lo impide. Escucho unas explosiones que me suenan bastante familiares. Son apariciones, pero no apariciones de las que hacen Jared y mi madre, sino de las que se causan los trasladores. Varios agentes de la paz se precipitan por la calle y a mi me da un ataque de nervios tal que por un momento me quedo en mi sitio. No puede ser. Si son agentes de la paz ¿saben que estoy aquí? la chica que vi a través del cristal hace que crezca mi paranoia, a lo mejor me reconoció o sabe algo de mi que le contó a los agentes para salvar su culo.

    Conforme se acercan consigo reaccionar y me pongo en pie. Casi todo el mundo está corriendo hacia su casa así que un chico más no supone ninguna diferencia. La casa de Sophia está a menos de tres metros de distancia de la de Ben, por lo que sin pensarlo si quiera vuelvo y salto al interior por la ventana de la primera vez. No está, es lo primero que noto, y acabo debajo de su cama respirando agitadamente algunas virutas de polvo que me provocan estornudos, y me veo obligado a cubrirme la boca y la nariz no solo para dejar de estornudar sino porque de pronto tengo la sensación de que todos los ruidos naturales de mi cuerpo (como respirar o mi propio corazón) se han puesto un altavoz. Alguien grita dentro de la casa y voy a suponer que es el padre de Sophia, porque tres segundos después ella está entrando en su cuarto precipitadamente. Hasta por su respiración puedo intuir que está nerviosa, como yo y como el hombre que la ha mandado a su habitación. Inmediatamente estoy hecho un lío y muerto de culpa y pánico a la vez. Si han venido por mi, si me pillan aquí, ella acabará siendo culpable de esconder a alguien que ni siquiera sabía que estaba aquí. ¿Y si acaba en los juegos y es mi culpa? ahora sí que la jodí. Esta es una clase de cosa que Ben no me perdonará. Ni yo me lo perdonaría.

    Fuera hay gritos, de vez en cuando parece que los agentes tiran puertas abajo y se escucha a madres llorando mientras otros son arrastrados. Paso los 40 minutos más asquerosos de mi vida hasta que el cuatro vuelve a quedar en silencio, solo con el pesar de los que ya no están. El alivio inunda toda la habitación, tanto mía como de Sophia que se tira sobre su cama un momento soltando una respiración larga que se mezcla con la mía. Al final resulta que no era por mi. Así que dejo que me pase el tembleque de las manos y me arrastro fuera de la cama. Asomo primero mi cabeza por el borde para mirarla, no parece darse cuenta de mi presencia hasta que estoy fuera del todo. Mi primer impulso cuando veo que va a gritar es saltar sobre ella. En cuestión de décimas de segundo estoy encima de ella, cubriendo su boca con mi mano aplastándola ligeramente contra la cama y haciendo un "shhhh" que se entrecorta porque por un instante me aterra la idea de que los agentes vuelvan. - Lo siento. Lo siento. Venía buscando a Ben y de pronto todos esos agentes salieron de la nada. No sabía a donde ir. Lo siento. No quería asustarte. No grites por favor. - Prácticamente le suplico.
    Seth K. Niniadis
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    Sophia A. Niniadis
    Consejo 9 ¾
    Desde que Ben ganó los juegos me ha entusiasmado la idea de verle en sus visitas. Lo que no me entusiasma es que en algunas ocasiones tenga que verlo frente a todos anunciando a los siguientes tributos. ¿Y si un día salgo selecta? No puedo imaginar como se sentirían él y papá, ni siquiera yo. ¡Dios mío Sophia, no pienses en eso! Aunque el no pensarlo no quita el hecho de que  pueda pasar, más porque dentro de nada serán las cosechas. Cada vez que llega esta época las madres miman a sus hijas y los padres juegan con los suyos, tratando de recuperar todo el tiempo perdido en pocos días. Para papá y yo no es muy diferente. Es raro acompañarlo al trabajo, cocinar juntos, o jugar como lo hacíamos cuando estaba mamá y recién nos mudamos; normalmente nos dividimos los deberes y lo espero en casa mientras el trabaja, pero supongo que las cosechas cambian a las personas y unen a los hijos con sus padres por el simple temor de no volver a verlos. No puedo mentir, y es que yo tengo miedo de que en una de esas me seleccionen y ya no pueda regresar con papá. Tengo miedo de que un día me vaya como lo hizo mamá dejando a mi ser más querido completamente solo. Un suspiro se me escapa, no es momento de pensar en eso, aunque resulta casi inevitable. ¿Cómo lo estará pasando Benedict? En poco tiempo vendrá aunque sea por unas cortas horas, y no puedo comprender del todo qué tan mal podría estar mi mejor amigo. La edición pasada sacó el nombre de Alex, mi compañero de clase, aquel chico pelirrojo que me resultaba agradable. Su partida no fue como ver a Ben y Mel irse pero igual dolió, incluso cuando no pensé que sería tan profundo, resulto que sí. Todos le extrañamos en el salón, aunque muchos prefirieron olvidar su existencia. Yo no podría hacer eso, olvidar a alguien porque el recuerdo es doloroso... Qué patética me volvería si hiciese eso.  

    Hoy fue un día algo diferente. A poco tiempo de las cosechas papá decidió no ir a trabajar. Entonces los dos preparamos un desayuno delicioso, como buffet de reyes; vimos una película que rentó mientras comíamos helado, jugamos turista mundial, ¡Incluso redecoramos mi casa para pajaritos! No pude contener el recuerdo de Eva-Evo soltando carcajadas y haciendo que papá se burlara de mí, pero al final, supongo que no la pase tan mal. Después de una mañana y parte de la tarde como esa, sólo quiero descansar. Papá me habla para comer y salgo de mi cuarto con una sonrisa en el rostro que a él siempre le ha gustado ver, si se esforzó tanto para que nos divirtiéramos a pesar de sus preocupaciones, es lo menos que le puedo dar como regalo.  El olor de la pizza me hace apresurarme para salir. Saco los platos y vasos y el se encarga de servir el refresco. Agarramos nuestra primer rebanada saboreando ya la comida. Papá enciende el televisor buscando algo bueno para ver mientras yo le doy una mordida a la punta de mi pedazo de pizza. Tengo una especie de rutina para comerla: Primero muerdo la punta, luego le quito la orilla y le pongo un poco de salsa picante, esa que a mi papá no le gusta tanto; una vez que me la acabé, rompo por pedacitos lo que me queda y me la termino aderezándola con la salsa. Casi todo el tiempo que hago eso escucho a mi padre decir que coma la pizza de una forma "normal", pero termino por evadir sus comentarios y comer más lento dándole a entender que no dejaré de hacerlo, además sabe más rico y la disfruto más. Para cuando termino mi primer pedazo papá ya va en el segundo, y cuando acabo con el siguiente ya ha comido tres y está levantando todo lo que hay en la mesa. - Tú sí que eres un glotón, papá. - Él se ríe y yo sonrío. Así es como somos, un equipo que se formó a partir de una familia rota.

    Terminamos de levantar y nos echamos en el sofá colocándonos en nuestras posiciones: él cuan largo es por todo el sillón, y yo hecha un ovillo en la esquina. Sus ronquidos me confirman que está más que perdido en sus sueños y opto por cerrar mis ojos también, como son las tres del tarde podemos danos el lujo de dormir un ratito, pero sólo un ratito. La realidad se desvanece de a poquito hasta que el sueño termina de arrastrarme a una tierra completamente diferente. Entonces varios ruidos en el exterior y una voz conocida se encargan de levantarme. - ¿Qué sucede papá? - Pregunto con un ojo cerrado y el otro abierto; sin embargo su expresión me da a entender que algo importante está sucediendo y por primera vez me percato del ruidazal que hay afuera. ¿Qué está pasando en el distrito? Sin recibir una explicación concreta soy enviada de vuelta a mi habitación con los nervios a flor de piel. Una vez dentro cierro la puerta con seguro y asomo un ojo a través de la cortina que cubre la ventana. No se puede ver mucho pero por lo que se alcanza a escuchar mejor no averiguo, más tarde papá me dirá qué sucede. Durante todo ese tiempo me mantengo pegada a la puerta, tratando de descifrar lo que hace mi padre, pero sin entender del todo. Después de un largo rato vagando en la incertidumbre, todo regresa a la normalidad y la voz del hombre que tanto quiero me confirma que puedo estar más tranquila.

    Me arrojo sobre mi cama con un peso menos, soltando todo el aire que había contenido en varios suspiros. Vaya que las cosas se han complicado aquí. Cierro ligeramente mis ojos abrazando una de mis almohadas hasta que un sonido me hace voltear a toda velocidad al tiempo que mi corazón da un vuelco. La figura de Seth me hace arrojar la almohada y justo cuando estoy por gritar, me cubre la boca. ¿Qué hace él aquí? Y por "aquí", no me refiero precisamente al cuatro. Me mantengo inmóvil durante unos tres minutos después de que habla, tratando de estabilizarme, hasta que logro respirar hondo y apartar su mano despacio. - Que susto me has metido... - Comento soltando otro suspiro cansado. - ¿Por qué... Por qué estás aquí? Es decir... Bueno, ya sabes... - Con una mano libre señalo mi habitación y hago varios círculos con los dedos tratando de decir "mi casa." Con un ademán logro safarnos de nuestro lugar y me acomodo en mi cama sin verle del todo. ¿Qué pasará si papá entra y lo ve? Tampoco sé por qué había tantos agentes afuera. - ¿T-te escondes de los agentes? - Tal vez no es la mejor pregunta para hacerle, pero después de tanto tiempo con el estómago contraído por el susto, merezco aunque sea una explicación. Por otra parte puede resultar algo que no me quiera decir, estaría en todo su derecho de no hacerlo. - No voy a gritar, pero aún así no entiendo nada. -
    Sophia A. Niniadis
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    Seth K. Niniadis
    Fugitivo
    Me mantengo donde estoy con la respiración acelerada y los ojos cargados de súplica, tarda un poco en calmarse pero cuando siento su mano intentando retirar la mía de sus labios tiembla menos que yo, eso me da la seguridad suficiente para soltarla. Una sonrisa asoma ante sus primeras palabras, ya sé que le he metido un susto. Sacudo la cabeza ligeramente y mientras hace todas esas preguntas noto su respiración contra mi piel. En el momento en el que noto eso noto más cosas. Mi pierna apoyada entre las suyas para sostener parte de mi peso, su estómago chocando contra el mío cada vez que respira, incluso mi mano peligrosamente cerca de su pecho porque está apoyada entre su cuerpo y su brazo. Me levanto murmurando un lo siento nuevamente, que probablemente se funda con el susto que le metí y sacudo las manos para quitarme la sensación extraña que tengo.

    Doy varios pasos hacia la ventana para asomar un ojo entre las cortinas y mirar al exterior. Aún hay gente consternada por lo que sea que ha pasado y que todavía no estoy seguro de no haber provocado yo. Cuando un agente de la paz, o lo que creo que es un agente de la paz entra en mi campo de visión, suelto la cortina y me pego a la pared, dando un paso hacia un lado para apartarme de la ventana. Siento mi respiración explotar velozmente cada vez que pasa eso y llevo mi vista hacia Sophia cuando vuelve a hablarme. - Ben no está en su casa y su padre no me abre. Creo... que está tirado en el sofá. Espero que borracho porque parece muerto. - Ella seguramente estará acostumbrada a eso más que yo, que es la primera vez que lo veo de esa forma. Suelto un nuevo suspiro cargado de alivio para dejarme resbalar por la pared poco a poco hasta que quedo sentado en el suelo con las rodillas casi pegadas al pecho y las manos volviendo a recuperar el calor que los nervios parecen haberme robado.

    Iba a decirle que me escondí porque me dio miedo, porque incluso si quedo como un cobarde me ahorra tener que explicar cosas en las que no debería meterla, pero ella hace la pregunta y no hace falta ser un genio para que se me note en la cara que la respuesta a esa pregunta es sí, me escondía de los agentes de la paz porque creía que iban buscándome a mi. - No tenía a donde ir. No conozco a nadie. Ben no está y... si me pillan me matarán. - O peor aún. Me mandarán a los juegos como hicieron con Silván hace apenas unos meses. Esa idea me aterra, porque ahora, después de lo que pasó con mi hermano, sé que aunque lo intenten, no me salvarán de allí; todo dependerá de mi y yo no estoy listo para eso. - Por eso Ben no te habla de mi - Bajo la vista al suelo. Lo nuestro ni siquiera debería salir a la luz alguna vez, porque si saben que tiene relación con los rebeldes, el que la niñita del cuatro esté haciendo estupideces y provocando que les odien; será solo el principio. - Se supone que yo no debería estar aquí. Ni siquiera debería conocerte, o conocerle a él. Se supone que yo no existo, que me morí cuando casi incendian el reformatorio hace ya más de un año. - Que diga ese tiempo en voz alta me consterna. ¿Realmente ha pasado más de un año desde entonces? Parece demasiado tiempo y aún así, también me parece muy poco. ¿Cuantos meses llevo con tío Sean? Suelto un suspiro. No recordaba lo bien que se estaba cuando puedes dormir toda la noche sin preocuparte de que alguien vaya a intentar ahogarte para demostrarte algún estúpido punto de lo poco a salvo que estás. - Es un poco triste - Murmuro, tirando de los puños de mi camisa hasta que me cubren las manos y entonces arrugo la tela que sobra en el puño, pasando parte de mi dedo cubierto por la manga por las líneas del suelo. - Pero Ben es el único amigo que tengo.
    Seth K. Niniadis
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    Sophia A. Niniadis
    Consejo 9 ¾
    Asiento cuando habla acerca de Ben y su padre, creo que ya voy comprendiendo. El señor Franco la mayor parte del tiempo tiene una botella de licor en la mano, o al menos la mayor parte de las veces que lo veo, claro que cuando viene Ben se compone, pero aún así es algo... Bueno, no es que sea de mi incumbencia. - Lo más seguro es que haya tomado de más... - Murmuro pensando en lo mal que lo debe estar pasando por estar separado de Ben. Benedict igual perdió a su madre, y sus hermanos poco a poco se desvanecieron, en cierto sentido es como yo, puesto que sólo nos queda nuestro padre; pero obviamente nuestras vidas son completa y totalmente diferentes en dificultades. Tan sólo espero que ambos estén bien. Observo a Seth mientras se asoma por la ventana y en menos de un minuto vuelve a pegarse a la pared y sentarse en el suelo. Supongo que afuera había un gran alboroto para que haya acabado metido debajo de mi cama. - Oye... ¿Cuánto tiempo llevabas ahí abajo? - Ladeo ligeramente la cabeza. Cuando papá me mandó de vuelta a mi cuarto me metí sin revisar nada, y el único ruido que había era el de los gritos de las personas en la calle... Creo que habrá aprovechado el alboroto para esconderse aquí, pero aún así no salió hasta que todo se calmó. Debe haber estado tumbado en el polvo de mi piso un buen rato. - Es que no debe ser muy cómodo estar respirando tanto polvo, eh. - Sonrío ligeramente mientras mis dedos comienzan a jugar con mi cabello. No podría imaginarme el estar escondida de esa manera, seguro que Seth la pasó muy mal. Además... Puede que me haya metido un gran susto, pero por su rostro me doy cuenta de que no es nada comprado a lo que le está pasando a él. En cierto modo no me importa ya que se haya escondido aquí, porque estoy segura que Ben hubiera hecho lo mismo, si es su amigo también lo ayudaré.

    Escucho con atención todo lo que dice sin dejar de enrosca ni un sólo instante mis dedos en los pequeños rizos que se forman en las puntas de mi cabello. Cando dice que se supone que está muerto, suelto un "ohhh", con un gesto en exceso sorprendido. Definitivamente no puedo imaginar todo lo que habrá pasado y lo que está por pasar, él y Ben deben llevar una vida demasiado complicada. La mía por el contrario... Es tan simple y aún así termino por quejarme de al menos una cosa al día, qué horror. Recuerdo cuando aún era una niña pequeña y me la pasaba jugando con Ben en el patio de la casa, viendo a los pajaritos o haciendo tiendas de campaña con sábanas robando a escondidas todos los postres de la alacena. Todo era tan sencillo y lindo pero se esfumó en un abrir y cerrar de ojos. Los recuerdos quedan, pero a veces las personas no y es algo que no puedo soportar. Me pregunto... Me pregunto si Seth habrá tenido recuerdos tan bonitos como los que conservo yo. Seguro que sí, espero que sí. Por un momento escucho pisadas cercanas a mi puerta y un leve toque que me hace pararme y caminar a toda velocidad. Papá abre y yo sostengo la perilla dejándolo ver sólo una fracción de mi habitación, que es cubierta por mi cuerpo. - ¡Papá! ¿Qué haces aquí? Es decir.. Creí que... que... ¡Seguirías durmiendo!, eso. - Un risa nerviosa se me escapa y él me ve con una ceja alzada preguntando si todo va bien. No puedo dejar que vea a Seth... Después de un minuto de inventarle excusas, se harta y se macha diciendo que si necesito algo sólo lo llame. Cierro la puerta mientras un suspiro se me escapa y me dejo resbalar hasta el piso.

    Volteo hacia el lugar donde se encuentra Seht repasando cada una de sus facciones. Un ruidito me indica que papá cerró la puerta de su cuarto, no creo que salga hasta que le de hambre. - Bien, ya se fue... - Me levanto y regreso a sentarme sobre mi cama mirando a Seth de soslayo. No sé qué decirle, ni siquiera sé si le agrado o no. Es decir, cuando Ben me lo presentó no hizo falta sacarle mucha conversación porque entonces Benedict estaba en el centro y todo giraba en su entorno. Ahora que las cosas se han calmado... - Lo que dijiste hace un momento... Acerca de que Ben es tu único amigo... No tiene que ser así. ¿Sabes? Tal vez también podría ser tu amiga, ¿Sí? - Alzo levemente los hombros con una pequeña sonrisa dibujada en mis labios. Si Ben y Seth son amigos, quizá yo también pueda ser parte de ese grupo. - ¿No estás incómodo en el piso? Digo, ya estuviste mucho rato ahí. Ven, siéntate aquí. - Con un ligero movimiento en mis manos señalo mi cama esperando a que venga para aquí.
    Sophia A. Niniadis
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    Seth K. Niniadis
    Fugitivo
    Me siento un poco, no, bastante aliviado de que para ella sea normal que el padre de Ben parezca muerto en el sofá. Cuando dice que ha bebido mucho asiento, sé que bebe aunque nunca lo había visto así; ahora todas las cosas sobre lo poco que a Ben le gusta a hacer eso tienen más lógica que antes. Incluso con el frío que me provoca el suelo poco a poco recupero el color y también el ritmo de mi corazón normal, sintiendo cierta vergüenza por el tiempo que llevo allí metido. Ni siquiera sé cuanto es, pero es bastante como para haber pasado todo el sucedo debajo y además, haber entrado primero que ella. - ¿40 minutos? no estoy seguro. Estaba más preocupado por si iba a atragantarme con el polvo e iban a acabar pillándonos a todos por mis estornudos. - Bromeo. Obviamente no era eso lo que me tenía precisamente histérico ahí abajo.

    Sigo con la mirada el movimiento rítmico de sus dedos que de alguna forma me relaja tanto como las bromas, pero poco dura porque entonces llega su padre. Me pego a la pared como si fuese posible fundirme con ella y desaparecer. En cuanto más parece que va a pillarme más para un lado me echo. Acabo pasando desapercibido pero mi corazón empieza a resentirse por tanta alarma de hoy. Por un momento pienso en que no sería tan malo que su padre me viera, siempre puedo decir que somos amigos, y que me colé por la ventana porque no quería molestar a nadie. Claro está que luego pienso en todas las películas que he visto los últimos días porque con eso de no tener que asistir al colegio tengo mucho tiempo libre, y la mitad de los padres no estaban muy felices de que sus hijas tuvieran amigos. Muchos incluso sacaron un rifle para dejar bastante claro lo muy en desconforme que estaban. - ¿Tiene tu padre armas en casa? - Murmuro de pronto en lo que pretende ser una broma pero lleva un poco de en serio. - Pregunto solo por si acaso. - Me encojo de hombros aunque con una ligera sonrisa asomándome en los labios.

    Me mantengo en mi sitio como si fuera el único lugar en el que tuviera derecho a estar. Recuerdo que la última vez que vine a éste sitio con Ben hablaban de una foto. Inconscientemente la busco por la habitación y la encuentro donde estaba entonces. Reparo en ella de nuevo al escuchar su voz y me siento un poco violento. Pocas personas en el mundo me han dicho eso, es más, creo que Ben que es la única persona que me soporta ni siquiera me lo ha dicho. - ¿Estas segura? Soy insoportable - Pretende ser una broma pero en realidad no lo es. Yo soy la persona menos soportable de este mundo; por eso Jared me habla a gritos, por eso mi madre se larga con los rebeldes y me deja solo cada vez que puedo, por eso le hice daño a Allen. Como si todos los recuerdos fueran una bomba aparecen en mi mente, ese momento donde Allen se desmaya después de que me pasase al menos cinco minutos despreciándolo cuando se supone que intentaban hacerme ver que éramos una familia; rara, pero una familia. No quería hacerlo, pero lo hice. - Se me da bien hacerle daño a la gente. - Cruzo mis brazos sobre las rodillas quedándome donde estoy, otra vez con la sensación de que ni siquiera me merezco un sitio en su cama. - Resulta más fácil acabar con ellos antes de que ellos acaben contigo - Hace años, cuando seguía viviendo en el seis preocupándome solo de lo miserable que era mi vida porque mi madre no estaba, no me importaría. Pero ahora, siempre pienso en ¿y si muero hoy? ¿y si muero mañana? ¿quien me echará de menos? entre más pienso en eso más me doy cuenta de que en realidad, la única persona que me echaría de menos es Ben. Y tío Sean quizá.

    Me mantengo en silencio un rato y en la misma postura mirando la cama cuando me la ofrece con la misma naturalidad que su amistad. Es diferente cuando te encuentras con gente como ella, o como Aud, o como Alice. Ellas son amables y hay una parte de ti que sabe que no puedes ser borde con ellas, aunque se lo merezcan. Pongo las manos en la pared y me levanto dando varios pasos hacia la cama y luego dejándome caer en el borde, botando y además haciéndola botar con ella lo cual me hace un poco de gracia. - Está bien, acepto la cama, y acepto tu amistad con una condición - Levanto mi dedo delante de ella ladeando la cabeza y luego arrugando l anariz. - Dos. - levanto otro dedo sin mover la mano. - Una, quiero algo de comer. Me muero de hambre. - Oculto una sonrisa, aunque no muy bien porque se nota de todas formas.  - Y dos... Si me comporto como un capullo me pegas. - Voy bajando un dedo por cada vez que le digo una de las condiciones y luego extiendo mi mano. - ¿Trato?
    Seth K. Niniadis
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    Sophia A. Niniadis
    Consejo 9 ¾
    - ¡¿40 minutos?! - Tal vez es una reacción sobre-exagerada, además no debería levantar tanto la voz porque papá podría volver pensando que algo me sucede, pero estar abajo de mi cama casi una hora... Vaya, yo no aguantaría. Pff... Debería dejar de decirme "yo no podría", "no me lo imagino", y hacer algo al respecto. Al final mi gesto exagerado es cambiado por la risa que me causa su comentario y termino sonriendo. - Qué bueno que no fue así, seguro que debajo de mi cama hay mucho polvo. - No es que no limpie, pero hay veces que por tratar de terminar antes para poder salir o hacer otras cosas, o por el simple hecho de que hacer la limpieza me da una pereza mortal, no reparo en los lugares que tienen algo encima o las esquinas. Papá todo el tiempo me recrimina eso pero sigue igual, es por eso que al final de cada mes hacemos la limpieza general de la casa y sacamos toda la basura que ya no utilizamos. Las cosas cambian un poco en cuanto papá sale del cuarto y no puedo evitar verlo con las cejas alzadas cuando pregunta lo del arma. - Tal vez... - Río un poco y niego con la cabeza. Papá con un arma... Seguro que ha tenido una en mano, pero visualizarlo así... Dios, no.  Río una vez mas y me encojo de hombros. - Es probable que guarde una en el cajón de la cocina... No lo sé. - Está claro que no.

    - Tomaré el riesgo... - Sonrío. Dudo que Seth sea una persona insoportable. Aunque si lo dijera de verdad no tendría nada de malo, bueno, no es que yo sea la persona más agradable del mundo. Tampoco es que tenga tantos amigos de los que pueda presumir, en realidad, todo se resume a Ben. Y tal vez Kira, pero hace tiempo que no la veo y no quisiera llegar de la nada a incordiar a su casa, aunque siendo vecinas es más fácil vernos y topar ocasionalmente. En la escuela no siempre platico, y cuando lo hago termino por arrepentirme puesto que ahora las niñas se la pasan llevando revistas y hablando de actores guapos o cosas por el estilo. No puedo creer que se comporten de esa manera, es decir, hay tantas cosas diferentes en las que se pueden fijar y su vida viene siendo eso... Si leyeran un libro, o hicieran otras cosas... Sin embargo yo también suelo atascarme con algunas actitudes y no puedo criticarlas por ello. Recuerdo el día en que conocí a Audrey en el ocho, fue la primera persona que hablaba de libros y lo feliz que era leyéndolos, además piensa que un niño sin cerebro no vale nada, me agradó mucho por ello e incluso tuve la oportunidad de verla después, creo que ella también puede ser considerada como mi amiga, es muy linda. Frunzo el ceño cuando dice que es bueno dañando a los demás. ¿Estará intentando convencerme de que no es buena idea ser amigos? Mmmm... Tal vez lo hace por algún motivo, o tal vez lo estoy imaginando todo. Vuelvo a alzar los hombros con gesto despreocupado. No creo que sea verdad... Es amigo de Ben y debe ser por alguna razón, dudo que lastime a todos de esa manera.

    Estoy por decirle algo cuando con pasos cortos e inseguros llega hasta mi cama y se sienta. Sonrío de lado sintiéndome inusualmente satisfecha asintiendo mientras habla. Alzo las cejas sin dejar de mostrar mi sonrisa. - Te escucho. - Dos condiciones... Ante la primera no puedo evitar reírme un poquito. Claro que yo igual tendría hambre después de haberme quedado tanto tiempo en el suelo tratando de controlar mi respiración. Escucho la segunda ya con el humor por las nubes y estiro mi mano hacia él. - Trato. - Estrecho nuestras manos y las muevo un poco de arriba abajo para "sellar el acuerdo", de pequeña solía estrechar los meñiques con las personas cada vez que hacía una promesa. No sé porque ese pensamiento se cola en mi mente y me hace sonreír con nostalgia notando como todo fue cambiando mientras crecí. Los juguetes ya no están, tan sólo el muñeco que Ben y yo nombramos como su papá agregando el "Jr", únicamente porque me causaba pesar deshacerme de él, tantos recuerdos tiene acumulados; en el tocador ahora hay pintalabios y perfumes con diversas fragancias, incluso la foto que tengo con Ben la cambié al escritorio que ahora tiene una pequeña computadora que no suelo usar mucho. Suelto un suspiro regresando a la realidad. - Vuelvo en un minuto. - Todavía queda pizza en la caja así que no habrá problema si tomo un par de rebanadas.

    Salgo de mi cuarto abriendo la puerta muy despacio. Si papá descubre a Seth aquí me mata. Aunque pensándolo bien tal vez no sea tan mala idea contarle, seguro que lo entenderá... Y después me castiga de por vida, mejor no. Salgo a hurtadillas hasta que llego al comedor. Papá guardó la pizza en el refrigerador, bah, tendré que calentarla. Tomo un plato en silencio y cojo de la nevera dos rebanadas, si tiene hambre creo que estará bien así... Aunque los hombres suelen comer más que las mujeres... Bueno, ya pensaré en algo más tarde. Meto el plato con ambas rebanadas en el microondas y pongo el tiempo adecuado para que no estén heladas. Sigo temiendo que papá salga de su cuarto. En lo que se calienta la comida, lleno un vaso con agua y saco una servilleta. Saco el plato y lo acomodo entre mis brazos de tal manera en que no se me vaya a caer nada. Camino despacio hasta que doy con mi puerta. Como tengo las manos ocupadas la empujo con mi pie y entro tratando de ir más rápido para poder dejar la comida en la cama. - Toma. No queremos que te mueras de hambre, ¿Verdad? - Una sonrisa se asoma por mis labios y me siento con más calma dejando el plato a su lado y el vaso sobre el escritorio. - Provecho, Seth -
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    Seth K. Niniadis
    Fugitivo
    Le hago "shhhh!" cuando grita, aunque sinceramente no sé porqué. Es su casa y la que va a salir castigada es ella si la pillan. En fin, no es como que su padre tenga algún tipo de potestad sobre mi como para castigarme también. ¿Desde cuando no me castigan? una mueca aparece en mi rostro que intenta ser pensativa pero también es levemente confusa, no recuerdo a nadie castigándome nunca; a tío Sean quizá pero él no cuenta, nunca tuvo autoridad lo que se dice autoridad, siempre es tan dulce que con un "chupame las bolas" y un portazo era más que suficiente para que su castigo quedase invalidado. Todavía me acuerdo de lo que era soportar a su ex, esa psicóloga insoportable que creía saberlo todo sobre el mundo e intentaba dialogar conmigo; no es que le fuera muy bien porque si algo sé de mi mismo, es que cuando estoy cabreado, el diálogo no es una opción en absoluto.

    Suelto un tsk mirando a Sophie dudando cuando dice que su padre si tiene un arma. No parece segura pero más vale prevenir que lamentar. Ya he recibido suficientes disparos por mi vida e inconscientemente mientras pienso en eso, me llevo la mano a la herida del pecho y rasco la cicatriz con la punta de los dedos. No me duele, no me rasca tampoco, es un gesto completamente involuntario. - Oh por dios - Dramatizo un poco, aunque sí que me preocupa. - Dime que al menos es de los que primero preguntan y luego disparan - Porque sino, estoy en problemas de verdad. Palpo mis bolsillos buscando mi varita y acabo por localizarla bajo la pernera derecha del pantalón, lo cual me produce un alivio incondicional. Quizá si soy suficientemente rápido pueda evitar que me vuele la cabeza por estar en la habitación de su hija.

    Me levanto de la cama casi por respeto cuando se marcha, pero el respeto me dura bastante poco porque me pongo a cotillear entre sus cosas. Es la segunda habitación de una chica en la que estoy, la primera vez que estuve aquí no cuenta porque iba con Ben y bueno, él suaviza mucho las cosas además era SU amiga, no la mía. Y la de Aud... bueno esa sí que cuenta, aunque solo entrara por los libros que me leía y que cuando la besé en el patio de la casa dejó de leerme. En realidad dejó de hacer cualquier cosa conmigo y algo me dice que la culpa es exclusivamente mía. Suelto un suspiro fijándome en los libros de la estantería que aparecen más acorde con el resto de la habitación que el maquillaje de la mesita. Una risa asoma en mis labios cuando recuerdo que Ben miró a Sophia como si se hubiera pintado como un payaso y que seguramente fue con ese maquillaje. Eso también me recuerda esa sensación de malestar y de querer pegar a mi amigo por estar siendo insensible con ella. ¿Si ahora somos amigos eso me da el derecho de preguntar cualquier cosa? ¿Incluso ESO? Nunca he tenido amigos así que no estoy seguro de cual es el protocolo a seguir y tal.

    Todavía estoy meditando si tengo o no tengo derecho de preguntar cuando vuelve, y la mayor parte del tiempo me he entretenido leyendo un libro. Esa no era mi actividad preferida precisamente hasta hace poco; desde que empecé a echar de menos las cosas típicas como tener deberes de clase que no he hecho a tiempo, cada vez que tengo la oportunidad de hacerlas, las hago con más gusto. Cierro el libro de golpe y lo dejo en sus manos a cambio del plato con la pizza. El primer trozo prácticamente lo engullo cambiando mi mirada del libro que ahora sostiene en sus manos. - ¡Leeme! - Le suelto al ver que simplemente lo sostiene, y lo cual es una especie de exigencia a modo de broma que se nota por mi sonrisa de después, mientras pongo el plato sobre una mesa cercana y sostengo el segundo trozo de pizza con la mano comiéndolo considerablemente más despacio que el primero. Apoyo mi espalda en el cabecero de la cama mientras la escucho, manteniendo mi vista en todo momento puesta en ella.

    Su voz envuelve la habitación mientras empieza a leerme, o tal vez solo envuelve mis oídos, no estoy seguro del todo; recuerdo que no me gustaba leer porque mi madre cuando eramos pequeños siempre venía a mi habitación, nos sentaba a los tres en la misma cama y abría el libro de los cuentos de Beedle el bardo. Si no era ese, era cualquier otro. Muchos de los cuentos muggles los conocí así, escuchándola hablarnos antes de dormir. Cuando ella se fue, todo pasó y esas cosas tan insignificantes dejaron de tener valor. Hasta ahora. Hace semanas estaba seguro de que me gustaba Audrey porque cuando me leía, provocaba que cada una de mis neuronas se pusiese en marcha y lo único que tuviesen en cuenta del mundo era ella. Pero me equivoqué. Sophia de alguna manera me provoca esa sensación también. Seguramente es cosa de chicas lectoras. - ¿Te gusta Ben? - Las palabras salen de mi boca cuando acabo la pizza y llevamos un rato solo escuchando su voz en la habitación contando historias sobre una chica que acabó perdida en otro mundo por error. Todo se para tan de golpe, su voz, incluso su respiración, que hasta puedo oír como late su corazón, evidentemente acelerado por un tema delicado.

    Me produce una cierta satisfacción haber dado en el clavo. - No se lo voy a decir. - Desvío mi mirada hacia otro lado porque yo también me siento un poco violento por estar metiendo mis narices donde, a lo mejor, nadie me llama.
    Seth K. Niniadis
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    Sophia A. Niniadis
    Consejo 9 ¾
    La cama se hunde un poco en el lugar donde me siento y dejo el plato con la comida, que en seguida agarra Seth para dejarme, en cambio, un libro. ¿A Seth le gusta leer? Bueno, es normal que no supiera eso debido a que la última vez que lo vi, fue también la primera, y en este especie de encuentro estaba más preocupada pensando de dónde se había materializado como para preguntarle por lo que hace en su tiempo libre o de las actividades que son de su preferencia. En mi salón no a  muchos les gusta leer así que es algo... casi nuevo para mí. Ladeo un poco la cabeza mientras come, ¿Qué excusa le inventaré a papá cuando vea que hacen falta dos rebanadas adicionales a las que nos comimos? Tal vez podría decirle que con tanto susto me puse a comer algo para tranquilizarme... No, eso suena absurdo. Si le digo que me dio más hambre puede funcionar pero sólo conseguiría que me llamara tragona o algo por el estilo. Entre tanto revoltijo de ideas para excusarme, no me percato de que Seth ya ha acabado de comer su primer rebanada y ahora me está hablando. Me sobresalto un poco cuando me pide que le lea soltando una risa algo nerviosa, es broma, ¿No?. No recuerdo bien la última vez que leí en voz alta, creo que había sido porque la maestra de literatura pidió que leyéramos una de nuestras historias favoritas... Casi no me gusta leer en voz alta, pero a veces resulta entretenido compartir aquello que nos gusta. A mí me gusta leer. Sonrío un poco notando que, sin darme cuenta de cuándo, me encuentro aplastando el libro contra mi estómago. Observo la portada y luego a Seth mientras, con más tranquilidad, da la primera mordida de la segunda rebanada. Me encojo de hombros y lo abro hojeando las primeras páginas hasta que llego al capítulo uno. - Te advierto que no soy la mejor lectora del mundo. - Sonrío un poco antes de comenzar a leer.

    El libro que sostengo en las manos se titula "Alicia en el país de las maravillas", uno de mis favoritos. Hace poco lo terminé de leer por segunda ocasión y acabé soñando cosas sin sentido, aunado a eso me di cuenta de que los vestidos azules no van conmigo. Poco a poco avanzo, paso de página sin despegar ni un sólo instante la vista del papel, creo que, o Seth sigue comiendo, o se quedó dormido puesto que no habla. Quizá no lea tan mal después de todo y esté atento a la lectura, sí eso puede ser una posibilidad también. Me sorprende lo fácil con que mis palabras fluyen por el cuarto y hacen eco en el mismo, como si salieran del libro. Por inercia empiezo a imaginar cada una de las escenas. Al inicio Alicia está con su hermana aburrida por un libro que no tiene dibujos, y un instante después aparece un conejo blanco con chaleco y reloj al que se le hacía "tarde". Luego Alicia lo sigue y cae por una madriguera que parece no tener fin. Es divertido leer acerca de esto, pero sí que era atolondrada esa Alicia, supongo que en eso nos parecemos. Internamente suelto una risa cansada. ¿Estaré leyendo bien? Digo, yo me escucho normal, pero, ¿Qué tal si la historia en mi boca suena aburrida?, ¿O si estoy leyendo sólo para mí? Me ha pasado que creo que leo muy bien pero realmente mi voz suena tan queda que nadie puede entender lo que digo. Rayos, no sé por qué leer en voz alta me pone así, digo, no es la gran cosa.

    La voz de Seth vuelve a sobresaltarme y me hace trabarme en la lectura. Perdí la línea. Mis manos tiemblan un poco aún sosteniendo el libro y ahora mi voz tienen tono inseguro, mis ojos se abren de par en par con una sorpresa infinita, estoy segura que de estar parada mis piernas me fallarían. Cierro el libro sin despegar la vista, ahora de la contraportada. No lo entiendo... Mi corazón... Es como si pudiera escuchar su palpitar, incluso siento que mi cara arde. ¿Qué me sucede? Nunca me había pasado esto. Pero también nunca me habían preguntado semejante cosa, para todos Ben y yo somos "los amigos que se conocen desde hace mucho tiempo", ¿Por qué me pasa esto a mí? - Bueno yo... - "No se lo voy a decir", esa frase me da un poco más de seguridad para alzar despacio la vista. Seth y yo ahora somos amigos pero... Bueno, seguro que este tipo de cosas se le cuentan a los amigos, aunque no estoy acostumbrada a ello, eso es lo que llaman confianza, ¿No?, aún así preferiría contarle esto a una chica. ¿Cuándo me comencé a sentir así?  No lo sé. - Él no me... gusta. No... bueno... Benedict fue el primer chico que aún llamándome "no tan fea", fue capaz de agradarme. Lo conozco desde los seis años y... no lo sé. - Sin darme cuenta me convertí en cómplice de los planes más ingeniosos para los niños pequeños, comencé a reírme aún cuando tenía pocos meses de haber perdido a mamá, luego las tiendas de campaña y la casita de los pajaritos... Ben es mi mejor amigo y no quiero que eso cambie. - Es sólo que siempre fuimos él, su hermana y yo. Luego pasó lo que pasó y se hizo vencedor, las niñas comenzaron a notar que respiraba y... Es horrible pensar en que siempre estuve a su lado y aún así... - Ni yo sé qué siento. - Me puso de malhumor escuchar que tuviera novia, supongo que... estaba un poco celosa. ¡Pero amo nuestra amistad! Y es... frustrante. - Nunca imaginé que acabaría contándole estas cosas a Seth, pero heme aquí. Sienta bien decir lo que pienso o siento. - No... No se lo vayas a decir. - Hago una leve mueca atreviéndome a mirarlo por completo, mi cara podría confundirse con un tomate. - ¿Fui tan obvia? -
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    Seth K. Niniadis
    Fugitivo
    Vuelvo a mirarla, algo de reojo al principio evaluando si voy a tener que retirar mi pregunta y quedarme con las ganas de saberlo, o si ha colado y va a contármelo; entonces es cuando puedo ver que está pálida, quieta y que parece intentar dejar de respirar. Me esfuerzo bastante en ocultar una sonrisa por cada palabra que sale de su boca. De verdad he dado en el clavo. Esta experiencia es prácticamente nueva para mi, no porque yo no sea intuitivo sino porque nunca he tenido que usar mi intuición con nadie. Me re acomodo en la cama pegando más mi cuerpo al espaldar para así no estar tan recostado y tener toda mi atención en ella. - ¿No tan fea? - Pienso en porqué diablos le dijo algo así y luego pienso en que son amigos de toda la vida. Seguramente tendría suficientes pocos años como para que "no tan fea" dicho a una chica no le supusiera que le rajaran la garganta. - Que mal se le dan las chicas. - Obviamente si no fuera por mi, jamás habría tenido esa no-cita que si era una cita pero Amelie no sabía que era una cita con Amelie.

    Bajo la vista hacia mis manos pensando en lo que dice de los celos, a veces pienso en que Ben tiene más amigos y me pone neurótico porque yo solo le tengo a él. Aunque después recuerdo que nuestra situación no es la misma. Yo no puedo tener una casa al lado de la suya, o asistir al mismo colegio o tener el mismo empleo que él. Es más, cada segundo de su vida que pasa conmigo, está arriesgándose a que lo maten. Aún así, el egoísta de mi se queda y vuelve cada mes porque he llegado a ese punto donde espero cada 14 marcándolos en una tabla y contando los días como un preso esperando su libertad. Claro está que nuestros celos están en dos extremos diferentes en este momento. Ella lo siente desde la perspectiva de una chica que ha tenido a alguien para sí todo el tiempo, yo... bueno, del miedo que en el fondo me aborda de que encuentre a alguien con quien no arriesgue su vida cuando vaya a la playa. Hago una leve mueca con la boca encogiéndome de hombros cuando ella dice algo que me suena realmente familiar, de la última vez que Ben y yo pasamos la tarde juntos. - Si, lo noté. - Murmuro refiriéndome a que repentinamente todas las chicas de su curso lo notan, porque seguramente son las mismas que nos encontramos en el parque cuando le dio por jugar al Fútbol, y digo dio porque ese día no estaba ni para jugar al veo veo. - La última vez que vine, el... ya sabes, esa noche que pasamos todos juntos; cuando fuimos al parque no paraban de pasar chicas que le miraban y se reían. Ya sabes, como si tuvieran un secreto. - La típica actitud de las adolescentes cuando se vuelven locas por el mismo chico todas a la vez.

    Encuentro gracioso que me pregunte si era tan obvia y suelto una ligera risita. - No - Digo, alargando la vocal un poco para restarle importancia. En realidad solo fue obvia porque yo los estaba mirando, como si fueran un partido de tenis. Tal vez en otras circunstancias ni siquiera lo habría visto. - Es solo que... bueno, te cambió bastante la cara y Ben es bastante idiota por no notarlo. - Bajo mi vista hacia los zapatos que ahora intento molestar con mis manos solo para tener algo que hacer. - Ya sabes, es un chico y los chicos somos idiotas la mayor parte del tiempo - Todo vino secundado por el momento indignación de "yo no lo sabía", o al menos eso se pensó él. Extiendo mi mano y recupero el libro cuando sus manos ya están más destensas y lo giro hacia mi, apoyándolo ligeramente contra mi estómago poniendo la vista en un punto al azar. - ¿Sabes? Ser amiga de toda la vida te pone por encima de todas las novias que tenga o chicas que le gusten, si tú quieres - Estoy a medias leyendo y a medias hablando, así que pese a tener mi atención más en la segunda cosa que en la primera, parece todo lo contrario. - Está escrito... en el sitio donde... no se, donde todas las cosas están escritas - Me río y alzo la vista por encima del libro. - Es como una ley universal.
    Seth K. Niniadis
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    Sophia A. Niniadis
    Consejo 9 ¾
    El recuerdo de cuando conocí a Ben sale a flote con su pregunta. Oh, claro que me llamó así en cuanto me vio, era un niño arrogante a simple vista pero que resultó ser el mejor amigo de todos los tiempos. Ese día robamos el pastel que su mamá se encargó de cocinar para nosotros, hicimos una carpa con sábanas en mi cuarto, jugamos con Eva-Evo y comimos por pedazos tamaño mundo el aperitivo hasta quedar manchados de chocolate y llenos hasta no poder más. Definitivamente todo ha cambiado demasiado desde entonces. - Creo que era su manera de decir "gusto en conocerte", aunque nunca se sabe. - Levanto los hombros con sutileza en un gesto por intentar restarle importancia, aunque en realidad me gustaría seguir recordando, rompiendo a carcajadas con los buenos momentos donde éramos tan inocentes que ni siquiera nos dábamos cuenta de lo que sucedía a nuestro al rededor; y sufriendo con las despedidas antes de los juegos o partidas a la isla y Capitolio. Repito mi acto cuando menciona que se le dan mal las chicas. No sé si Ben sea bueno con ello o no, pero para mí no deja de ser él, el niño que no se da cuenta de cuando le gusta a una niña o no, el que hace bromas de las que después se pueda arrepentir pero que termina por sacarte más de una sonrisa. Creo que la única persona que me puede hacer enojar y reírme al mismo tiempo. Por eso es que no lo había notado. O tal vez sí lo había hecho pero me negaba a creer que un día alguien más lo haría, quién sabe.

    Suelto un bufido cuando me cuenta lo de las chicas riéndose como idiotas. - Es molesto, ¿Sabes? Se quieren hacer a las lindas sólo porque ahora es famoso, o creció, o qué sé yo, pero son una real molestia, además se comportan como engreídas casi todo el tiempo. - Ok, creo que los celos me hacen daño. No debería generalizar tanto con las chicas, sé que no todas se comportan de esa manera, pero me enfurece que la mayoría trate de llamar la atención siempre que pueden, digo, no se necesita una cara bonita, una risa tonta y falsa, o hacerte la linda para agradarle a alguien, creo que con ser quien soy es suficiente, pero aún así... No puedo evitar sentirme de esta manera y eso me hace rabiar el doble. Pff... Tal vez si me dedicara a conocerlas me caerían mejor y tendría otro concepto de ellas... No lo creo, ya lo he intentado, pero ese tipo de personas no cambian y terminan por mostrar su verdadera naturaleza echándote cuando "no tienes nada interesante que aportar", es por eso que prefiero llevarme con chicos o con otro tipo de niñas, que piensan antes de actuar y que son lindas por naturaleza y no por compromiso; niñas como Audrey y Kira, que sin darte cuenta terminan por preocuparte y hacerte sonreír demasiadas veces; o niños como Ben y Alex, que son torpes pero agradables, aunque uno ya no viva y al otro no lo vea siempre.

    Que Seth me conteste con un poco de sarcasmo me hace sonrojarme más. Entonces sí fui obvia. Una risa se me escapa al recordar ese momento en que las lágrimas se me salieron y pensé que Ben era un torpe por pensar que fue por no habérmelo contado. - No se dio cuenta en ese momento, Ben sí que es un tonto. - Suelto otra risa. Tal vez la relación que tenemos él y yo ya está tan marcada por todos los años que tenemos de conocernos, que no reparamos en los cambios que cada uno ha tenido en todo este tiempo. - Concuerdo, un idiota de pies a cabeza. Juro que creí que era mi fin. - Me tumbo en la cama dejando todavía algo de espacio entre Seth y yo, dejando escapar mi aliento. No creí que fuera tan fácil hablar con él, mucho menos al tratarse de este tema. Siento que la cama se mueve un poco y volteo para encontrarme a Seth acomodándose junto al libro. Regreso a mi posición antigua soltando otro suspiro aunque más largo. Estiro mis brazos en dirección al techo viendo con atención mis manos, tengo una uña rota. Los bajo y escucho la voz de Seth apoderarse de la conversación. No sé si tenga razón, aunque espero que sí. - Ajá... - Creo que está más en el libro, pero no importa mucho. - Ben es como mi hermano... Se supone que no te debe gustar tu hermano, ¿No? - La imagen mental que se me forma me parece perturbadora. Claramente hay algo mal en mí. - ¿A ti... a ti te gusta alguien, Seth? - No me siento con la confianza para hacerle ese tipo de preguntas, pero para cuando me doy cuenta ya he soltado mi duda y no puedo dar marcha atrás, espero que no me odie por preguntar.
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    Seth K. Niniadis
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    Bufo una última vez pensando en una situación donde Benedict pudiese llamarla "no tan fea". Hace algunos años me sonaría lógico, cuando eres pequeño las chicas son casi el enemigo; al menos esas eran la clase de cosas que veía mientras me retraía en mi mismo en el rincón más alejado del patio para que nadie me hablara. Era más fácil no tener que ver en su cara las expresiones de lástima dirigidas hacia mi por la reciente muerte de mi hermano, y también porque inocentemente creía que el remedio infalible para no volver a tener que sentirme de aquella forma, tan solo y tan desesperado, era simplemente no implicarme emocionalmente con nadie. Pero pasarme años viendo a la gente, aunque no me da todas las respuestas, me da algunas de ellas. Las chicas siempre están divididas por grupos y sectores, además dentro de los propios grupos hay varios tipos de chicas que se compensan entre sí. Luego están aquellas que van solas, chicas heridas o que simplemente no encajan en el mundo por lo que se auto marginan; y después, están las chicas como Sophia, son lindas pero no lo saben, y por lo general hacen cosas que algún idiota calificó que eran solo para nerds, por lo que pasan desapercibidas para aquellos que desesperadamente huyen de esa etiqueta.

    Su comentario sobre las chicas gritonas me hace reír porque en medio de todas las palabras y el tono con el que las dice, se nota un arraigo de celos que si antes no era visible, ahora lo es. - En mi colegio del 6 también lo hacían, y prácticamente por todos - Especialmente en las horas de educación física donde las chicas se quedaban haciendo gimnasia a la sombra y el resto eramos enviados a la cancha de fútbol bajo el sol a luchar por el balón como si de una guerra se tratara. Las cosas se ponían bastante feas y a veces había heridos; ese era el motivo de que las chicas se quedaran fuera de todo eso. - Especialmente por los marginados. Ya sabes. Chico malo... chica buena queriendo meterse en problemas... la combinación perfecta - Choco dos dedos de mi mano diferentes entre sí, para dejar claro que eran tan incompatibles que parecían estar buscando apostar un chico con el cual no tuvieran nada en común. Cuando termino de hablar me doy cuenta de que echo esas cosas de menos. Estando allí me fastidiaban bastante porque pese a mis intentos de pasar desapercibido había grupos que me seguían a todas partes. Cualquier chica estúpida de 14 años tiene el sueño involuntario y utópico de ser la primera en entrar en el mundo de alguien que se ha cerrado por completo.

    Tiene mucha gracia, que después de tantos años de gente intentándolo, sea Benedict quien haya conseguido romper ese muro que puse a mi alrededor. Ahora dentro no está solo él, está Audrey y Sophia también. Es más fácil hablar con gente que no te mira con lástima cuando pierdes a alguien, sino que coge un montón de piedras, roba cigarrillos y te obliga a ser un delincuente por al menos una noche. - Aunque eso parece... tan... lejano - No me había dado cuenta hasta ahora de cuanto tiempo llevo en el once. Más de un año. Todo ese tiempo sin asistir a clases, sin ver a nadie que no fuera la gente del 11, todas las mañanas madrugando para entrenar, para aprender a defenderme, aprendiendo sobre armas que ni siquiera sé pronunciar. Hace tanto tiempo que ni siquiera hago deberes que al intentar recordarlos solo tengo la sensación de que me gustaría poder hacerlos una última vez. - No me había dado cuenta de cuanto tiempo había pasado desde la última vez que pensaba en lo estúpidas que eran las chicas de mi clase - Y no solo porque ya no voy a clase, sino porque esos gestos de intentar arreglarse el cabello, desviarte la mirada mientras te hablan y verlas quedarse sin palabras, ya no me parece molesto, sino adorable.

    Sacudo la cabeza bruscamente y suelto una risa que se mezcla con la suya cuando llama a Ben tonto. - Pero eso ya lo sabias. Eres su mejor amiga, seguro que lo sabes tooodo sobre él. Incluso lo tonto que puede llegar a ser -  Dejo caer el libro sobre mi pecho, abierto por donde estaba y con las manos aún puestas en los bordes del mismo como si en cualquier momento fuera a ponerme a leer. Dejo mi mirada en el techo y después giro mi rostro hacia ella chistando. - Es como tu hermano porque os lleváis bien, sería como decir que yo soy como un muerto porque casi me matan una vez. - Y antes de que crea que me lo invento estiro el cuello de mi camisa donde a la altura del pecho bastante cerca del corazón, está la marca de un balazo. Una cicatriz de hace mucho tiempo que me recuerda que una vez estuve a punto morir. - Además, seguro que es mejor salir con una persona que te conoce como él, ¿no? sabe que te gusta, que no te gusta y todas esas cosas. - Mi voz se agudiza ligeramente, como cada vez que sé que tengo razón y aunque no la tenga nadie me va a hacer cambiar de opinión.

    En cuanto pregunta si a mi me gusta alguien dejo de mirarla y miro hacia otra parte volviendo a levantar el libro para, por un momento, parecer ocupado. ¿Esto es lo que sintió ella cuando yo le pregunté si le gustaba Ben? Suelto un suspiro. Ahora siento que debería haberme quedado callado mi estúpida pregunta porque así podría darme el lujo de no responder ésta. - Un poco - Acabo por admitir. - Aunque no debería. Ella si que no debería gustarme - Porque alguna vez alguien decidió que ser primos y quererse no está bien. - Es la hija de mi tío. No sabía que existía hasta hace un par de meses. - Bufo mascullando alguna tontería. - Da igual. Me rechazó. Lo superaré - Suspiro sentándome en la cama pasando la página del libro y después mostrándoselo con un gesto bastante vago. - Me gustaba oírla leer. Supongo que esa es una de las cosas que echaré de menos de cuando éramos amigos. - Y quizá sus tortitas y sus consejos de sabelotodo.

    El reloj atrae mi atención cuando marca con un campanazo la hora en punto. Me paro de golpe de la cama al darme cuenta de la hora. Lo primero que hago es dejar el libro donde lo encontré antes de acercarme a la ventana para mirar hacia el exterior, las calles están prácticamente desiertas excepto por alguna que otra persona que pasea luego del susto que nos han dado esa tarde. Salto por la ventana y caigo al césped con un ruido sordo. Espero alguna mirada de las personas que pasan cerca pero nadie repara en un chico que escapa de la casa de una chica. Después me giro hacia Sophia y esbozo media sonrisa. - ¿Vamos? siempre me pierdo yendo a la estación y es tarde. Como no llegue a tiempo vas a tener que acogerme toda la noche y parte de mañana. - Comento eso último como si fuera lo peor que puede pasarle sin poder evitar reírme, ayudándola a salir sin hacer ruido, porque creo que ya tenemos bastante con su padre haciendo ruido regularmente en alguna parte de la cocina.
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    - Son lo peor, por eso no me junto con ellas. - Suelto una pequeña risa, pero mi tono va cargado con amargura y todavía una pizca de celos que le da un toque extra. Realmente no soporto a esas chicas. Recuerdo que cuando era pequeña tenía una amiga, Lily, la consideraba como mi mejor amiga en el jardín de infantes, pero después de un tiempo fue cambiando, dejamos de hablar al entrar a primaria a pesar de ir en el mismo salón. Las cosas cambiaron, ella creció mucho más rápido, se hizo guapa y todos volteaban a verla, cosa que alentó su egocentrismo y la volvió presumida. Entonces de fondo quedamos la otra mitad de las niñas que no resaltan mucho. No me interesa si llamo la atención de alguien o no, pero sí que detesto cuando alguna niña de su grupo se acerca con intención de hacernos sentir menos, no sé qué les pasó, o bueno, sí que lo sé pero... Bah, mejor no pensar en ello. Todos tienen los recuerdos de cuando estaba en el jardín de niños, o al menos la mitad de las personas que conozco aún guardan esos detalles en su memoria, cuando era tan fácil llegar con otro chico, empezar a jugar, descubrir un mundo nuevo en esa persona completamente diferente a ti, y decirle que a partir de ahí serían inseparables y los amigos que pudieran existir. Incluso yo tengo ese tipo de recuerdo en lo que respecta a Ben. A veces me gustaría, no lo sé, que las cosas fueran tan sencillas como entonces.

    Río al ver el gesto que provoca entre sus dedos y asiento. - Se encuentra de todo. - Me paso la mano por el cabello tratando de alejar unos pelillos rebeldes que no dejan de caer sobre mi frente y estorbarme. Mis intentos son en vano puesto que acaban por resbalar y regresar a su sitio, así que resoplo un poco y dejo de esforzarme por arreglar un poco mi cabello. Ladeo un poco la cabeza asintiendo cuando vuelve a hablar. Hace pocas semanas conocí a Seth en una de las visitas de Benedict, así que no tengo la menor idea de cómo va su vida, por lo que no me queda más que asentir o encogerme de hombros mientras lo escucho. - A veces todo avanza tan rápido que da miedo. Yo aún puedo recordar el último día en que estuve con mamá como si hubiera sido ayer, todas las cosas que solíamos hacer, el desayuno que preparaba con más frecuencia, las canciones que cantaba para hacer desaparecer a los monstruos; absolutamente todo. Lo único que con el tiempo se volvió borroso, fue el día siguiente a su partida, en que papá tuvo que salir todo el día y toda la noche con la desesperación en su rostro para ir a buscar a su esposa. Sólo logro recordar la manera en que me abrazó y me pidió perdón. Creo que es la única vez que lo vi llorar. Fuera de eso, no hay nada. Una vez leí que el cerebro elimina aquellos recuerdos dolorosos para las personas, tal vez sea cierto. - Yo suelo pensarlo todos los lunes... y martes, y miércoles... Aunque no las de tu clase, sino las de mi clase, ya sabes... - Creo que las explicaciones están de más, pero aún así me molesto en darlas a pesar de que al principio, por la forma en que uso mi tono y ademanes, voy en broma.

    - Durante la ceremonia de coronación de los juegos que ganó, nos encontramos y me dijo que había tomado alcohol, luego fue a hacerle una rabieta a Amelie. Sip, Ben puede llegar a ser un poco torpe a veces, pero igual así es genial. - Alzo los hombros con una sonrisa dibujada en el rostro. Hago una muequita cuando vuelve a hablar, pero antes de que pueda preguntar si se trata de una broma o no, Seth me muestra su cicatriz, haciendo que me quede completamente callada y con gesto serio. ¿Por cuántas cosas ha pasado este chico? No sé qué decir, mis problemas se vuelven nada en menos de lo que esperaba. Creo que no debería meter más la nariz donde no me llaman así que agacho un poco la cabeza y luego lo miro, no con lástima, pero sí con tristeza y curiosidad en exceso. - Bueno sí... Pero... No lo sé, no me veo a mí misma saliendo con Ben a menos que sea porque le hizo algo al gato de la vecina y tengamos que escapar. - Agacho otra vez la cabeza manteniendo unos minutos el silencio hasta que me da por reír nuevamente, pero esta vez de forma nerviosa, levantando los hombros, no sé qué diría Benedict de enterarse de todo esto. Probablemente primero me vería sin creerlo, comprobando si hay algo mal en mi cabeza o enfermé, y después se desmayaría, correría, o pediría una explicación coherente para todo. No, creo que vería todo venirse abajo, es por eso que no quiero hacer mencionar de esto frente a él, no importa si termina doliendo o me arrepiento, para mí todo va genial ahora y... Bueno, además él tiene novia, o a Amelie y yo ya no encajo en esas cosas, no con él. - No sé cuándo pasó todo esto, y mucho menos qué hacer, Seth. - De un momento a otro me siento con la confianza de hablarle con tono preocupado y desearía contarle más cosas o preguntarle algunas otras. Termino por desplomarme en la cama soltando uno de los muchos suspiros del día, son suspiros del corazón.

    En cuanto Seth responde a mi pregunta quiero desaparecer o tener una máquina en el tiempo para cerrar la boca antes de hacer mención del tema. Sin duda alguna no debí preguntarle, me doy cuenta cuando demora en contestar y a parte de todo, lo hace casi como en murmuro y con un tono cansado y algo deprimido. - Lo siento, yo... no debería haber preguntado... Aunque... No creo que todo esté acabado, digo, no la conozco a ella y apenas empiezo a llevarme contigo, pero... no lo sé... - Mi frase acaba en un susurro casi inaudible y conforme hablo siento la sangre subir a mi cabeza. No sé qué más podría decir, lo mejor será quedarme callada un buen rato. Internamente hay una voz reprendiéndome, resulté ser una entrometida también.

    En cuanto Seth sale disparado por la ventana, me levanto a la misma velocidad y me asomo con gesto confundido, ¿Ya se va? Sonrío ante su comentario respirando con más tranquilidad. - Oh vamos, ya estuviste casi una hora bajo mi cama y me metiste el susto del año así que no creo que pueda ser tan malo. - Vuelvo a reír tomando su mano como apoyo para salir, cayendo al césped sin hacerme daño alguno. Comenzamos a caminar en silencio, hasta que a alguien se le ocurre hablar con preguntas ocasionales o temas banales, me alegra haber dejado el tema de Ben, y creo que él también se siente más aliviado sin que yo pregunte más acerca de su prima. Después de caminar unos minutos, estamos frente a la estación. - Aquí me quedo yo. Puedes ir a mi casa cuando quieras, pero asegúrate de usar la puerta esta vez, recuerda el cajón de la cocina. - Trato de bromear un poco con una sonrisa contorneando mis labios, me alegra haberme hecho amiga de Seth.
    Sophia A. Niniadis
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    Seth K. Niniadis
    Fugitivo
    Mientras andamos me meto las manos dentro del bolsillo porque fuera refresca. La noche ha caído, y de noche la temperatura siempre sube. Suelto una leve risa ante la escena de Ben que describe en al coronación. Hasta hace poco, yo no era muy asiduo de los juegos, es más sigo sin serlo. Los veo cuando nos obligan, el resto del tiempo intento poner mi atención en otra cosa. Salvo por Silván. Cuando Silván fue era incapaz de quitar los ojos de él, como si pudiera hacerlo regresar a fuerza de voluntad. Suelto un suspiro que probablemente se lleva el poco calor que quedaba en mi todavía sacudiendo la cabeza. - Eso suena bien. Para empezar. - Murmuro girándome un momento para empezar a andar de espaldas, de modo que estamos uno frente al otro. - Aunque, si te pones celosa cuando habla de otras me parece que en el fondo si que te ves con él, al menos un poco - O sus celos serían injustificados. Tal vez sea de esos momentos donde alguien no quiere estropear lo que tiene. He oído muchas veces a chicos decir que lo único que los detiene con una chica es precisamente no querer perder lo que tienen ahora si lo toro sale mal.

    De todas maneras no insisto más, yo no soy precisamente lo que se dice un experto en el amor, aunque finja serlo de vez en cuando. Si bien no lo sé todo respecto a eso, sí que he aprendido varias cosas solo observando como otros metían la pata. Como la veo un poco avergonzada al respecto vuelvo a mi posición de antes, caminando junto a ella y me dejo ir hacia un lado, chocando así su hombro contra el mío lo cual la desequilibra un poco yo me hace reír. - Igual no tienes que decidir ahora. - No hay prisa después de todo. ¿no?. - Puedes simplemente esperar. Mi tío Sean dice que todas las cosas se ponen en su sitio tarde o temprano. - Puede que después de varias chicas insustanciales, Ben se de cuenta de que siempre ha tenido delante lo que estaba buscando en otra parte. Eso suena bien en mi cabeza, y de pronto se me antoja acelerar el proceso por muy estúpido que parezca.

    Sacudo la cabeza cuando se disculpa porque aunque el tema me incomoda ligeramente, no es el fin del mundo. - Es igual. Me lo gané a pulso. - Me encojo de hombros. - Apenas me conoce. - Y otras cuantas cosas más, como que somos primos, que no soporta a mi tío y que probablemente tampoco me soporte a mi y solo esté siendo amable porque le doy un poco de pena. Antes de darme cuenta estoy bastante fastidiado porque si algo me molesta, es dar pena. Con Ben las cosas siempre son fáciles porque estamos en el mismo estatus. Él sabe lo que es perder a un mellizo, él sabe lo que es ver a todos los de tu alrededor tratándote de otra forma. El sabe que son las cosas que no tiene que hacer porque también le molestan a él del mismo modo en el que me molestan a mi. Y todo eso... viceversa. Me río porque intenta animarme y arrugo la nariz en una mueca. No creo que su opinión sobre mi sea la misma que la de Audrey sobre mi, al menos a Sophia no la he besado sin su permiso todavía. Sacudo la cabeza y suelto una risa ante sus palabras sobre el susto que le metí y siento el impulso de disculparme otra vez aunque no lo hago. - No te maté del susto. Eso me tranquiliza. Ya sabes. No sé como iba a explicarle a Ben que había matado del susto as u mejor amiga - En realidad ni siquiera sabría como explicarle que acabé bajo la cama. Después de pensarlo un rato me doy cuenta de que eso es lo más fácil de explicar, porque seguramente lo sucedido esta tarde ha sido noticia en todo el país.

    Después de toda la conversación casi cual del camino, esperamos en la estación algunos cuantos minutos. Nadie pregunta por nombre, nadie se molesta si quiera en reparar nuestra existencia, y ese es precisamente el motivo de que sea tan fácil moverse entre distritos mientras no haya carteles con tu cara pegados en todas partes. Cuando me invita a su casa una próxima vez alzo una ceja levemente, riendo por su intento de broma. - Me da que la puerta no es una opción, pero la próxima vez prometo tocar la ventana al menos. - Alzo mi mano para despedirme de ella y avanzo hacia la estación. Algunos pasos más allá me giro para ver si se ha marchado ya. El tren llega a la estación con un ruido sordo, y algunos pasos se mueven en su dirección mientras personas están ansiosas por ser los primeros en subir. Mis ojos conectan con los suyos un momento y esbozo una sonrisa que pretende ser una despedida y que no estoy seguro que note porque en ese momento su rostro cambia, intenta advertirme de algo demasiado tarde porque unos brazos me envuelven, una mano se posa sobre mis labios y me impide gritar y después de eso, desaparecemos sin dejar rastro con mi corazón amenazando con salirse del pecho por el repentino subidón de adrenalina.

    Aparezco en el once y lo reconozco porque es la sala de estar donde pasé demasiado tiempo allí. Caigo al suelo de rodillas y me giro retrocediendo. Me topo con la sonriente mirada de mi madre. Entonces, estalla la guerra entre ella y yo. Esto es algo que no pienso perdonarle jamás. No puede tratarme como a una mercancía! No puede simplemente hacer conmigo lo que se le antoja! ¿qué le voy a decir a Sophia? dios... ¿qué se habrá pensado que pasó? Esa noche le grito hasta que me quedo sin voz, y ella me grita a mi hasta que se harta.
    Seth K. Niniadis
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