VERANO de 247521 de Junio — 20 de Septiembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
¿Qué ficha moverás?
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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El día que tanto se había hablado en televisión había llegado, hoy después de mucho tiempo la isla de los vencedores será abierta no sólo a agentes de la paz o gente con mucho poder sino también a amigos, familiares, conocidos y no tanto, para que pudieran estar presentes en uno de los momentos más importantes de la vida de dos de nuestros queridos mentores. Poco a poco los arreglos de la plaza central están terminados, las luces el servicio y sobre todo se puede distinguir en la playa como una pequeña carpa cubre un sencillo altar para adornado con luces que conforme el sol se va poniendo adquieren más visibilidad. Todo es tan tranquilo que lo único que se puede escuchar son las olas del mar chocando contra las rocas que hay cerca de la playa, las aves y uno que otra orden que se le da a loa avox para que terminen su trabajo antes de que los invitados lleguen.
La seguridad no es algo que se haya tomado a la ligera, no señor. Si creían que cualquiera podría pasar están completamente equivocados, la isla es un punto muy importante y por ello se ve a varios agentes de la paz vigilando los alrededores, entradas y salidas preparados con sus uniformes que los distinguen de algún civil con órdenes estrictas de no dejar pasar nada que parezca sospechoso. Los mentores aguardan en sus casas mientras que Samantha Hallyburton y Anthony Fénix se alistan en sus respectivas carpas acompañados de sus más fieles compañeros, amigos que se han hecho a lo largo del tiempo y que ellos quieren que estén a su lado en el momento más importante de sus vidas.
El sol comienza a ponerse y con ello la llegada de aerodeslizadores con invitados de todas partesd e NeoPanem, mujeres con elegantes vestidos y hombres con trajes que los hacen ver considerablemente mejor. Los agentes comienzan su trabajo, reciben las invitaciones y registran a los invitados, no queremos problemas en un día que debe ser perfecto ¿O sí?. Conforme los invitados pasan la entrada encuentran un camino que los llevará directamente a la playa, donde se celebrará la playa. La plaza central es el punto de salida y se puede ver, conforme van avanzando los adornos y las luces que hacen que su pequeño trayecto resulte entretenido. Lo músicos preparan sus instrumentos a un costado del altar, los avox con sus trajes comienzan a atender a los invitados llevándolos a sus asientos y sólo queda esperar a que los mentores se incorporen para poder dar inicio a la ceremonia.
La seguridad no es algo que se haya tomado a la ligera, no señor. Si creían que cualquiera podría pasar están completamente equivocados, la isla es un punto muy importante y por ello se ve a varios agentes de la paz vigilando los alrededores, entradas y salidas preparados con sus uniformes que los distinguen de algún civil con órdenes estrictas de no dejar pasar nada que parezca sospechoso. Los mentores aguardan en sus casas mientras que Samantha Hallyburton y Anthony Fénix se alistan en sus respectivas carpas acompañados de sus más fieles compañeros, amigos que se han hecho a lo largo del tiempo y que ellos quieren que estén a su lado en el momento más importante de sus vidas.
El sol comienza a ponerse y con ello la llegada de aerodeslizadores con invitados de todas partesd e NeoPanem, mujeres con elegantes vestidos y hombres con trajes que los hacen ver considerablemente mejor. Los agentes comienzan su trabajo, reciben las invitaciones y registran a los invitados, no queremos problemas en un día que debe ser perfecto ¿O sí?. Conforme los invitados pasan la entrada encuentran un camino que los llevará directamente a la playa, donde se celebrará la playa. La plaza central es el punto de salida y se puede ver, conforme van avanzando los adornos y las luces que hacen que su pequeño trayecto resulte entretenido. Lo músicos preparan sus instrumentos a un costado del altar, los avox con sus trajes comienzan a atender a los invitados llevándolos a sus asientos y sólo queda esperar a que los mentores se incorporen para poder dar inicio a la ceremonia.
* El traje elegante es obligatorio.
* Todo el mundo ha sido invitado sin embargo, aquellos personajes que de alguna forma no conocen a los novios o a sus familias, deben inventarse y tener una excusa realista.
* La boda será cerrada el 30 de Marzo a petición de los contrayentes (porque no quieren retrasos) así que para hacer más ligeros los posteos, hacedlos pequeños.
* Por razones obvias, los exiliados y ciudadanos del distrito 11 no pueden entrar.
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Nunca voy a entender la manía que tienen con peinarme, en serio. En cuanto mi estilista sale de mi habitación, me miro al espejo que se encuentra en la puerta del armario y me despeino por completo, dejando el cabello apuntando hacia todas direcciones. Cuando miro el resultado, sonrío satisfecho, porque así se está mucho mejor; odio los peinados con gel. Me metieron en el mejor traje que pudieron encontrar, teniendo en cuenta que siempre me ponen cosas ridículas o asquerosas, pero este no está tan mal, incluso creo que me gusta. Tanto el pantalón, como el fino chaleco que llevo bajo el saco, son de un azul oscuro, casi negro, y ni se notan los tiradores que están de simple adorno. Y creo que nunca tuve puesta una camisa tan pero tan blanca y que nunca antes había agradecido tanto la falta de corbata. No me gustan.
Me pegan un grito para que me apresure y cierro la puerta del armario de un portazo, saliendo rápidamente del cuarto mientras tanteo mis bolsillos para chequear que no olvido nada; en el pasillo me choco con Amelie, que a juzgar por la toalla que lleva en la mano recién está yendo a darse una ducha, y la sonrisa floja e idiota no tarda en aparecer en mis labios sin que sea capaz de controlarme. Incluso me paso una mano por la cabeza como si al despeinarme un poco más, me viese mejor - Una boda. ¿No es un poco extraño y cursi para ti? - comento con diversión, dándole una palmadita en el brazo. Paso por su lado para comenzar a bajar por la escalera, pero me detengo a medio camino para girarme y volver a mirarla - me gustaría mucho que decidas ir. Ya sabes... me ahorras el disgusto de estar solo - otro grito más para que me apresure, de modo que hago un gesto con la mano para despedirme y salgo disparado hacia afuera. Tener un papel en estos eventos es hasta estresante.
Nunca en mi vida fui a una boda, o no que realmente cuente, porque solamente fui a una cuando era muy pero muy pequeño, tanto que apenas la recuerdo. Las demás, casi siempre me quedaba en casa mientras papá y mamá las atendían y luego, ya dejamos de tener vida social. Así que, cuando Anthony me pidió que sea uno de sus padrinos, tuve que ponerme a buscar información en libros y en internet (después de quedarme mudo y conmovido durante quince minutos). Él y yo no somos grandes amigos, a decir verdad, pero es de los pocos mentores que me agradan; no parece loco y tiende a hablarme con educación, además de que me deja ir a molestarlo de vez en cuando si me aburro y necesito que alguien juege a la pelota conmigo. Y también me deja robarle comida de las alacenas.
En cuanto llego a la zona del festejo, me indican la carpa donde debo entrar, pero mientras voy avanzando entre las personas que van y vienen con los preparativos, reparo en que mi poca capacidad de retener información me juega una mala pasada. Al final miro una carpa, luego la otra que se encuentra un poco más allá, y sin pensarlo demasiado entro en la primera. No tengo que ser un genio para darme cuenta de que me he equivocado cuando escucho los grititos femeninos al interrumpir y, pidiendo disculpas como un idiota, salgo corriendo hacia la carpa correcta, a la cual entro con el corazón en la garganta - acabo de ver a tu casi esposa - le anuncio a Anthony, intentando no reírme por culpa de los nervios y la gracia, mientras avanzo hacia él para darle unas palmadas en la espalda a forma de saludo. Tengo entendido que eso hacen los hombres - ¿qué tal tus ánimos para el gran día? ¿No estás muriéndote? - papá siempre dice que el día de su boda con mamá estuvo a punto de vomitar varias veces, así que sospecho que es lo normal. Saludo al resto con un movimiento de la cabeza y vuelvo a asomarme por la entrada, intentando divisar entre la multitud a Amelie. Y a Zyanelle, a quien invité solamente para no estar solo y porque creí lo correcto, pero de la cual no obtuve jamás una respuesta concreta y... ¿por qué diablos Amy tiene que ser tan bonita? Meto la cabeza en la carpa luego de verla entre la multitud que se está acercando y paso saliva. Ahora mismo no sé si estoy seguro de que quiero que Zyanelle venga.
Me pegan un grito para que me apresure y cierro la puerta del armario de un portazo, saliendo rápidamente del cuarto mientras tanteo mis bolsillos para chequear que no olvido nada; en el pasillo me choco con Amelie, que a juzgar por la toalla que lleva en la mano recién está yendo a darse una ducha, y la sonrisa floja e idiota no tarda en aparecer en mis labios sin que sea capaz de controlarme. Incluso me paso una mano por la cabeza como si al despeinarme un poco más, me viese mejor - Una boda. ¿No es un poco extraño y cursi para ti? - comento con diversión, dándole una palmadita en el brazo. Paso por su lado para comenzar a bajar por la escalera, pero me detengo a medio camino para girarme y volver a mirarla - me gustaría mucho que decidas ir. Ya sabes... me ahorras el disgusto de estar solo - otro grito más para que me apresure, de modo que hago un gesto con la mano para despedirme y salgo disparado hacia afuera. Tener un papel en estos eventos es hasta estresante.
Nunca en mi vida fui a una boda, o no que realmente cuente, porque solamente fui a una cuando era muy pero muy pequeño, tanto que apenas la recuerdo. Las demás, casi siempre me quedaba en casa mientras papá y mamá las atendían y luego, ya dejamos de tener vida social. Así que, cuando Anthony me pidió que sea uno de sus padrinos, tuve que ponerme a buscar información en libros y en internet (después de quedarme mudo y conmovido durante quince minutos). Él y yo no somos grandes amigos, a decir verdad, pero es de los pocos mentores que me agradan; no parece loco y tiende a hablarme con educación, además de que me deja ir a molestarlo de vez en cuando si me aburro y necesito que alguien juege a la pelota conmigo. Y también me deja robarle comida de las alacenas.
En cuanto llego a la zona del festejo, me indican la carpa donde debo entrar, pero mientras voy avanzando entre las personas que van y vienen con los preparativos, reparo en que mi poca capacidad de retener información me juega una mala pasada. Al final miro una carpa, luego la otra que se encuentra un poco más allá, y sin pensarlo demasiado entro en la primera. No tengo que ser un genio para darme cuenta de que me he equivocado cuando escucho los grititos femeninos al interrumpir y, pidiendo disculpas como un idiota, salgo corriendo hacia la carpa correcta, a la cual entro con el corazón en la garganta - acabo de ver a tu casi esposa - le anuncio a Anthony, intentando no reírme por culpa de los nervios y la gracia, mientras avanzo hacia él para darle unas palmadas en la espalda a forma de saludo. Tengo entendido que eso hacen los hombres - ¿qué tal tus ánimos para el gran día? ¿No estás muriéndote? - papá siempre dice que el día de su boda con mamá estuvo a punto de vomitar varias veces, así que sospecho que es lo normal. Saludo al resto con un movimiento de la cabeza y vuelvo a asomarme por la entrada, intentando divisar entre la multitud a Amelie. Y a Zyanelle, a quien invité solamente para no estar solo y porque creí lo correcto, pero de la cual no obtuve jamás una respuesta concreta y... ¿por qué diablos Amy tiene que ser tan bonita? Meto la cabeza en la carpa luego de verla entre la multitud que se está acercando y paso saliva. Ahora mismo no sé si estoy seguro de que quiero que Zyanelle venga.
Hoy es la boda de Anthony y apenas he podido dormir. Estoy cansado porque tengo un bebé y además tengo que hacer ejercicio y además comer. Uno a veces no puede con tantas responsabilidades, especialmente lo del bebé. Poco a poco va resultando más fácil, es decir, hay un patrón, Katie no me cree pero lo hay. A veces Del duerme por las noches toda la noche, entonces le da hambre temprano, pero si durmiendo se despierta varias veces por pesadillas o pañales sucios, suele tener hambre tarde. Y así un sin fin de ejemplos que podría poner, pero claro, ve tu a discutir con una madre histérica capaz de darte un guantazo si le llevas la contraria. Tardan millones de años vistiéndome, no sé para que si vamos a la playa, pero total, que casi dos horas después yo estoy más que listo. Katie decide que no va a bajarse, y por supuesto no le parece a nadie (sí, a jer tampoco) una buena idea que me baje yo con la bebé así que todos los Mills se quedan en casa por esta tarde y me dejan la obligación de darle las felicitaciones por ellos a Anthony en su lugar.
Llego a la carpa de Anthony bastante tarde, para entonces ben ya está dentro. - ¿Necesitas algo? O eran las novias las que andaban pidiendo cosas? - No recuerdo haber asistido a una boda a lo largo de toda mi vida, así que es poco lo que sé respecto a ésto más que lo que escucho a mi abuela y pregunté a Paul algunas semanas atrás cuando me enteré de que junto a dos personas más iba a ser el padrino. Claro está, la obligación del padrino a parte de impedir que el novio huya como un cobarde, es la de satisfacer sus necesidades y reducirle el trabajo acumulado. Pero nosotros no hemos tenido que hacer básicamente nada. La boda se ha organizado sola. Miles de estilistas y diseñadores de todo el país prácticamente PAGARON para diseñar todo lo que está colocado. Creo que como mucho nos limitamos a asentir y consentir lo que iban a hacer. Más Anthony que nadie.
Curioseo fuera como acto reflejo de ver a ben haciéndolo, pero como no conozco a muchos ni estoy esperando a nadie, simplemente echo un vistazo alrededor. - Ha venido mucha gente, no sabia que fueras tan popular -
Llego a la carpa de Anthony bastante tarde, para entonces ben ya está dentro. - ¿Necesitas algo? O eran las novias las que andaban pidiendo cosas? - No recuerdo haber asistido a una boda a lo largo de toda mi vida, así que es poco lo que sé respecto a ésto más que lo que escucho a mi abuela y pregunté a Paul algunas semanas atrás cuando me enteré de que junto a dos personas más iba a ser el padrino. Claro está, la obligación del padrino a parte de impedir que el novio huya como un cobarde, es la de satisfacer sus necesidades y reducirle el trabajo acumulado. Pero nosotros no hemos tenido que hacer básicamente nada. La boda se ha organizado sola. Miles de estilistas y diseñadores de todo el país prácticamente PAGARON para diseñar todo lo que está colocado. Creo que como mucho nos limitamos a asentir y consentir lo que iban a hacer. Más Anthony que nadie.
Curioseo fuera como acto reflejo de ver a ben haciéndolo, pero como no conozco a muchos ni estoy esperando a nadie, simplemente echo un vistazo alrededor. - Ha venido mucha gente, no sabia que fueras tan popular -
El día de anthony ha llegado y yo estoy tan nerviosa como si la que fuera a casarse sea yo. Pocas veces en mi vida me he vestido decentemente, y ésta es una de esas. Enfundada en un vestido de color pálido azul con un montón de adornos alrededor, casi me siento como una princesa, mi abuela ha hecho la broma de que solo me falta la tiara. Pero también, en momentos como éste es cuando me siento menos mujer que nunca. Ya tengo 15 años, casi 16, y mis pechos no parecen tener muchas ganas de crecer. Suspiro y avanzo por la isla solo mirándola, por un rato, en los límites por los cuales me dejan pasar. La playa es la que está decorada para la boda y está realmente preciosa. Recuerdo haber elegido algunos de esos adornos mientras ayudaba a Samantha a decidirse por algo, porque lo cierto es que no conocía a nadie tan indeciso. Yo no soy precisamente una experta en flores, cuando la dependientes nos hablaba de tipos, y colores, y como deben combinarse, yo me quedaba perpleja. Esa es una ciencia que no me iba.
Cuando llego a la carpa de Samantha todo es tensión. Apenas la conozco así que me limito a ser todo lo pequeña e invisible que puedo mientras juego con mis manos insegura. - ¿Quieres que te ayude con algo? O un whisky? mi abuelo dice que los chupitos calman las ansias. - Estiro mis manos casi arrepintiendome de acusarla de estar ansiosa. - Si quieres. No... no hace falta tampoco. - Relacionarme no es lo mio, ni siquiera sé como Anthony y yo acabamos siendo amigos. Pego un grito cuando alguien se cuela en nuestra carpa, más porque me pega un susto que porque sea un chico, y lo reconozco tardíamente como el vencedor del cuatro. - Jesucristo. Tiene mi edad - O al menos mi estatura. A su edad él había ganado los juegos y yo... bueno yo los había programado. Igualmente solo porque es mono creo que lo suyo tiene más valor que lo que hago yo. Y además, admitiré también, que porque soy un poco su fan.
Sacudo la cabeza y vuelvo a centrarme en Samantha, su vestido y lo que necesite que haga por ella para que no le de un infarto.
Cuando llego a la carpa de Samantha todo es tensión. Apenas la conozco así que me limito a ser todo lo pequeña e invisible que puedo mientras juego con mis manos insegura. - ¿Quieres que te ayude con algo? O un whisky? mi abuelo dice que los chupitos calman las ansias. - Estiro mis manos casi arrepintiendome de acusarla de estar ansiosa. - Si quieres. No... no hace falta tampoco. - Relacionarme no es lo mio, ni siquiera sé como Anthony y yo acabamos siendo amigos. Pego un grito cuando alguien se cuela en nuestra carpa, más porque me pega un susto que porque sea un chico, y lo reconozco tardíamente como el vencedor del cuatro. - Jesucristo. Tiene mi edad - O al menos mi estatura. A su edad él había ganado los juegos y yo... bueno yo los había programado. Igualmente solo porque es mono creo que lo suyo tiene más valor que lo que hago yo. Y además, admitiré también, que porque soy un poco su fan.
Sacudo la cabeza y vuelvo a centrarme en Samantha, su vestido y lo que necesite que haga por ella para que no le de un infarto.
Y el gran día llegó. Después de haber estado molestando a Samantha toda la semana, atolondrándola tocando a su puerta casi todos los días, llamándola cada que creía que podría necesitar ayuda... Bueno, después de todo eso, por fin llegó el tan esperado día de la boda. Estoy muy feliz de estar con ella y con Anthony aquí... Corrijo, estoy feliz de estar con ella aquí, puesto que el mentor del tres se está preparando en su carpa junto con las personas que escogió como padrinos. Yo en cambio estoy orgullosa de ayudar a Sam siendo su dama de honor... ¡Realmente feliz! Recuerdo el día en que fui a visitarla y prácticamente ocasioné que se probara los vestidos de la caja. Todos eran muy lindos, y en cada uno que se probaba lucía su figura, Samantha es muy bonita; se probó varios y en cada uno le di mi "consejo de dama de honor", aunque al final las dos terminamos mareadas entre tela y tela y decidimos dejarlos en la caja, no sé cuál habrá escogido pero estoy segura que no importa si viene con traje tradicional o en jeans, se verá genial. El lugar está hecho un alboroto, hay gente por doquier hablando y pidiendo cosas a diestro y siniestro, todos están vueltos una bola de nervios.
Me acerco a ella sonriente. Para hoy, que es una fecha más importante que cualquier otra en la isla, mi estilista se encargó de buscarme al menos cuatro vestidos de prueba y me peinó de diferentes maneras hasta que llegamos a un acuerdo: Llevo un sencillo vestido entre naranja y coral que llega unos centímetros más abajo de mis rodillas, con decoraciones circulares y en espiral, detallado con pedrería del mismo color; mi peinado igual es simple pero elegante y consiste en un estratégico chongo que al final deja caer varios caireles ondulados de mi pelo rubio, por encima tengo un broche con piedritas naranjas. Llego a donde está Samantha y la observo de pies a cabeza, ya sabía yo que deslumbraría más que nadie. De mi bolsa saco un papel, que no sé como llegó ahí pero que en estos momentos viene bien, y comienzo a agitarlo con fuerza para abanicarla y que no se le corra el maquillaje o algo parecido. Estamos en otoño y el clima no es precisamente caluroso, sin embargo el amontonamiento de señoritas esperando a ver en que pueden ser útiles, y los mimos nervios por estar a punto de subir al altar, creo que pueden ser suficientes motivos para hacerla sudar. - Ya verás que todo saldrá bien, Sam. - Le digo con una sonrisa pequeña dibujada en el rostro. Me pregunto cómo lo estará pasando Anthony.
De un minuto a otro cambio la dirección de nuestra fuente de aire directo a mi cara y respiro hondo, no me gusta estar entre tantas personas. Una niña llega y se pone justo al lado ofreciéndole traer una bebida, sonrío ante su gesto hacia mi amiga y me quedo en silencio. Regreso la ventilación a Samantha hasta que un avox llega con un vaso de agua, creo, y un popote. Lo agarro y pongo el popote dentro doblándolo ligeramente para que sea más fácil para ella. - Toma Sam, bebe un poco de... de lo que sea que sea esto. - Le acerco el vaso con el popote esperando que le dé un traguito al menos. Después de un rato olvido la bebida y la coloco en la mesilla de al lado. Varios gritos me hacen voltear con curiosidad para encontrarme con el mentorcito del cuatro, Benedict... Al final pide disculpas y se marcha haciendo que suelte una risa disimulada. - Todos están alterados hoy, eh. - Le digo a Sam riendo un poco más. Ya casi es hora de irse... Tomo la mano de mi amiga y vuelvo a sonreirle, sin decir nada, ese simple gesto de apoyo y amistad creo que es suficiente para ayudarla en estos momentos. Ningún abanico, bebida o frase conmovedora, sólo necesito quedarme a su lado hasta que llegue el momento de que recorra su camino hacia el altar; Samantha fue mi primera amiga en la isla y creo que es momento de demostrarle cuánto la aprecio.
Me acerco a ella sonriente. Para hoy, que es una fecha más importante que cualquier otra en la isla, mi estilista se encargó de buscarme al menos cuatro vestidos de prueba y me peinó de diferentes maneras hasta que llegamos a un acuerdo: Llevo un sencillo vestido entre naranja y coral que llega unos centímetros más abajo de mis rodillas, con decoraciones circulares y en espiral, detallado con pedrería del mismo color; mi peinado igual es simple pero elegante y consiste en un estratégico chongo que al final deja caer varios caireles ondulados de mi pelo rubio, por encima tengo un broche con piedritas naranjas. Llego a donde está Samantha y la observo de pies a cabeza, ya sabía yo que deslumbraría más que nadie. De mi bolsa saco un papel, que no sé como llegó ahí pero que en estos momentos viene bien, y comienzo a agitarlo con fuerza para abanicarla y que no se le corra el maquillaje o algo parecido. Estamos en otoño y el clima no es precisamente caluroso, sin embargo el amontonamiento de señoritas esperando a ver en que pueden ser útiles, y los mimos nervios por estar a punto de subir al altar, creo que pueden ser suficientes motivos para hacerla sudar. - Ya verás que todo saldrá bien, Sam. - Le digo con una sonrisa pequeña dibujada en el rostro. Me pregunto cómo lo estará pasando Anthony.
De un minuto a otro cambio la dirección de nuestra fuente de aire directo a mi cara y respiro hondo, no me gusta estar entre tantas personas. Una niña llega y se pone justo al lado ofreciéndole traer una bebida, sonrío ante su gesto hacia mi amiga y me quedo en silencio. Regreso la ventilación a Samantha hasta que un avox llega con un vaso de agua, creo, y un popote. Lo agarro y pongo el popote dentro doblándolo ligeramente para que sea más fácil para ella. - Toma Sam, bebe un poco de... de lo que sea que sea esto. - Le acerco el vaso con el popote esperando que le dé un traguito al menos. Después de un rato olvido la bebida y la coloco en la mesilla de al lado. Varios gritos me hacen voltear con curiosidad para encontrarme con el mentorcito del cuatro, Benedict... Al final pide disculpas y se marcha haciendo que suelte una risa disimulada. - Todos están alterados hoy, eh. - Le digo a Sam riendo un poco más. Ya casi es hora de irse... Tomo la mano de mi amiga y vuelvo a sonreirle, sin decir nada, ese simple gesto de apoyo y amistad creo que es suficiente para ayudarla en estos momentos. Ningún abanico, bebida o frase conmovedora, sólo necesito quedarme a su lado hasta que llegue el momento de que recorra su camino hacia el altar; Samantha fue mi primera amiga en la isla y creo que es momento de demostrarle cuánto la aprecio.
El día del que tanto se había oído hablar en televisión, había llegado. Era la unión en matrimonio de Sam y Anthony. A decir verdad, me enteré hace poco de que tenían una relación, y aunque nunca he tenido una relación de amistad muy definida con ninguno de ellos, me alegro mucho, por una vez sinceramente. Desde que anunciaron su boda, me llevo preguntando cada instante si debo ir o no. Por una parte, como no les conozco mucho, aunque haya hablado un par de veces con Sam, si voy quizá se cree una situación incómoda en la que me doy cuenta de que solo me invitaron por simple cortesía, teniendo la suposición de que no vendría. Pero por otra parte, si descartamos la primera, quizá me invitaron porque de verdad quería que estuviese allí, al fin y al cabo, todos somos de la Isla, todos tenemos algo en común, todos nos llevamos relativamente bien, y sin contar una o dos personas a parte, todos me caen bastante bien; y si no voy, estaré siendo descortés. Además, sería una oportunidad para conocer a más gente, a veces me harto de mi soledad y me gustaría ser como otros mentores, que han rehecho su vida fuera de las pesadillas, los recuerdos... Probablemente los sigan teniendo, pero saben dejar a parte los traumas de la arena y centrarse en el presente, en la vida, que es un regalo después de tener que haberlo pasado tan mal para conservarla.
Un día antes de la boda, mi cerebro decide de sopetón y sin previo aviso que asistirá a la boda. Voy corriendo a la tienda de ropa más cercana y elegante para comprarme un vestido a la altura del acontecimiento, porque no hay mucho en mi armario que pueda ponerme. Me acabo decantando por un vestido rojo de lo más normal, y que a mi parecer es bonito y elegante, aunque antes de nada, les pido que me lo corten un poco, porque es demasiado largo para la playa, que es donde se celebra la boda. Además, dicen que el rojo siempre es una apuesta segura. Luego le pido a mi estilista personal que me aconseje algún peinado, y tras llamar a la peluquera, me aconseja este moño . No tengo más remedio que hacerle caso, así que suspiro y asiento con la cabeza.
Al final, cuando me miro al espejo, veo que en realidad no estoy tan mal. Antes de salir de casa, mi estilista coge una barra de labios de un tono rojo acorde con mi vestido y me lo aplica uniformemente. Me despido de él y me encamino hacia la boda, preguntándome cuánta gente más estará allí. Al llegar a la puerta, le entrego mi invitación al portero, para que sepa que no me he colado en la boda, lo que me parece absurdo, y entro, comprobando asombrada que hay bastante gente, aunque a primera vista no logro ver ni a Sam ni a Anthony para darles la enhorabuena, de hecho, a primera vista, no veo a nadie conocido. Doy un paseo por entre la gente hasta llegar a una mesa llena de algunos canapés y bebidas, y cojo una copa llena de lo primero que me llama la atención. Pego un sorbo sin pensarlo, comprobando así que es ponche, y que está sorprendentemente bueno. Me alejo un poco más con la copa en la mano, en busca de alguien con quién pasar la boda, o al menos, en busca de alguien a quién conozco, porque no entra en mis planes dedicarme a beber ponche en una boda, mientras los demás bailan y se divierten.
Un día antes de la boda, mi cerebro decide de sopetón y sin previo aviso que asistirá a la boda. Voy corriendo a la tienda de ropa más cercana y elegante para comprarme un vestido a la altura del acontecimiento, porque no hay mucho en mi armario que pueda ponerme. Me acabo decantando por un vestido rojo de lo más normal, y que a mi parecer es bonito y elegante, aunque antes de nada, les pido que me lo corten un poco, porque es demasiado largo para la playa, que es donde se celebra la boda. Además, dicen que el rojo siempre es una apuesta segura. Luego le pido a mi estilista personal que me aconseje algún peinado, y tras llamar a la peluquera, me aconseja este moño . No tengo más remedio que hacerle caso, así que suspiro y asiento con la cabeza.
Al final, cuando me miro al espejo, veo que en realidad no estoy tan mal. Antes de salir de casa, mi estilista coge una barra de labios de un tono rojo acorde con mi vestido y me lo aplica uniformemente. Me despido de él y me encamino hacia la boda, preguntándome cuánta gente más estará allí. Al llegar a la puerta, le entrego mi invitación al portero, para que sepa que no me he colado en la boda, lo que me parece absurdo, y entro, comprobando asombrada que hay bastante gente, aunque a primera vista no logro ver ni a Sam ni a Anthony para darles la enhorabuena, de hecho, a primera vista, no veo a nadie conocido. Doy un paseo por entre la gente hasta llegar a una mesa llena de algunos canapés y bebidas, y cojo una copa llena de lo primero que me llama la atención. Pego un sorbo sin pensarlo, comprobando así que es ponche, y que está sorprendentemente bueno. Me alejo un poco más con la copa en la mano, en busca de alguien con quién pasar la boda, o al menos, en busca de alguien a quién conozco, porque no entra en mis planes dedicarme a beber ponche en una boda, mientras los demás bailan y se divierten.
¿Por qué estaba tan nervioso? Ni que fuera yo a casarme. El corazón bombeaba demasiado deprisa y era por la sencilla razón de que Anthony me había pedido ser su padrino. Nadie me había pedido nada, nunca. Y escuchar de los labios del oriental esa frase, me dejó un poco K.O durante los próximos minutos que duró la conversación. Acepté, obviamente y ahí estaba, delante del espejo temblando como un flan. El día de mi boda no sabía que iba a hacer.
¿Por qué estaba hablando yo de boda?
Me mojé la cara, asustado y desayuné un poco a la ligera. - Abbey, vamos a llegar tarde o mejor aún, tú quédate aquí arreglándote que yo tengo que irme, que soy el padrino.- cogí la camisa de la habitación, viendo a Abbey sin darme cuenta en ropa interior y me quedé parado.- Ponte ya algo, anda, que vas a hacer que no vaya.- aunque la hubiese visto mil veces nunca me acostumbraba. Me coloqué la camisa y luego la chaqueta del traje abotonando los botones. Me había dejado la barba y corrí hacia la casa de Anthony y llamé a la puerta.- ¡¡Abre, Fénix!!.- grité-
¿Por qué estaba hablando yo de boda?
Me mojé la cara, asustado y desayuné un poco a la ligera. - Abbey, vamos a llegar tarde o mejor aún, tú quédate aquí arreglándote que yo tengo que irme, que soy el padrino.- cogí la camisa de la habitación, viendo a Abbey sin darme cuenta en ropa interior y me quedé parado.- Ponte ya algo, anda, que vas a hacer que no vaya.- aunque la hubiese visto mil veces nunca me acostumbraba. Me coloqué la camisa y luego la chaqueta del traje abotonando los botones. Me había dejado la barba y corrí hacia la casa de Anthony y llamé a la puerta.- ¡¡Abre, Fénix!!.- grité-
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Love is love.
Unión matrimonial de Anthony & Samantha.
Nunca había ido a una boda y por una parte me alegraba ir a una de ellas ya que sería todo fiesta, banquetes y demás.. pero lo peor de todo era que no iba a poder disfrutar de nada de aquello, nada de la fiesta, tenía que estar trabajando como Agente de la Paz allí. Me habían mandado a la Isla de los Vencedores a vigilar una boda, la cual no se iban a presentar demasiadas personas, o por lo menos me lo imaginaba. Solamente asistirían las personas de la Isla de los Vencedores las cuales eran cuatro gatos contados y los familiares de las personas que se casaban. Lo peor de todo era que seguramente fuese televisado, la boda de dos vencedores tendrían que disfrutarla obviamente los Capitolianos, no se iban a perder cosa como aquella. Me jodía bastante ir hasta allí para trabajar, me daba una pereza enorme además de que me iba a aburrir como una ostra, allí de pie viendo como todos se lo pasaban bien o por lo menos me lo imaginaba, y yo de mientras estaría de pie, vigilando cualquier cosa. ABURRIIIDOOO. Además, no sabía exactamente por que me habían mandado exactamente a mí ya que era un Agente de prácticas, ¿no podía hacer aquel trabajo uno ya con mejores capacidades? Al parecer no, al parecer toda la mierda nos la tendríamos que comer los principiantes.. joder.. Además de que interactuar no iba a hacerlo con nadie ya que con los Agentes que habíamos ido no me llevaba con ninguno, aunque también por una parte me alegraba ya que tendría opción de pensar en mis propias cosas, por ejemplo la de Billy.. No podía sacarme a aquel chico de la cabeza y no sabía por qué, estaba furioso con el. No quería pensar en el a si que rápidamente en mi cabeza cambié de tema.
De lo malo malo el viaje a la Isla no se me hizo nada larga, todo lo contrario, demasiado corta. No sabía exactamente donde se encontraba la isla pero muy lejos de NeoPanem no debería de encontrarse ya que a mi parecer, llegamos demasiado rápido. A mi los viajes normalmente se me hacían bastantes largos, por eso me había extrañado.. debería de ser la velocidad que tenía el aerodeslizador, otra cosa no podría ser.
Cuando bajamos del aerodeslizador el sol me hizo bastante daño en los ojos y eso que en aquel momento llevaba puesto el uniforme de Agente de la Paz.. el sol pegaba bastante fuerte. Nos dieron ordenes de donde tendríamos que colocarnos y tampoco iba a hacer demasiado, solamente echar un vistazo por la zona, aunque claro está que también iba a hacer mi trabajo, no quería malos rollos con mis jefes ya que intimidaban bastante. Me coloqué cerca de donde se iba a celebrar la boda, cerca del altar con mi arma fuera por si ocurría algo improvisto. Eché un vistazo a todo lo que estaba pasando en aquel momento pero tampoco es que fuese demasiado, era algo más tranquilo, la ceremonia aún no había comenzado y era totalmente normal, solamente tendría que esperar un poco para que mis compañeros se acercasen hacia mi zona y para que los invitados llegasen.
Icono :
Los meses se habían vuelto semanas, las semanas días, los días horas y yo… bueno yo estaba que me llevaban a la ruina los nervios. Desde que me había levantado después de ver como Samantha había sido llevada por sus amigas fuera de su casa, tanto ella como yo debíamos estar listos para este día en el que ambos nos uniríamos en matrimonio, matrimonio, boda, presión y problemas. Hoy más que nunca me ha costado trabajo levantarme de la cama, muchas cosas se me había cruzado pro la cabeza y sabía que mis estilistas llegarían en cualquier momento con un montón de palabras que yo sinceramente no entendería y que nunca quisiera hacerlo. Me duché, me vestí con un pants y fui directamente a mi casa, a la casa que dejé abandonada desde que me mudé con Sam y eso es un decir ya que por lo menos dos veces al día me pasaba por ahí ya que aún la mayoría de mis cosas se encuentran ahí, me senté en el sofá y me quedé mirando el televisor apagado como si estuviese viendo un programa muy interesante. Apenas dieron las ocho de la mañana y tres golpeteos entusiastas me hicieron salir de mi ensoñación para comenzar con lo que sería el mejor y más largo día de toda mi vida. La estilista y sus ayudantes entraron rápidamente casi empujándome mientras les abría la puerta, parecían mucho más entusiasmados que yo y no es porque yo no lo estuviese sino que todavía no captaba que hoy Samantha se convertiría en mi esposa y que a pesar de que estaba consciente de que eso era bueno, no me imaginaría que sería de nosotros de aquí a un año. Los abrazos y felicitaciones pasaron y el trabajo conmigo se inició con una segunda ducha, me cortaron de nuevo el cabello, ¡Me depilaron! Y tuve que hacer varias súplicas para que me dejaran con la barba y accedieron siempre y cuando me dejara que la acortaran como dios manda. El tiempo se me hacía eterno dentro de mi vieja casa, el sonido de los pasos, las medidas y confecciones de mi traje en el momento estaban por volverme loco, yo no era borracho ni lo seré pero si antes no le había tomado el gusto al alcohol ahora mismo necesitaba una enorme botella para poder pasar de esto sin golpear a alguno de los estilistas, sabía que se debía a los nervios y que mi único miedo era que las cosas salieran mal.
Cuando le pedía Samantha que fuera mi esposa sabía que era lo correcto, sabía que quería pasar el resto de mi vida con ella y estaba seguro de que ella también lo quería, lo decía su mirada y esa sonrisa que tanto me gustaba, pero aquél miedo de que ella quizá no apareciese en el altar me carcomía por dentro. Una estupidez muy grande por mi parte. En cuanto terminaron con mi traje, me encaminaron a un espejo en donde pude ver el grandioso trabajo que habían hecho y por lo que soporté estar de pie siendo tocado por todas partes sin decir una sola palabra, solté un enorme suspiro paré mis manos que estaban comenzando a temblar, golpes fuertes en la puerta y mi nombre dicho con una voz familiar me hicieron aliviarme por completo, necesitaba a uno de mis amigos conmigo y quien mejor que Derian para devolverme a la realidad. Salí de entre el montón de cumplidos sobre cómo me veía y corrí a la puerta abriéndola -¡Castle, gracias a dios que llegas!- le dejé la puerta abierta para que entrara y corría la cocina por un vaso de agua –Juro que me voy a volver loco, estoy nervioso y no tengo ni puta idea de porqué- solté sin más mientras me bebía el vaso completo de agua sin siquiera respirar –Tenemos que irnos a la carpa, la gente comenzará a llegar y yo para ese momento ya debo de estar en la "iglesia"- cité lo que la persona que estaba a cargo del evento me dijo.
Ambos salimos rápidamente de mi casa y fuimos a la carpa, éramos los primeros en llegar y me dejé caer en uno de los sofás que estaban ahí, todo parecía como una habitación –Exijo una botella de whisky o tequila- bromeo mientras hago una seña al avox que está ahí para que pase de mi orden que más que orden era una broma. Me coloco un cojín en el rostro mientras escucho que alguien más llega, por la voz deduzco que es Benedict y suelto una carcajada a su comentario –Espero que haya sido con el vestido puesto- me siento y retiro el cojín del rostro para colocarlo sobre mi regazo, mi estilista ahoga un grito antes de yo mismo notar que ya me he despeinado, ella de mala gana va y me vuelve a acomodar el cabello suplicando que no haga otra cosa así, supongo que no quiere tener mala fama por que yo salga mal peinado a mi propia boda. Suelto un suspiro de estrés y miro a Benedict -¿Te digo la verdad?, quisiera comerme las uñas- Andy entra y sonrío al notar que están los tres padrinos que elegí, que no me dejaron solo y que me ayudaran a llegar hasta el altar y me detendrán si pienso huir, aunque eso es muy poco probable –Necesito que alguien me golpee- sigo bromeando, aunque siento que de verdad las bromas salen porque no quiero gritar con ellos aquí. Bufo ante su comentario, más de tres cuartas partes de las personas que están ahí fuera ni siquiera me conocían antes de la boda, muchos son completos desconocidos hasta de vista y me pregunto yo de donde salió tanta gente –Te apuesto a que yo no conozco ni a veinte personas de todas las que hay- me encojo de hombros y me pongo de pie mirándome al espejo que hay –Me pregunto cómo estará Samantha- suelto como comentario, Amethyst para este momento ya debería de estar dentro de la carpa de chicas apoyando en lo que pueda a mi futura esposa, no la he visto desde la última vez que fui al distrito tres y no puedo negar que sería genial verla arreglada como toda una princesa, aunque esa palabra no sea de sus favoritas para describirla. Tomo uno de los vasos pequeños y destapo una botella de tequila, sirvo hasta poco más de la mitad y hago fondo. Estoy a unos minutos de casarme ¡Dios mío!.
Cuando le pedía Samantha que fuera mi esposa sabía que era lo correcto, sabía que quería pasar el resto de mi vida con ella y estaba seguro de que ella también lo quería, lo decía su mirada y esa sonrisa que tanto me gustaba, pero aquél miedo de que ella quizá no apareciese en el altar me carcomía por dentro. Una estupidez muy grande por mi parte. En cuanto terminaron con mi traje, me encaminaron a un espejo en donde pude ver el grandioso trabajo que habían hecho y por lo que soporté estar de pie siendo tocado por todas partes sin decir una sola palabra, solté un enorme suspiro paré mis manos que estaban comenzando a temblar, golpes fuertes en la puerta y mi nombre dicho con una voz familiar me hicieron aliviarme por completo, necesitaba a uno de mis amigos conmigo y quien mejor que Derian para devolverme a la realidad. Salí de entre el montón de cumplidos sobre cómo me veía y corrí a la puerta abriéndola -¡Castle, gracias a dios que llegas!- le dejé la puerta abierta para que entrara y corría la cocina por un vaso de agua –Juro que me voy a volver loco, estoy nervioso y no tengo ni puta idea de porqué- solté sin más mientras me bebía el vaso completo de agua sin siquiera respirar –Tenemos que irnos a la carpa, la gente comenzará a llegar y yo para ese momento ya debo de estar en la "iglesia"- cité lo que la persona que estaba a cargo del evento me dijo.
Ambos salimos rápidamente de mi casa y fuimos a la carpa, éramos los primeros en llegar y me dejé caer en uno de los sofás que estaban ahí, todo parecía como una habitación –Exijo una botella de whisky o tequila- bromeo mientras hago una seña al avox que está ahí para que pase de mi orden que más que orden era una broma. Me coloco un cojín en el rostro mientras escucho que alguien más llega, por la voz deduzco que es Benedict y suelto una carcajada a su comentario –Espero que haya sido con el vestido puesto- me siento y retiro el cojín del rostro para colocarlo sobre mi regazo, mi estilista ahoga un grito antes de yo mismo notar que ya me he despeinado, ella de mala gana va y me vuelve a acomodar el cabello suplicando que no haga otra cosa así, supongo que no quiere tener mala fama por que yo salga mal peinado a mi propia boda. Suelto un suspiro de estrés y miro a Benedict -¿Te digo la verdad?, quisiera comerme las uñas- Andy entra y sonrío al notar que están los tres padrinos que elegí, que no me dejaron solo y que me ayudaran a llegar hasta el altar y me detendrán si pienso huir, aunque eso es muy poco probable –Necesito que alguien me golpee- sigo bromeando, aunque siento que de verdad las bromas salen porque no quiero gritar con ellos aquí. Bufo ante su comentario, más de tres cuartas partes de las personas que están ahí fuera ni siquiera me conocían antes de la boda, muchos son completos desconocidos hasta de vista y me pregunto yo de donde salió tanta gente –Te apuesto a que yo no conozco ni a veinte personas de todas las que hay- me encojo de hombros y me pongo de pie mirándome al espejo que hay –Me pregunto cómo estará Samantha- suelto como comentario, Amethyst para este momento ya debería de estar dentro de la carpa de chicas apoyando en lo que pueda a mi futura esposa, no la he visto desde la última vez que fui al distrito tres y no puedo negar que sería genial verla arreglada como toda una princesa, aunque esa palabra no sea de sus favoritas para describirla. Tomo uno de los vasos pequeños y destapo una botella de tequila, sirvo hasta poco más de la mitad y hago fondo. Estoy a unos minutos de casarme ¡Dios mío!.
Una boda. Nunca había estado en una boda; desde pequeña cuento con la poca imaginación: las novias usando un vestido blanco y de cola larga, caminando hacia el altar donde se encontraba el novio observando cómo la mujer de sus sueños se acercaba de forma lenta y pausada a ritmo de la música de fondo. Antes de que mi mamá enfermara, le pedía que me contara el día en que el que Ryan y ella se casaron, jamás se repetía y a cada historia le agregaba animales y personas existentes (perros de cuatro cabezas, invitados con cabello de serpiente y algún que otro camarero-felino). Desde aquellos días ansío con todo mi potencial presenciar una boda. Y hoy podría ser el día; si no estuviera en pleno trabajo de agente de la paz. Cuando recibí la noticia de respaldar una boda en la isla de los vencedores, casi caigo hacia atrás en la silla y estuve a pocos segundos de salir corriendo a avisarle a Andrew que iríamos a una boda; luego comprendí de qué se trataba realmente y bajé, de manera involuntaria, de la nube de sueño. Tendría que vigilar la isla, recorrer la playa o por lo menos, el perímetro; a nadie, muchos menos a los protagonistas de la boda, les gustaría una interrupción directa de los rebeldes.
Viajar en aerodeslizador nunca me ha resultado un problema, ni mucho menos miedo. No obstante en este preciso momento no dejo de sentir espantosas nauseas o nervios. Trato de convencerme que son simples alucinaciones estúpidas, sin razón aparente. "Todo está en tu mente", hago un esfuerzo por tragar esa frase y convencerme de que todo estará bien. Una vez que el transporte se detiene en una isla, que sin duda no he estado en ningún segundo de lo que va mi vida, lejana del mundo, corro a ver la luz del día y sentir la tierra bajo las botas; llevo una mano a mi vientre y cierro los ojos con tal de relajar las pulsaciones y la respiración. Aún así no hay razón por la cual estar así: no llevo mucho tiempo de embarazo y solo han sido un par de horas en aerodeslizador. Todo está en mi cabeza.
Quedo boquiabierta al ver la espectacular ceremonia - la cual, claro está, yo no podría disfrutar, ya sea porque no conozco personalmente a los novios, y porque tengo el deber de cuidar la vida de la multitud. Avanzo a paso firme, esta vez sin ninguna carga estomacal, hacia una esquina estratégica: aunque el altar me da la espalda, tengo acceso directo a los rostros de los presentes. Levanto unos centímetros la comisura del labio; ¿qué clase de persona podría arruinar un momento tan hermoso y extraordinario como este?
Viajar en aerodeslizador nunca me ha resultado un problema, ni mucho menos miedo. No obstante en este preciso momento no dejo de sentir espantosas nauseas o nervios. Trato de convencerme que son simples alucinaciones estúpidas, sin razón aparente. "Todo está en tu mente", hago un esfuerzo por tragar esa frase y convencerme de que todo estará bien. Una vez que el transporte se detiene en una isla, que sin duda no he estado en ningún segundo de lo que va mi vida, lejana del mundo, corro a ver la luz del día y sentir la tierra bajo las botas; llevo una mano a mi vientre y cierro los ojos con tal de relajar las pulsaciones y la respiración. Aún así no hay razón por la cual estar así: no llevo mucho tiempo de embarazo y solo han sido un par de horas en aerodeslizador. Todo está en mi cabeza.
Quedo boquiabierta al ver la espectacular ceremonia - la cual, claro está, yo no podría disfrutar, ya sea porque no conozco personalmente a los novios, y porque tengo el deber de cuidar la vida de la multitud. Avanzo a paso firme, esta vez sin ninguna carga estomacal, hacia una esquina estratégica: aunque el altar me da la espalda, tengo acceso directo a los rostros de los presentes. Levanto unos centímetros la comisura del labio; ¿qué clase de persona podría arruinar un momento tan hermoso y extraordinario como este?
El día más esperado por todos los habitantes de NeoPanem, la boda de Anthony y Samantha había alojado un gran entusiasmo entre toda la multitud, en especial en el capitolio, allí cualquier cosa que tenía que ver con los mentores era noticia, tanto buena como mala. Para mí era una día de lo más normal, y si no hubiera sido por la obligación de ir bien vestida por mi estilista, y por no parecer maleducada, hubiera ido mismamente en pijama. Había decidido que me iba a vestir yo misma, no necesitaba de la ayuda de mi estilista para vestirme absolutamente todos los días de mi vida, aunque así lo quisiese él. Por tanto, abrí el armario y cogí el primer vestido que vi. Después me dejé el pelo suelto, ni siquiera hice el más mínimo esfuerzo por dejarlo medianamente bien, y por último me puse los desdichados tacones altos que tanto odiaba, ¿cómo conseguían las demás mujeres caminar con eso? Porque yo parecía más que caminaba con zuecos que con tacones.
Salí de casa y respiré el aire puro de la calle para girarme después y dejar las llaves debajo del felpudo como siempre hacía. Bajé las escaleras con torpeza, cualquiera que hubiera pasado por delante hubiera pensado que tenía una ardilla en la espalda. Caminé por las calles hasta llegar a la zona dónde se iba a celebrar la boda, agentes, periodistas, las dos carpas situadas a los lados, decoraciones, todo estaba preparado para el gran día. Pasé por delante de amigos y familiares, otros mentores y demás sin dirigir palabra, tenía en mi mente un único objetivo, sentarme y poder quitarme los tacones que tanto me molestaban.
Cuando me hube sentado, estaba bastante alejada de toda la multitud que todavía no había ocupado asiento y seguía charlando, a la espera de que Anthony y Samantha hicieran acto de presencia. Me quité los zapatos dejando mis pies descalzos sin vergüenza a que me miraran de mala manera, y comencé a balancear levemente mis piernas, sintiendo como la hierba me hacía cosquillas en los pies. Agité mi pelo con una de mis manos y sonreí satisfecha.
Salí de casa y respiré el aire puro de la calle para girarme después y dejar las llaves debajo del felpudo como siempre hacía. Bajé las escaleras con torpeza, cualquiera que hubiera pasado por delante hubiera pensado que tenía una ardilla en la espalda. Caminé por las calles hasta llegar a la zona dónde se iba a celebrar la boda, agentes, periodistas, las dos carpas situadas a los lados, decoraciones, todo estaba preparado para el gran día. Pasé por delante de amigos y familiares, otros mentores y demás sin dirigir palabra, tenía en mi mente un único objetivo, sentarme y poder quitarme los tacones que tanto me molestaban.
Cuando me hube sentado, estaba bastante alejada de toda la multitud que todavía no había ocupado asiento y seguía charlando, a la espera de que Anthony y Samantha hicieran acto de presencia. Me quité los zapatos dejando mis pies descalzos sin vergüenza a que me miraran de mala manera, y comencé a balancear levemente mis piernas, sintiendo como la hierba me hacía cosquillas en los pies. Agité mi pelo con una de mis manos y sonreí satisfecha.
No sabía porqué a mi puerta había llegado una invitación a una boda. ¿Desde cuando tengo amigos que se casan?, no sabía realmente si esto era una broma o algo parecido pero dejo de serlo en cuanto leí el nombre o mejor dicho los nombres de quienes se iban a casar. Mentores y uno de ellos había sido amigo mío antes de que fuera elegido como tributo, era menor que yo y fue de las pocas personas que podían hacer entretenidas las visitas que hacía con frecuencia al distrito tres, quiero decir era el distrito que más cerca me quedaba y además ahí podía conseguir más tecnología que en el cuatro. Anthony resultó, por llamarlo de alguna manera un buen amigo de la infancia, aunque perdiésemos contacto por completo cuando ganó los juegos exiliándose al instante en una isla de la cual, tengo entendido sólo puede salir una vez al mes o.. algo así. Hago una leve mueca dejando la invitación sobre mi mesa, probablemente de aquí al día de la boda mi humor mejoraría y así podría ir.
Me miré por última vez frente al espejo, observando el traje y acomodando la corbata que odiaría pasadas unas horas, no me gustaba vestir formal, pero en esta ocasión era necesario, tomé el regalo que había comprado, que no era de los más caros pero tampoco algo que yo necesitase, era más bien un regalo para la novia que para el novio, sabría que Anthony me lo perdonaría pero se vería demasiado gay darle una cadena de plata con un pequeño diamante que conseguí en el distrito uno a un hombre. Jamás fui bueno con los regalos, pero esto era mejor que llegar con las manos vacías.
El viaje fue rápido a decir verdad y los transportes estaban llenos de gente bien vestida y de agentes de la paz, agh como los odio. Las mujeres no paraban de hablar de lo esplendorosa que debía ser la boda y algo sobre conocer el cómo decidieron casarse ambos mentores ¿Quienes rayos sabrían eso?, eso sólo lo hacían las personas más irritantes, las que creen que lo saben todo y que son chismosas, notándose a leguas que eran capitolianos. En cuanto bajé, pasé por las zonas de revisión -Dominic Santiago- solté mi nombre al agente con la lista y tras dejarme el paso libre seguí el camino que marcaba el suelo y llegué hasta lo que parecía un altar, tomé asiento observando como la gente detrás de mi lo hacía.
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Me miré por última vez frente al espejo, observando el traje y acomodando la corbata que odiaría pasadas unas horas, no me gustaba vestir formal, pero en esta ocasión era necesario, tomé el regalo que había comprado, que no era de los más caros pero tampoco algo que yo necesitase, era más bien un regalo para la novia que para el novio, sabría que Anthony me lo perdonaría pero se vería demasiado gay darle una cadena de plata con un pequeño diamante que conseguí en el distrito uno a un hombre. Jamás fui bueno con los regalos, pero esto era mejor que llegar con las manos vacías.
El viaje fue rápido a decir verdad y los transportes estaban llenos de gente bien vestida y de agentes de la paz, agh como los odio. Las mujeres no paraban de hablar de lo esplendorosa que debía ser la boda y algo sobre conocer el cómo decidieron casarse ambos mentores ¿Quienes rayos sabrían eso?, eso sólo lo hacían las personas más irritantes, las que creen que lo saben todo y que son chismosas, notándose a leguas que eran capitolianos. En cuanto bajé, pasé por las zonas de revisión -Dominic Santiago- solté mi nombre al agente con la lista y tras dejarme el paso libre seguí el camino que marcaba el suelo y llegué hasta lo que parecía un altar, tomé asiento observando como la gente detrás de mi lo hacía.
El distinguido vehículo me llevaba hasta mi destino, enfundada en un elegante vestido negro y acompañada de mi cámara, acudía a un lugar que sería noticia. A nuestra gente le encantaban estas cosas y aunque en ocasiones trata temas más serios de la prensa, les daría lo que pedían. Estaría en el pie del cañón, en la boda del año para dar mi versión de los hechos, miles de habitantes de Neopanem se morían saber esos momentos que una simple cámara televisiva no podía captar y yo iba a dárselos.
– Tú, Ryan – Llame la atención del fotógrafo. Al parecer aquel no debía ser ese su nombre cuando trato de quejarse una vez más, pero como las veces anteriores silencie sus correcciones con un sencillo “Sh”. – No importa, tan solo sujeta la cámara como si la vida de tu familia dependiera de ello y saca buenas fotos ¿Me he expresado con claridad? No quieras saber de primera mano que es lo que le paso al ultimo que me fallo.- Podría decir que por la reacción que pude ver en su rostro que las amenazas habían funcionado, él hombre había aceptado a seguirme y a permanecer en silencio, no de tan buena gana, pero lo hizo. Todo estaba por comenzar y no había tiempo para fotógrafos lloricas.
Accedimos a la boda por la puerta grande, no había sido complicado. Enseñamos nuestros pases y ya esta. Allí había gente de todo tipo, gente que prácticamente se quedaba anonadados con la mirada de algunos mentores, muchedumbre que esperaba con ansias a los dos vencedores que los había reunido allí y concurrencia como yo que tan solo me encontraba allí porque el amor, incluso tras el paso de los años, no ha dejado ser un negocio. El amor vende y cuando le añades un poquito de drama es... ¡Insuperable! En un principio, no tenía pensado presentarme en la capilla de los novios. Me parcia un plan desparatado, pero mi opinión fue cambiando tras tomarme una copa . – Prepárate – Le susurre a mi compañero antes de entrar mientras yo misma aprovechaba a sacar de mi bolso una libretita y un boligrafo.
– Vaya, vaya, vaya... ¡La feliz novia! – Exclame demasiado alegre para que fuera cierto, tan solo esperaba que no se me notara. Aunque en ocasiones, exactamente cuando bebía, llegaba sorprenderme a mi misma – Soy tu admiradora desde que ganaste en los... ya sabes, querida. Tus juegos. Sonríe ¡Foto! – Señale a la novia y el cámara prácticamente cegó a los presentes con un flash – Deberías tener cuidado con lo que bebes, prácticamente huelo el alcohol desde aquí. Nadie quiere que te tropieces – Aunque sería una divertida noticia, pensé mientras tomaba unos apuntes en mi libreta.
– Tú, Ryan – Llame la atención del fotógrafo. Al parecer aquel no debía ser ese su nombre cuando trato de quejarse una vez más, pero como las veces anteriores silencie sus correcciones con un sencillo “Sh”. – No importa, tan solo sujeta la cámara como si la vida de tu familia dependiera de ello y saca buenas fotos ¿Me he expresado con claridad? No quieras saber de primera mano que es lo que le paso al ultimo que me fallo.- Podría decir que por la reacción que pude ver en su rostro que las amenazas habían funcionado, él hombre había aceptado a seguirme y a permanecer en silencio, no de tan buena gana, pero lo hizo. Todo estaba por comenzar y no había tiempo para fotógrafos lloricas.
Accedimos a la boda por la puerta grande, no había sido complicado. Enseñamos nuestros pases y ya esta. Allí había gente de todo tipo, gente que prácticamente se quedaba anonadados con la mirada de algunos mentores, muchedumbre que esperaba con ansias a los dos vencedores que los había reunido allí y concurrencia como yo que tan solo me encontraba allí porque el amor, incluso tras el paso de los años, no ha dejado ser un negocio. El amor vende y cuando le añades un poquito de drama es... ¡Insuperable! En un principio, no tenía pensado presentarme en la capilla de los novios. Me parcia un plan desparatado, pero mi opinión fue cambiando tras tomarme una copa . – Prepárate – Le susurre a mi compañero antes de entrar mientras yo misma aprovechaba a sacar de mi bolso una libretita y un boligrafo.
– Vaya, vaya, vaya... ¡La feliz novia! – Exclame demasiado alegre para que fuera cierto, tan solo esperaba que no se me notara. Aunque en ocasiones, exactamente cuando bebía, llegaba sorprenderme a mi misma – Soy tu admiradora desde que ganaste en los... ya sabes, querida. Tus juegos. Sonríe ¡Foto! – Señale a la novia y el cámara prácticamente cegó a los presentes con un flash – Deberías tener cuidado con lo que bebes, prácticamente huelo el alcohol desde aquí. Nadie quiere que te tropieces – Aunque sería una divertida noticia, pensé mientras tomaba unos apuntes en mi libreta.
Con Ryan, mi gran fotógrafo (PNJ) y la carpa de las chicas, agradeced que intervenga. (?)
¿Boda? Miro a mis padres mientras ellos asienten al explicarme que como agente de la paz tengo que ir a la Isla de los Vencedores para ayudar a cuidar a los mentores de los peligros que podrían ocasionarles los rebeldes, ¿enserio?, como si los mentores necesitaran nuestra ayuda o como si acaso los exiliados tuvieran tiempo para estarse metiendo en una tonta boda. Volteo los ojos. Los ojos verdes de mi padre me miran burlón mientras me dice que ese era el empleo que yo quería, que si bien aún tenía tiempo para poderme casar con alguien de la alcurnia del Capitolio (como lo hizo mi hermano), comienzo a reírme-Buena esa, padre, pero yo creo que prefiero morir de aburrimiento en alguna boda sin sentido que meterme con alguien que tu escojas para mi marido-digo con la voz más dulce y zancarróna que puedo ofrecer mientras suelto pequeñas risitas, mi madre se ha enfadado, me dice que soy una ingrata desagradecida pero que así me amara siempre porque es mi madre. Claro.
Les digo adiós a ambos con un beso en la frente por la razón de que los amo a pesar de todas las tonterías que suelen hacer para protegerme del mundo, ellos me dicen que tenga cuidado- ¡Oh, sí! De seguro el pastel, que no me darán por cierto, se me atorara en la garganta mientras lo como-soy como mi padre, burlona, y en ese mismo tono lo digo. Salgo con paso seguro de la mansión del gran señor alcalde que es mi padre y me dirijo a Andrew y a su novia que ya están casi listos, asiento cuando él se burla de mi porque sabe perfectamente lo que he pasado con mis padres-Calla, machito-le hago una mueca y le sonrío a Nova-Hola, chica- señalo el aerodeslizador mientras subimos, esta será una tarde demasiado larga.
Al llegar veo la magnífica recepción y suelto un silbido hipócrita mientras me pongo mi casco-A trabajar, eh- digo hacia la nada y me pongo en posición para esperar órdenes.
Les digo adiós a ambos con un beso en la frente por la razón de que los amo a pesar de todas las tonterías que suelen hacer para protegerme del mundo, ellos me dicen que tenga cuidado- ¡Oh, sí! De seguro el pastel, que no me darán por cierto, se me atorara en la garganta mientras lo como-soy como mi padre, burlona, y en ese mismo tono lo digo. Salgo con paso seguro de la mansión del gran señor alcalde que es mi padre y me dirijo a Andrew y a su novia que ya están casi listos, asiento cuando él se burla de mi porque sabe perfectamente lo que he pasado con mis padres-Calla, machito-le hago una mueca y le sonrío a Nova-Hola, chica- señalo el aerodeslizador mientras subimos, esta será una tarde demasiado larga.
Al llegar veo la magnífica recepción y suelto un silbido hipócrita mientras me pongo mi casco-A trabajar, eh- digo hacia la nada y me pongo en posición para esperar órdenes.
No estoy completamente de acuerdo en que Nova siga trabajando, quiero decir es cuestión de tiempo para que las náuseas y los antojos desaparezcan y abran paso a un vientre abultado, bomba de hormonas y desveladas por casi cualquier cosa, no es que esto me moleste quiero decir, estoy impresionado por el gran trabajo que ella decidió hacer al decidir tener el bebé, porque también había la opción de que lo abortara y ¡Obviamente yo no querría nunca eso!. En cuanto me llegó al móvil un mensaje que decía que debíamos cubrir la boda de los mentores supe que Nova ya para ese momento ya habría recibido el mismo mensaje y yo no tendría el valor de negarle el trabajar puesto que ella es lo suficientemente mayor para decidir, aunque a la primera señal de un embarazo en proceso le diría que regresara a casa bajo la excusa de una enfermedad. No siempre íbamos a poder ocultar el hecho de que estuviésemos por convertirnos en padres, por lo que el plazo de "reposo" que le den cuando se enteren en el trabajo será mi pase perfecto para poder estar tranquilo. Por la mañana, me levanto observando que esta vez Nova ha sido la que se ha levantado antes, escucho el sonido de la ducha y opto por bajar a preparar un desayuno rápido puesto que saldremos en tan sólo un par de horas y cuando se trata de trabajo el tiempo se pasa volando. Cuando noto que ella ya está vestida con parte del uniforme me ducho yo y cuando salgo me coloco el uniforme nuevo que me he tenido que pedir puesto que el otro "el que ocupé en el ataque del distrito once" dio su última usada hacía apenas una semana o dos.
Ambos salimos de casa, no sin antes dejarle algo de comer a Roxanne y nos encontramos fuera del aerodeslizador con Ivy quien parecía algo divertida al salir de su casa -¡no he dicho nada!- comento alzando ambas manos y riéndome de su rostro puesto que sé perfectamente lo que ha pasado dentro de su casa, específicamente con su padre. Miro a Nova y los tres avanzamos dentro del aerodeslizador. Para cuando llegamos, los agentes siguen instrucciones de vigilar el perímetro, a otros los mandan a las entradas a revisar a los invitados y a verificar que hayan sido invitados. Yo lo único que hago es ver como Nova se pierde por completo en el adornado de la boda, no puedo negar que es precioso y que algún día, ni muy lejano ni muy próximo yo pueda preparar algo así para ella, pero lo primero será conseguir un anillo ¿No?. -Te veo a la noche, guapa- comento depositando un beso rápido en sus labios esperando que nadie esté observando y me coloco el casco, caminando hacia quien me parece es Joey -¡He tío!- saludo mientras avanzo directamente a mi lugar asignado, comenzando el largo día que nos venía encima.
Ambos salimos de casa, no sin antes dejarle algo de comer a Roxanne y nos encontramos fuera del aerodeslizador con Ivy quien parecía algo divertida al salir de su casa -¡no he dicho nada!- comento alzando ambas manos y riéndome de su rostro puesto que sé perfectamente lo que ha pasado dentro de su casa, específicamente con su padre. Miro a Nova y los tres avanzamos dentro del aerodeslizador. Para cuando llegamos, los agentes siguen instrucciones de vigilar el perímetro, a otros los mandan a las entradas a revisar a los invitados y a verificar que hayan sido invitados. Yo lo único que hago es ver como Nova se pierde por completo en el adornado de la boda, no puedo negar que es precioso y que algún día, ni muy lejano ni muy próximo yo pueda preparar algo así para ella, pero lo primero será conseguir un anillo ¿No?. -Te veo a la noche, guapa- comento depositando un beso rápido en sus labios esperando que nadie esté observando y me coloco el casco, caminando hacia quien me parece es Joey -¡He tío!- saludo mientras avanzo directamente a mi lugar asignado, comenzando el largo día que nos venía encima.
Desde que sé que Samantha y Anthony se van a casar me he estado alegrando por ellos, pero últimamente las cosas no me están saliendo como me gustarían, sino todo lo contrario. Tengo claro que a la boda voy a ir aunque no tenga ánimos para ello, porque los conozco desde hace años, y podríamos decir que, después de tanto tiempo, son amigos míos. Además, también es una manera de olvidar que ya han pasado varias semanas desde los Juegos con una rapidez asombrosa, y que como el tiempo siga pasando así de rápido, los Juegos acabaran volviendo y yo entraré en un estado aún más depresivo. Así que con todos esos pensamientos dolorosos en mi cabeza - más bien como siempre últimamente -, empiezo a vestirme con un traje que pedí que me diseñaran semanas atrás exclusivamente para la boda. Tengo demasiado dinero que nunca voy a poder gastar ni la mitad, y son en las ocasiones como ésta cuando puedo despilfarrar un poco.
Una vez termino de vestirme, me paro frente al espejo para observarme y de paso arreglarme un poco el cabello. Al final sólo acabo desenredándolo y peinándolo decentemente porque no tengo ganas de ponerme a hacerme peinados especiales y elegantes, y mucho menos de contratar para la ocasión a alguno de los estilistas que rondan hoy la Isla porque no se callan ni debajo del agua. Al acabar ya del todo cojo mi bolso favorito, me aseguro de que llevo la invitación en el monedero y pongo rumbo hacia la plaza central, lugar donde se va a llevar a cabo la boda. Como vivo a pocos minutos no tardo en llegar, y antes de que me pidan la invitación ya se la estoy tendiendo a uno de los Agentes de la Paz que vigilan la entrada a la zona. En cuanto me deja pasar me pongo a buscar a André con la mirada, y como no le veo aún, acabo encaminándome hacia las sillas sin pararme a hablar con nadie; no tengo ganas de tener una conversación. Podría ser una ocasión para relacionarme con otras personas, pero si tengo que hablar con alguien prefiero que sea con el que es mi mejor amigo, por mucho que hayan momentos en los que me sienta incómoda desde mi estúpida declaración amoroso por ir borracha.
Una vez termino de vestirme, me paro frente al espejo para observarme y de paso arreglarme un poco el cabello. Al final sólo acabo desenredándolo y peinándolo decentemente porque no tengo ganas de ponerme a hacerme peinados especiales y elegantes, y mucho menos de contratar para la ocasión a alguno de los estilistas que rondan hoy la Isla porque no se callan ni debajo del agua. Al acabar ya del todo cojo mi bolso favorito, me aseguro de que llevo la invitación en el monedero y pongo rumbo hacia la plaza central, lugar donde se va a llevar a cabo la boda. Como vivo a pocos minutos no tardo en llegar, y antes de que me pidan la invitación ya se la estoy tendiendo a uno de los Agentes de la Paz que vigilan la entrada a la zona. En cuanto me deja pasar me pongo a buscar a André con la mirada, y como no le veo aún, acabo encaminándome hacia las sillas sin pararme a hablar con nadie; no tengo ganas de tener una conversación. Podría ser una ocasión para relacionarme con otras personas, pero si tengo que hablar con alguien prefiero que sea con el que es mi mejor amigo, por mucho que hayan momentos en los que me sienta incómoda desde mi estúpida declaración amoroso por ir borracha.
La invitación a la boda del chico Fenix y su novia llegó hace semanas y se descartó a un rincón porque la noche anterior a dicho día era luna llena y no estábamos por la labor de aparecer allí siendo una pareja feliz, con miles de explicaciones a las heridas con las que ambos íbamos a amanecer. Sin embargo, cuando llegó el día de la boda, acabó el amanecer y con él la luna llena, las cosas en casa fueron en picado. No estoy segura de como empezó todo, sé que fue mi culpa aunque estoy demasiado resentida para admitirlo, y tras gritarle a Abraham sin parar cosas que ni siquiera sabía que pensara sobre él, salí dando un portazo.
Hay pocos sitios a los que pueda ir cuando peleo con Abraham. Nunca peleo con él. Así que cuando aparecí en casa de mi mejor amiga, abrazándome a mi misma, con algunas heridas de la noche anterior de las cuales sabía que no tenía ganas de hablar, y una cara de necesitar desesperadamente una copa de vino a las 9 de la mañana, me dejó pasar. La conversación se alargó bastante, le grité aunque ella no tuviera la culpa, me dio la razón con tal de no generar más odio dentro de mi, y después me quedé vacía. Me amorriñé en su sofá, cubierta por una manta que sacó ella y adueñándome del bol de palomitas que en principio era para las dos. Después de esa patética estampa de mi misma, ni siquiera sé como me convenció para que fuésemos a la boda. - ¿Y si abe va? - Me miró con una cara que no admitía réplica. Tanto ella como yo sabemos, que Abraham no saldrá de casa si mi.
Me presta un vestido suyo porque tengo que ir decente y en las bodas siempre se liga, pero en cuanto me miro al espejo me siento más mona que sexy. No tenemos más tiempo de andar probándome cosas, así que nos vamos así. Procuro no mirarme mucho el reflejo en cuanto cristal o zona brillante encuentro, y así paso el resto del viaje hacia la isla de los vencedores, procurando pensar en otra cosa que no sea mi promerido, al que hace menos de 12 horas le tiré el anillo de compromiso a la cara. Por más que lo intento, de una manera u otra, acaba colándose en mi cabeza.
*-*-*-*-*
Dentro de la Isla, hay todo un séquito de personas guiándonos. Mi amiga y yo vamos de la mano para no perdernos entre la multitud que se empieza a acumular en la entrada, algunos sin invitación decepcionados por no poder colarse. - Eveline Hastings. Abraham Carstairs no vendrá, se encuentra indispuesto, en su lugar... - Señalo a mi acompañante. El hombre encuentra mi nombre, y una vez confirmado que estoy en la lista me deja pasar. En menos de tres minutos me he quedado sola, si mi amiga tiene una habilidad, es para conseguir que los hombres le den bola en un pispas. Se disculpa por dejarme sola aunque sé que no le importa mucho, y de todas maneras a mi tampoco me importa. Después busco un lugar en el cual tomar asiento antes de que me quede encerrada entre algunos primos-tíos-abuelos-padres tan gordos que ocupen su asiento y la mitad del mío.
En medio de mi búsqueda reconozco la cabeza de Dominic, una de las pocas personas que conozco y no solo de la televisión, así que voy hasta donde está y tomo asiendo a su lado, que por suerte, no está ocupado todavía. - Espero que no estés esperando a nadie, porque he visto a dos abuelos bastante rellenitos con cara de querer sentarse conmigo y dejarme en medio. No quiero pasarme la ceremonia espachurrada hasta morir. - Inconscientemente acomodo la falda de mi vestido para que quede bien extendida sobre las piernas, sin arrugas. Pocas veces llevo un vestido, pero cuando lo llevo, me siento otra. - Uno tiene que cuidar su dignidad
Hay pocos sitios a los que pueda ir cuando peleo con Abraham. Nunca peleo con él. Así que cuando aparecí en casa de mi mejor amiga, abrazándome a mi misma, con algunas heridas de la noche anterior de las cuales sabía que no tenía ganas de hablar, y una cara de necesitar desesperadamente una copa de vino a las 9 de la mañana, me dejó pasar. La conversación se alargó bastante, le grité aunque ella no tuviera la culpa, me dio la razón con tal de no generar más odio dentro de mi, y después me quedé vacía. Me amorriñé en su sofá, cubierta por una manta que sacó ella y adueñándome del bol de palomitas que en principio era para las dos. Después de esa patética estampa de mi misma, ni siquiera sé como me convenció para que fuésemos a la boda. - ¿Y si abe va? - Me miró con una cara que no admitía réplica. Tanto ella como yo sabemos, que Abraham no saldrá de casa si mi.
Me presta un vestido suyo porque tengo que ir decente y en las bodas siempre se liga, pero en cuanto me miro al espejo me siento más mona que sexy. No tenemos más tiempo de andar probándome cosas, así que nos vamos así. Procuro no mirarme mucho el reflejo en cuanto cristal o zona brillante encuentro, y así paso el resto del viaje hacia la isla de los vencedores, procurando pensar en otra cosa que no sea mi promerido, al que hace menos de 12 horas le tiré el anillo de compromiso a la cara. Por más que lo intento, de una manera u otra, acaba colándose en mi cabeza.
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Dentro de la Isla, hay todo un séquito de personas guiándonos. Mi amiga y yo vamos de la mano para no perdernos entre la multitud que se empieza a acumular en la entrada, algunos sin invitación decepcionados por no poder colarse. - Eveline Hastings. Abraham Carstairs no vendrá, se encuentra indispuesto, en su lugar... - Señalo a mi acompañante. El hombre encuentra mi nombre, y una vez confirmado que estoy en la lista me deja pasar. En menos de tres minutos me he quedado sola, si mi amiga tiene una habilidad, es para conseguir que los hombres le den bola en un pispas. Se disculpa por dejarme sola aunque sé que no le importa mucho, y de todas maneras a mi tampoco me importa. Después busco un lugar en el cual tomar asiento antes de que me quede encerrada entre algunos primos-tíos-abuelos-padres tan gordos que ocupen su asiento y la mitad del mío.
En medio de mi búsqueda reconozco la cabeza de Dominic, una de las pocas personas que conozco y no solo de la televisión, así que voy hasta donde está y tomo asiendo a su lado, que por suerte, no está ocupado todavía. - Espero que no estés esperando a nadie, porque he visto a dos abuelos bastante rellenitos con cara de querer sentarse conmigo y dejarme en medio. No quiero pasarme la ceremonia espachurrada hasta morir. - Inconscientemente acomodo la falda de mi vestido para que quede bien extendida sobre las piernas, sin arrugas. Pocas veces llevo un vestido, pero cuando lo llevo, me siento otra. - Uno tiene que cuidar su dignidad
El suave y dulce término de sentir mariposas en la panza cuando uno estaba emocionado o nervioso no me servía a mí. Ni de chiste. Eran más elefantes gordos y gigantes los que yo sentía correr en mi estómago cuando desperté, sabiendo que ese mismo día daría un gran paso en mi vida. Me estaría casando unas horas después. ¡Solamente unas horas! Recordaba cuando habían sido semanas, cuando seguía diciendo que faltaría mucho, y que en ese tiempo me tranquilizaría y me acostumbraría a la idea de ser Samantha Fénix. Bueno, metafóricamente, porque la verdad que había decidido no cambiar mi apellido por el momento. Básicamente cuando desperté, salí de un salto de la cama. Sentí la necesidad de correr y correr para gastar energía, porque desde aquel momento mi corazón empezó a latir, diría yo, más fuerte y rápido que nunca. Nunca pensé que lo haría de esa manera, y mucho menos en esas circunstancias. La idea de casarme, ni más ni menos con Anthony, me aterraba. Pero al mismo tiempo me emocionaba, me alegraba, y hacía que me sienta la persona más feliz del mundo. Y no habían pasado más de dos horas, cuando me encontraba en mi tienda, ya bañada y vestida, con Audra, mi nueva salamandra, sobre un estante de ahí. Porque sí, había estado tan loca esa mañana que la había llevado. El suave maquillaje aún estaba en proceso, a manos de mi estilista, pero yo no podía parar de mirar al espejo, mis uñas, pestañar, y mirar una y otra vez a la entrada de la tienda. Antes había visto la decoración. Casi todo el Capitolio trató de hacerla, fue un gran trabajo decidir cuál de todas escogeríamos, porque casi cada dos segundos recibíamos llamadas y más llamadas. El hecho de que esta haya sido tan especial me puso más nerviosa aún.
Genevieve llegó temprano, poco después de que yo haya llegado. La recibí con una gran sonrisa. La prensa rodeaba la tienda, y yo lo sabía, pero la presencia de Genn me aliviaba. Bastante. La miré de pies a cabeza, un simple gesto de nerviosismo. Noté que estaba perfecta ese día, y le sonreí aún más. Señalé mi vestido. - Casi opto por el negro, pero iba a quedar muy raro. - Recuerdo haberle dicho, para tratar de alivianar la tensión que sentía en aquel momento. El vestido era el más simple que podría haber encontrado. Recuerdo también haber pensado un momento en la antigua Samantha, de no hacía tantos años, o más bien, de no hacía tantos meses, que pensaba que nunca en su vida se casaría. Y allí estaba ahora. Asentí y tragué saliva con lo que ella dijo. Y la verdad que, por más de que haya sido la más simple frase, logró tranquilizarme más aún.
Cuando mi estilista estaba terminando el maquillaje, Amethyst entró a la carpa. Sonreí, dándome cuenta de que me estaba aliviando cada vez más. Ella era la mejor amiga de Anthony, y siempre lo había sido. Hasta me había ayudado a escoger la decoración. Era una chica muy inteligente a pesar de su edad. A pesar más bien de ser un ser humano. Yo creía que quizás habría tenido que optar por un empleo mejor, aprovechar su inteligencia al máximo, no de diseñadora de Juegos... pero era su trabajo, y yo no me entrometería en él. Además eso no era para hablar en ese momento. Reí un poco ante su sugerencia con el alcohol, aunque luego me quedé seria pensando en eso. Al parecer Genn me leyó la mente y rápidamente me trajo... algo. La verdad ni idea que era, simplemente lo tomé y lo bebí casi de un trago. Suspiré y tardé unos segundos en relajarme un poco más. - Gracias. - Le dije, notando como mi estilista ahora pasaba a mi cabello. Me habían ofrecido como treinta estilistas, en realidad seis grupos de cinco, pero yo había decidido quedarme solamente con la mía. Era suficiente con ella. Además ya la conocía, y me sentía cómoda. Había estado conmigo más o menos desde que yo había ganado los Juegos.
Mientras iban entrando otras personas, mi hermana con la cual pocas veces hablaba incluída y amigas de mis padres y mías de la infancia, yo simplemente me miraba al espejo, sin pararme, sintiendo mis piernas temblar, al igual que mis manos. Genn estaba a mi lado y eso hacía que todo sea más llevadero, pero de todos modos seguía alterada. De un momento a otro, sentí a alguien entrar, y noté que era ni más ni menos que Benedict. Varias chicas gritaron, aunque yo no hice nada más que reír. Y después de eso me di cuenta de que no había por qué estar preocupada. Miré a Audra por un simple reflejo. Iba a hacer algo que yo quería, no tenía por qué estar nerviosa. Y sí, había notado eso recién unos minutos antes de la boda en sí.
Genevieve llegó temprano, poco después de que yo haya llegado. La recibí con una gran sonrisa. La prensa rodeaba la tienda, y yo lo sabía, pero la presencia de Genn me aliviaba. Bastante. La miré de pies a cabeza, un simple gesto de nerviosismo. Noté que estaba perfecta ese día, y le sonreí aún más. Señalé mi vestido. - Casi opto por el negro, pero iba a quedar muy raro. - Recuerdo haberle dicho, para tratar de alivianar la tensión que sentía en aquel momento. El vestido era el más simple que podría haber encontrado. Recuerdo también haber pensado un momento en la antigua Samantha, de no hacía tantos años, o más bien, de no hacía tantos meses, que pensaba que nunca en su vida se casaría. Y allí estaba ahora. Asentí y tragué saliva con lo que ella dijo. Y la verdad que, por más de que haya sido la más simple frase, logró tranquilizarme más aún.
Cuando mi estilista estaba terminando el maquillaje, Amethyst entró a la carpa. Sonreí, dándome cuenta de que me estaba aliviando cada vez más. Ella era la mejor amiga de Anthony, y siempre lo había sido. Hasta me había ayudado a escoger la decoración. Era una chica muy inteligente a pesar de su edad. A pesar más bien de ser un ser humano. Yo creía que quizás habría tenido que optar por un empleo mejor, aprovechar su inteligencia al máximo, no de diseñadora de Juegos... pero era su trabajo, y yo no me entrometería en él. Además eso no era para hablar en ese momento. Reí un poco ante su sugerencia con el alcohol, aunque luego me quedé seria pensando en eso. Al parecer Genn me leyó la mente y rápidamente me trajo... algo. La verdad ni idea que era, simplemente lo tomé y lo bebí casi de un trago. Suspiré y tardé unos segundos en relajarme un poco más. - Gracias. - Le dije, notando como mi estilista ahora pasaba a mi cabello. Me habían ofrecido como treinta estilistas, en realidad seis grupos de cinco, pero yo había decidido quedarme solamente con la mía. Era suficiente con ella. Además ya la conocía, y me sentía cómoda. Había estado conmigo más o menos desde que yo había ganado los Juegos.
Mientras iban entrando otras personas, mi hermana con la cual pocas veces hablaba incluída y amigas de mis padres y mías de la infancia, yo simplemente me miraba al espejo, sin pararme, sintiendo mis piernas temblar, al igual que mis manos. Genn estaba a mi lado y eso hacía que todo sea más llevadero, pero de todos modos seguía alterada. De un momento a otro, sentí a alguien entrar, y noté que era ni más ni menos que Benedict. Varias chicas gritaron, aunque yo no hice nada más que reír. Y después de eso me di cuenta de que no había por qué estar preocupada. Miré a Audra por un simple reflejo. Iba a hacer algo que yo quería, no tenía por qué estar nerviosa. Y sí, había notado eso recién unos minutos antes de la boda en sí.
Isla de los vencedores | | Plaza
Anthony y Samantha se casaban, nadie hablaba de otra cosa y probablemente no lo harían hasta los próximos días. Nunca había estado en una boda de ese calibre y lo sorprendente es que como Derian, yo también estaba invitada. Mi papel en esa gala no era tan importante como el de él, pero yo tenía otras responsabilidades. Todos y cada uno de mis vencedores llevarían un traje que había elegido especialmente para ellos. Esta vez, la sencillez brillaba en cada uno de los modelitos, pero al menos eran bonitos y lo que era más importante, les gustarían. Estaba segura de ello tras conocer sus gustos. Mi día había empezado demasiado pronto, no quise abrir los ojos cuando el despertador me obligo abrirlos y tuve que ponerme de pie de mala gana. No había ni desayunado cuando tanto mis compañeros como mis escasos ayudantes llamaron a mi nuevo comunicador.
Entre pregunta y pregunta paso el tiempo, y con él casi toda la mañana. No me había percatado de que ni me había arreglado hasta que Derian me recordó que ya casi era la hora. Se había arreglado y todo - Estúpido, ya voy - Le conteste con una sonrisa tras tapar el teléfono para que en el otro lado no pudieran escuchar nuestra conversación. - Ten cuidado - Susurre aquellas palabras no salieron de mi boca, las articule con los labios y tan solo espere que las entendiera. Se notara o no estaba preocupada y no tenía un buen presentimiento, la ultima vez que le vi marchar no le fue nada bien ¿Quien decía que esta vez no iba ser diferente?
La llamada finalizo unos segundos después de verle marchar. Me dí brío en eso de arreglarme, aunque a veces me descubría a mi misma mirando la puerta. Tal vez esperaba que volviera, pero en todo el tiempo que perdí en ponerme tanto el vestido como otras cosas, no lo hizo. Salí corriendo de casa, bueno al ritmo que me permitieron los zapatos que llevaba y pude llegar a tiempo, o al menos eso pensaba. - ¿No deberían estar ya en el altar? - Le cuchichee a la persona que estaba se encontraba en ese banco en el que había decidido sentarme.
Con cualquiera, sentiros libre de contestar mi pregunta. Tened en cuenta que no soy Abbey, si no Maddie (?)
Uno a uno los invitados van entrando tras ser revisados y que sus nombres hayan sido verificados en las listas que se les han dado a los agentes de las entradas. Los avox comienzan a servir a la gente con bebidas por el calor y mientras tanto nuestros mentores terminan de prepararse dentro de sus carpas. Los músicos ya están acomodados, el padre se ha hecho presente en el altar y lo único que queda esperar es la llegada del mentor, Anthony Fénix.
Las sillas detrás del altar se van llenando con personas vestidas con las mejores galas, los encargados del diseño y adornos de la boda está fascinados escuchando los comentarios de que han hecho un estupendo trabajo. La hora ha llegado, ya que todos están en sus asientos, nuestro mentor y sus respectivos padrinos toman su lugar en el altar, es cuestión de minutos antes de que las madrinas y compañeras de Samantha avancen por el altar acompañadas de ramos de flores entre las manos, la marcha nupcial está por ser tocada en cuanto la bella mentora ponga un pie en el comienzo del camino hacia el altar.
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