OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Mi cuerpo vuelve a caer al suelo, es la quinta vez en diez minutos. Los gritos de Jared son inmediatos y lloraría si no fuera porque soy demasiado orgulloso para eso. Intento levantarme trastabillando sintiendo un dolor insoportable en la muñeca, probablemente rota o dislocada, y el horrible corte de la pierna que me hice cuando caí la primera vez esa tarde. Vuelvo a ponerme en posición con los puños por delante, un pie delante del otro y la postura de pelea. Han pasado varias semanas desde que el distrito once es un distrito propiedad de los rebeldes, han pasado semanas desde que los juegos terminaron, y los ataques del capitolio no cesan de llegar. Lo más sorprendente de todo éste asunto es que hemos aguantado, incluso cuando todo parecía perdido. De todas maneras el capitolio ha perdido mucho desde que Stephanie Black fue dada por muerta, si nosotros nos quedáramos sin un líder también estaríamos perdidos y confusos.
Sí, he dicho nosotros porque ahora, después de todo lo que ha pasado, me he hecho a la idea de que ya no soy un niñito del distrito seis camarero en tiempo libre, ahora soy tan rebelde como todos los demás y me matarán con la misma piedad que vayan a mostrarles a ellos. Ninguna. Ese es el motivo de todo esto, ese es el motivo por el que Jared lleva mucho tiempo enseñándome a luchar. Con varita, sin varita, con los puños, incluso con las manos atadas. Intenta prepararme para lo que pueda venir y según él, soy quien más en peligro está de todos los presentes. "Eres el hijo de Jamie y eres importante para mi. Serás el primero a quien quieran echar mano si tienen la oportunidad" Había dicho. No le pregunté porqué eso era tan horrible pero no insistí. Sé que esa es una de las razones por las que mi madre prefería mantenerme en el distrito seis a salvo; una de las razones por las que Sinhué falleció; y una de las razones por las que Silván no tiene memoria.
Ni siquiera me da tiempo de ponerme en postura por completo cuando vuelve a atacarme. Retrocedo, tropiezo con una piedra y caigo de nuevo. Incluso en el suelo intenta pisare pero me libro de su ataque girando sobre mi propio cuerpo y poniéndome en pie ignorando el dolor que apoyar mi mano sobre el suelo me provoca. Suelto un gemido por lo bajo y en cuanto se abalanza de nuevo pongo las manos por delante en un momento de debilidad. Siempre me ha dicho que mire a mi oponente a los ojos, y su rabia, frustración, miedo, violencia, y mil cosas más que alcanzo a ver en tan solo unos segundos me aterran. - PARA! - El golpe no llega, y cuando abro uno de mis ojos me doy cuenta de que ha detenido su puño a escasos centímetros de mi cabeza y respira de forma agitada. No le presto atención a eso último porque yo también, incluso ahora que se me han llenado los ojos de lágrimas que me niego, por orgullo, a dejar caer. - No es mi culpa. No fui yo quien... no está ahí por mi culpa - Murmuro. Siempre he creído que todo esto de agarrarme a puñetazos hasta que aprenda a defenderme y salir vivo de una situación así, viene a medias porque mamá está tirada en una cama desde que le cayó un edificio encima y somos incapaces de despertarla o hacerla mejorar.
Rememorar aquello, el momento en el que desperté, en el que caminé buscándola y en el que me dijeron que estaba en coma aumenta la presión de mi pecho que me hace soltar un sollozo. A veces pienso en que está allí precisamente porque necesitaba una medicina para salvarme que al final consiguió otro; que si no la hubiese necesitado ella no habría ido allí a buscarla. Me dejo caer al suelo sentado cuando Jared retrocede y retira su puño de mi cabeza, poniendo mi mano sobre la muñeca que tengo dolorida y apretando suavemente en busca de indicios de que esté rota o dislocada. No lo consigo, porque jamás he tocado nada roto o dislocado, pero centrarme en hacer eso me hace dejar de pensar en mi madre. - No quiero seguir fingiendo que me intentas enseñarme a defenderme. Si quieres matarme por algo que no he hecho dispararme y terminemos con ésto. - Me trago el "yo ni siquiera quería estar aquí" porque ya recuerdo que pasó la última vez que lo dije. El recuerdo provoca que acabe llevándome una mano a la mejilla.
Sí, he dicho nosotros porque ahora, después de todo lo que ha pasado, me he hecho a la idea de que ya no soy un niñito del distrito seis camarero en tiempo libre, ahora soy tan rebelde como todos los demás y me matarán con la misma piedad que vayan a mostrarles a ellos. Ninguna. Ese es el motivo de todo esto, ese es el motivo por el que Jared lleva mucho tiempo enseñándome a luchar. Con varita, sin varita, con los puños, incluso con las manos atadas. Intenta prepararme para lo que pueda venir y según él, soy quien más en peligro está de todos los presentes. "Eres el hijo de Jamie y eres importante para mi. Serás el primero a quien quieran echar mano si tienen la oportunidad" Había dicho. No le pregunté porqué eso era tan horrible pero no insistí. Sé que esa es una de las razones por las que mi madre prefería mantenerme en el distrito seis a salvo; una de las razones por las que Sinhué falleció; y una de las razones por las que Silván no tiene memoria.
Ni siquiera me da tiempo de ponerme en postura por completo cuando vuelve a atacarme. Retrocedo, tropiezo con una piedra y caigo de nuevo. Incluso en el suelo intenta pisare pero me libro de su ataque girando sobre mi propio cuerpo y poniéndome en pie ignorando el dolor que apoyar mi mano sobre el suelo me provoca. Suelto un gemido por lo bajo y en cuanto se abalanza de nuevo pongo las manos por delante en un momento de debilidad. Siempre me ha dicho que mire a mi oponente a los ojos, y su rabia, frustración, miedo, violencia, y mil cosas más que alcanzo a ver en tan solo unos segundos me aterran. - PARA! - El golpe no llega, y cuando abro uno de mis ojos me doy cuenta de que ha detenido su puño a escasos centímetros de mi cabeza y respira de forma agitada. No le presto atención a eso último porque yo también, incluso ahora que se me han llenado los ojos de lágrimas que me niego, por orgullo, a dejar caer. - No es mi culpa. No fui yo quien... no está ahí por mi culpa - Murmuro. Siempre he creído que todo esto de agarrarme a puñetazos hasta que aprenda a defenderme y salir vivo de una situación así, viene a medias porque mamá está tirada en una cama desde que le cayó un edificio encima y somos incapaces de despertarla o hacerla mejorar.
Rememorar aquello, el momento en el que desperté, en el que caminé buscándola y en el que me dijeron que estaba en coma aumenta la presión de mi pecho que me hace soltar un sollozo. A veces pienso en que está allí precisamente porque necesitaba una medicina para salvarme que al final consiguió otro; que si no la hubiese necesitado ella no habría ido allí a buscarla. Me dejo caer al suelo sentado cuando Jared retrocede y retira su puño de mi cabeza, poniendo mi mano sobre la muñeca que tengo dolorida y apretando suavemente en busca de indicios de que esté rota o dislocada. No lo consigo, porque jamás he tocado nada roto o dislocado, pero centrarme en hacer eso me hace dejar de pensar en mi madre. - No quiero seguir fingiendo que me intentas enseñarme a defenderme. Si quieres matarme por algo que no he hecho dispararme y terminemos con ésto. - Me trago el "yo ni siquiera quería estar aquí" porque ya recuerdo que pasó la última vez que lo dije. El recuerdo provoca que acabe llevándome una mano a la mejilla.
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¡Pum! De nuevo cae al suelo y me hierve la sangre de ver como su trasero golpea el suelo con tanta facilidad. Estoy cansado de ver cómo cae una y otra vez, sin apenas oponer la resistencia que cualquiera de nosotros hubiera puesto de encontrarse en su lugar. Pero entonces recuerdo que él no es como nosotros, que su madre siempre lo mantuvo apartado de todos estos líos, que ni tan siquiera sabía cuáles eran nuestros movimientos porque todo eran mentiras y más mentiras teñidas de carantoñas y simpatías no correspondidas, porque en lo que respecta a Seth de todas las personas a las que quiere en esta vida, yo soy sin duda la última de todas, por el hecho de que de todos soy con el que más ha tratado y con el que más ha lidiado. Y eso me saca de mis casillas. No porque no me lo haya buscado, sino porque es una furia y un enfado tan injusto que me hace comportarme con él cada vez más duramente. Y espero que lo comprenda, porque si no lo comprende no durará ni tan siquiera dos días ahí fuera cuando pase lo que puede que esté por pasar. Aún así el recuerdo de Jamie en coma no ayuda a que me calme, porque lleva como una semana sin dar señales de movimiento. Tan sólo su pecho subiendo y bajando calmada y pausadamente que nos indica que no está muerta, que aún respira, aunque sus constantes vitales sean cada vez más débiles.
Por otro lado está el hecho de que Allen sigue recuperándose en el centro médico, y no estoy seguro de si se recuperará del todo algún día, porque desde entonces no ha hecho más que toser y toser más sangre, y dormir, y tratar de calmar a todos con sus palabras. Pero conmigo no lo consigue, porque hace falta más que palabras para que me de cuenta de que las cosas no son como deberían de ser, y que hay algo que no cuadra, pero no se el qué - ¡De pie pequeño insolente! ¡No hemos terminado! - suelto el palo de madera que tenía en la mano y con suma agilidad, me lanzo hacia delante para proferirle un golpe en la mejilla con mi puño, viendo si será o no capaz de pararlo. Pero entonces me grita que pare, haciendo que mis oídos se resientan, y me paro en seco, dándome cuenta de todo lo que estoy haciendo. Estoy pagando toda mi rabia y frustración con alguien que sin duda no tiene culpa de nada. Parezco tan bipolar a veces que el quedarme quieto donde estoy, con el puño parado a escasos centímetros de su cara, que siento ganas de vomitar y de desahogarme de otra forma, pero no soy capaz de hablar. No. Seth nunca atendió a razones, ¿por qué las cosas deberían de cambiar?
Mi gesto sigue tan serio como desde que empezó su entrenamiento, y no varía aún cuando aprieto mi puño con fuerza delante de él, marcando las venas de mis manos. Lo aparto, no obstante, y lo vuelvo a hacer caer al suelo - Porque como siempre te crees que eres el culo del mundo y que todo lo que sucede a tu alrededor es culpa tuya, ¿no Seth? - le golpeo con la cruda realidad. Es un chico falto de cariño, todo hay que decirlo, y es normal que lo que más quiera en estos momentos es alguien que le cuide, que le de cariño después de tanto tiempo. Pero esa persona no está para hacerlo, y no estará en unos días, o semanas... o años. Sacudo la cabeza asqueado por mis pensamientos. Al menos él está bien, pues las medicinas hicieron efecto rápidamente.
Rechino los dientes con tanta fuerza que hasta se escucha, y como aquella última vez, soy más rápido que él y le suelto una bofetada que hace que se le vuelva la cara y le quede una marca rojiza nada más mi palma impacta con su piel. Me quedo en silencio observándolo con la mirada, tan enfadado y molesto por sus palabras que parezca que me lo voy a comer vivo - Eres tan ingenuo, niñato impertinente - si antes había cabida para las buenas palabras, antes de que todo esto pasara, ahora sin duda no las hay porque ha de saber que todo esto es duro, muy duro, y que por encima de todas las cosas él quería estar aquí - Eras tú el que ansiaba estar con nosotros, el que creía que te manteníamos apartado porque todo esto te quedaba grande - apoyo la palma de mi mano en su mejilla mientras que la otra la coloco en su hombro, tratando de disculparme aunque sea en vano - ¿No te das cuenta? No sirve de nada hacerse el valiente, o quizás si, pero no ahora que estás tan metido en esto como todos los demás - las palabras salen con tanta facilidad que hasta me cuesta creer que esté hablando yo y no otra persona, no tengo la cabeza para tantas cosas, estoy a punto de explotar - ¿Te piensas que todo era del color de las margaritas? Oh - me río apenas un momento - Te equivocabas, Seth. Esto es la vida real - durante toda su vida ha vivido en una burbuja, apartado de todo esto por su bien propio. Y ahora que lo vive, por fin, después de tanto tiempo, no creo que le apetezca en lo más mínimo volver a rechistar.
Por otro lado está el hecho de que Allen sigue recuperándose en el centro médico, y no estoy seguro de si se recuperará del todo algún día, porque desde entonces no ha hecho más que toser y toser más sangre, y dormir, y tratar de calmar a todos con sus palabras. Pero conmigo no lo consigue, porque hace falta más que palabras para que me de cuenta de que las cosas no son como deberían de ser, y que hay algo que no cuadra, pero no se el qué - ¡De pie pequeño insolente! ¡No hemos terminado! - suelto el palo de madera que tenía en la mano y con suma agilidad, me lanzo hacia delante para proferirle un golpe en la mejilla con mi puño, viendo si será o no capaz de pararlo. Pero entonces me grita que pare, haciendo que mis oídos se resientan, y me paro en seco, dándome cuenta de todo lo que estoy haciendo. Estoy pagando toda mi rabia y frustración con alguien que sin duda no tiene culpa de nada. Parezco tan bipolar a veces que el quedarme quieto donde estoy, con el puño parado a escasos centímetros de su cara, que siento ganas de vomitar y de desahogarme de otra forma, pero no soy capaz de hablar. No. Seth nunca atendió a razones, ¿por qué las cosas deberían de cambiar?
Mi gesto sigue tan serio como desde que empezó su entrenamiento, y no varía aún cuando aprieto mi puño con fuerza delante de él, marcando las venas de mis manos. Lo aparto, no obstante, y lo vuelvo a hacer caer al suelo - Porque como siempre te crees que eres el culo del mundo y que todo lo que sucede a tu alrededor es culpa tuya, ¿no Seth? - le golpeo con la cruda realidad. Es un chico falto de cariño, todo hay que decirlo, y es normal que lo que más quiera en estos momentos es alguien que le cuide, que le de cariño después de tanto tiempo. Pero esa persona no está para hacerlo, y no estará en unos días, o semanas... o años. Sacudo la cabeza asqueado por mis pensamientos. Al menos él está bien, pues las medicinas hicieron efecto rápidamente.
Rechino los dientes con tanta fuerza que hasta se escucha, y como aquella última vez, soy más rápido que él y le suelto una bofetada que hace que se le vuelva la cara y le quede una marca rojiza nada más mi palma impacta con su piel. Me quedo en silencio observándolo con la mirada, tan enfadado y molesto por sus palabras que parezca que me lo voy a comer vivo - Eres tan ingenuo, niñato impertinente - si antes había cabida para las buenas palabras, antes de que todo esto pasara, ahora sin duda no las hay porque ha de saber que todo esto es duro, muy duro, y que por encima de todas las cosas él quería estar aquí - Eras tú el que ansiaba estar con nosotros, el que creía que te manteníamos apartado porque todo esto te quedaba grande - apoyo la palma de mi mano en su mejilla mientras que la otra la coloco en su hombro, tratando de disculparme aunque sea en vano - ¿No te das cuenta? No sirve de nada hacerse el valiente, o quizás si, pero no ahora que estás tan metido en esto como todos los demás - las palabras salen con tanta facilidad que hasta me cuesta creer que esté hablando yo y no otra persona, no tengo la cabeza para tantas cosas, estoy a punto de explotar - ¿Te piensas que todo era del color de las margaritas? Oh - me río apenas un momento - Te equivocabas, Seth. Esto es la vida real - durante toda su vida ha vivido en una burbuja, apartado de todo esto por su bien propio. Y ahora que lo vive, por fin, después de tanto tiempo, no creo que le apetezca en lo más mínimo volver a rechistar.
Me indigna que me acuse de que todo el mundo gira a mi alrededor. ¿Es que acaso ahora mismo no lo hace? Mi madre está en coma, yo estoy siendo acribillado por él a golpes porque supuestamente necesito aprender a defenderme si alguien, en algún momento, decide que quiere matarme. A mi me parecen suficientes razones como para que las cosas giren a mi alrededor, si bien no todas las del mundo, sí todas aquellas que me incluyen a mi. Sin embargo no digo nada, me aterra decir algo que desencadene más golpes, golpes que no sé si voy a soportar o si quiero soportar. En cuanto retiro mi mano del recuerdo de aquella cachetada me mete otra. Mi rostro se queda girado hacia el sitio del impacto y mis ojos abiertos. ¿Qué he dicho ahora? Empiezo a respirar de forma forzada amenazando con salirme de mi control otra vez pero mi orgullo me lo impide. Pura y llanamente mi orgullo.
Le lanzo una mirada de completo odio cuando me dice que yo quería estar aquí y niego. - NO! Yo no quería estar aquí, quería que ella volviera a casa. - Si dije alguna vez que quería ser yo quien les acompañara no lo recuerdo en ese momento, y finjo que jamás lo he dicho. ¿Quien en su sano juicio lo haría sabiendo lo que le espera al otro lado?. Bajo la cabeza con la mano en el pecho porque hay un momento que si recuerdo haber deseado fervientemente estar aquí. En el colegio, mientras nos sacaban, mientras estaba tan cabreado que no me daba cuenta de que les había delatado. Aquella tarde en la que me pegaron un tiro. Cuando reconocí a Jared esa vez me pregunté si habían venido a llevarme y aunque estaba cabreado había una parte muy profunda y grande de mi que deseaba que lo hicieran. Bien, ahora tengo lo que quiero. - Tengo 14 años. ¿qué se supone que voy a saber sobre lo que quiero o no quiero? - Mi voz se quiebra mientras le traspaso la culpa de algo que desee más de lo que jamás admitiré. Él era el adulto, él debía pararme. - FUISTEIS VOSOTROS POR MI! ME SACASTEIS DE ALLÍ POR LA FUERZA - Y lo recuerdo como si hubiese sucedido ese mismo día. Los disparos, el olor a humo, aquel fuego, las explosiones, incluso la mano de Grace. - Y dejásteis a Silván. Allí. Lo dejásteis - Empiezo como queja y poco a poco mi voz se va apagando hasta que es apenas un suspiro.
Sacudo la cabeza ante lo de las margaritas. Nunca pensé que fuera fácil, jamás se me pasó por la cabeza. Si hubiera sido fácil mamá jamás se habría ido ¿no?. Siempre he pensado que se fue porque no quería verme la cara, porque no quería recordar a los dos hijos que perdió; pero Jared pasó años intentando convencerme de lo contrario, de que era para protegerme. Ahora probablemente nunca lo sabré porque mi madre está en coma y quizá no despierte. - Ésto no es la vida real, ésto no es nada! es un sitio donde la gente muere por cosas que no entiendo. ¿Qué demonios os pasa a todos vosotros? - Voy levantando la voz conforme hablo hasta que al final se transforma en un grito. Parece un vídeo juego de eso que yo nunca tuve pero que probé por mis amigos más de una vez. Un lugar donde todo es tan caótico que sobrevivir es prácticamente imposible. Pero no importa, porque tienes vidas para gastar y si se te acaban todas siempre puedes volver a un punto de control y empezar desde ahí. Ésto no es así. Aquí no tienes puntos de control ni vidas. La gente muere y muerta se queda.
Pensar en ello me recuerda a mi madre y me provoca un ataque de pánico. Cierro mis manos sobre el suelo agarrando trozos de césped reseco por los escombros y casi aplastado. Mi respiración se agita. - Si mamá se muere, morirá para siempre. Como murió Sinhué. - Se irá y ya no habrá poder humano que lo haga volver. Entonces estaré solo yo contra el mundo.
Le lanzo una mirada de completo odio cuando me dice que yo quería estar aquí y niego. - NO! Yo no quería estar aquí, quería que ella volviera a casa. - Si dije alguna vez que quería ser yo quien les acompañara no lo recuerdo en ese momento, y finjo que jamás lo he dicho. ¿Quien en su sano juicio lo haría sabiendo lo que le espera al otro lado?. Bajo la cabeza con la mano en el pecho porque hay un momento que si recuerdo haber deseado fervientemente estar aquí. En el colegio, mientras nos sacaban, mientras estaba tan cabreado que no me daba cuenta de que les había delatado. Aquella tarde en la que me pegaron un tiro. Cuando reconocí a Jared esa vez me pregunté si habían venido a llevarme y aunque estaba cabreado había una parte muy profunda y grande de mi que deseaba que lo hicieran. Bien, ahora tengo lo que quiero. - Tengo 14 años. ¿qué se supone que voy a saber sobre lo que quiero o no quiero? - Mi voz se quiebra mientras le traspaso la culpa de algo que desee más de lo que jamás admitiré. Él era el adulto, él debía pararme. - FUISTEIS VOSOTROS POR MI! ME SACASTEIS DE ALLÍ POR LA FUERZA - Y lo recuerdo como si hubiese sucedido ese mismo día. Los disparos, el olor a humo, aquel fuego, las explosiones, incluso la mano de Grace. - Y dejásteis a Silván. Allí. Lo dejásteis - Empiezo como queja y poco a poco mi voz se va apagando hasta que es apenas un suspiro.
Sacudo la cabeza ante lo de las margaritas. Nunca pensé que fuera fácil, jamás se me pasó por la cabeza. Si hubiera sido fácil mamá jamás se habría ido ¿no?. Siempre he pensado que se fue porque no quería verme la cara, porque no quería recordar a los dos hijos que perdió; pero Jared pasó años intentando convencerme de lo contrario, de que era para protegerme. Ahora probablemente nunca lo sabré porque mi madre está en coma y quizá no despierte. - Ésto no es la vida real, ésto no es nada! es un sitio donde la gente muere por cosas que no entiendo. ¿Qué demonios os pasa a todos vosotros? - Voy levantando la voz conforme hablo hasta que al final se transforma en un grito. Parece un vídeo juego de eso que yo nunca tuve pero que probé por mis amigos más de una vez. Un lugar donde todo es tan caótico que sobrevivir es prácticamente imposible. Pero no importa, porque tienes vidas para gastar y si se te acaban todas siempre puedes volver a un punto de control y empezar desde ahí. Ésto no es así. Aquí no tienes puntos de control ni vidas. La gente muere y muerta se queda.
Pensar en ello me recuerda a mi madre y me provoca un ataque de pánico. Cierro mis manos sobre el suelo agarrando trozos de césped reseco por los escombros y casi aplastado. Mi respiración se agita. - Si mamá se muere, morirá para siempre. Como murió Sinhué. - Se irá y ya no habrá poder humano que lo haga volver. Entonces estaré solo yo contra el mundo.
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Me paro un momento a mirar hacia el edificio de justicia que está detrás de nosotros, completamente destruido. Paso una de mis manos por mi frente, apartando el sudor de la misma y tratando de desconectar del mundo en el que vive Seth para conectarme al mundo en el que vivimos todos los demás. Sin duda no hay más que mirar hacia otro lado y olvidarlo a él por completo para salir de su mundo, pero él está tan anclado al pasado y a todas las cosas que ha vivido antes de que su madre por fin tomara la decisión de sacarlo de aquel reformatorio cuando lo apresaron, que no quiere ver el lado bueno de las cosas. Él no quería estar aquí, por supuesto, pero sus insistencias y sus dobles sentidos en las frases eran tan claros y tan implícitos, a menos para mi, que no me extraña que finalmente nos lanzáramos a lo que en un principio pensamos que era un completo suicidio para acabar al final consiguiendo lo que nos proponíamos - Para ella esto ya no era su casa, Seth, ¿te lo revuelvo a repetir o ya te entra en tu cerebro? - para ella volver aquí significaba estar atada a algo de lo que no podría ni volvería a ser capaz de salir. Ella apoya una causa que su hijo no entendía cuando lo dejó con Silván, pues el otro para nuestra desgracia ya había muerto...
Suspiro tan exageradamente que hasta podría ser capaz de tirar un edificio entero. Me saca de mis casillas y mi paciencia tiene un límite - Ahora tú estás en su casa, todas las personas que has visto ir y venir continuamente son su familia, y yo soy como su hermano, ¿no te hace eso pensar que finalmente, ahora que estás aquí, ella está feliz? - aun cuando todo esto no es más que un hervidero de personas que se dedican a matar y a luchar por lo que quieren y no por lo que hay ahora mismo. Le doy otro golpe a la altura de la cabeza cuando se excusa en su edad para contraatacar a mis palabras - Eso es, rehúye de tus responsabilidades y de tus actos. Está claro que tienes razón y eres un completo niño chico, infantil y asustado, ¡hasta Alice tiene más huevos que tú! - le doy un golpe bajo porque si no conoce a Alice no tardará en conocerla. La chica que el propio Allen salvó y sacó de Londres cuando lo masacraron ha demostrado ser mucho más valiente que todas las personas de este lugar, inclusive yo. Aún así todavía sigue pareciéndome muy descabellado haber dejado las puertas abiertas a los niños para que vinieran a este sitio, por mucho que ellos no tuvieran intención de que hicieran. Si dejas a un niño despistado, sin control alguno en el sitio donde lo dejas, y te vas... ¿qué esperas que hagan? La curiosidad mató al gato.
- Tú sabes como está Silván, ¿qué hubiera pasado de traerlo? Él está mucho mejor allí que aquí porque al menos allí nadie puede tocarlo, dudo incluso de que sepan que es hijo de tu madre - y además de verdad, porque debido a su enfermedad la gente suele pasar de él y él tampoco hace mucho para llamar la atención, así que antes de correr el riesgo de perder a otro en este sitio, yo mismo le dije a Jamie que lo mejor era dejarlo a él allí - Nos pasa que estamos cansados de pertenecer a alguien que usa licántropos incluso para matarnos - le golpeo nuevamente en la cabeza, por cada nueva palabra que me molesta y que sale de su boca. Él mismo sabe lo que pasaba mientras estaba en la camilla porque yo se lo conté todo, cansado de ocultarle todo y cansado de escucharle decir que no contábamos con él para nada, que lo teníamos olvidado, opté por contarle la historia desde que lo dejamos. Todo lo que ha pasado, todo lo que hemos hecho, la odisea en busca de sus medicinas para salvarlo, las miles de personas que han muerto... en fin, toda una batallita digna de recordar. Pero no es hasta que él termina de hablar cuando yo me levanto y voy a por dos palos, lanzándole uno a él y presa del enfado, me lanzo hacia él otra vez.
Alzo el palo y sin darle más explicaciones le golpeo en uno de sus costados, haciendo que caiga al suelo y sin importarme que le haya o no dolido - ¡Defiéndete! Si no quieres morir como Sinhué, ¡DEFIÉNDETE! - le grito, haciéndolo levantar del suelo con la mano y volviendo a atacar, dándole otro golpe en el mismo sitio y viendo como Seth vuelve a caer al suelo, fruto de la sorpresa y de la frustración que puede llegar a sentir cuando no es capaz de hacer nada por defenderse - Ésta es la vida real, ¡ésta es! Tanto que luchabas y me echabas en cara que no te teníamos en cuenta, ahora acabarás harto de mi y ni Allen podrá curarte porque yo me encargaré de que sanes sólo, sin ayuda - si quiere vivir esto de primera mano tendrá que acostumbrarse a los golpes, a las heridas y a todo. Dejo que se recupere esta vez y vuelvo a acometer contra él, pero esta vez golpeando con fuerza a la altura de su cabeza, subiendo el palo y bajándolo cuando estoy cerca de él. Pero paro justo cuando se que no va a poder pararlo, porque si no lo hago el golpe será tan gordo que seguramente se maree. Me paro a su lado otra vez, sosteniéndole las manos y agarrando el palo que se le ha caído - Lo coges así, me das golpes así, ¿es tan difícil? - me aparto y me quedo quieto, soltando mi propio palo a un lado y esperando a ver si de una vez por todas saca toda su furia fuera y la paga conmigo para aprender a sobrevivir.
Suspiro tan exageradamente que hasta podría ser capaz de tirar un edificio entero. Me saca de mis casillas y mi paciencia tiene un límite - Ahora tú estás en su casa, todas las personas que has visto ir y venir continuamente son su familia, y yo soy como su hermano, ¿no te hace eso pensar que finalmente, ahora que estás aquí, ella está feliz? - aun cuando todo esto no es más que un hervidero de personas que se dedican a matar y a luchar por lo que quieren y no por lo que hay ahora mismo. Le doy otro golpe a la altura de la cabeza cuando se excusa en su edad para contraatacar a mis palabras - Eso es, rehúye de tus responsabilidades y de tus actos. Está claro que tienes razón y eres un completo niño chico, infantil y asustado, ¡hasta Alice tiene más huevos que tú! - le doy un golpe bajo porque si no conoce a Alice no tardará en conocerla. La chica que el propio Allen salvó y sacó de Londres cuando lo masacraron ha demostrado ser mucho más valiente que todas las personas de este lugar, inclusive yo. Aún así todavía sigue pareciéndome muy descabellado haber dejado las puertas abiertas a los niños para que vinieran a este sitio, por mucho que ellos no tuvieran intención de que hicieran. Si dejas a un niño despistado, sin control alguno en el sitio donde lo dejas, y te vas... ¿qué esperas que hagan? La curiosidad mató al gato.
- Tú sabes como está Silván, ¿qué hubiera pasado de traerlo? Él está mucho mejor allí que aquí porque al menos allí nadie puede tocarlo, dudo incluso de que sepan que es hijo de tu madre - y además de verdad, porque debido a su enfermedad la gente suele pasar de él y él tampoco hace mucho para llamar la atención, así que antes de correr el riesgo de perder a otro en este sitio, yo mismo le dije a Jamie que lo mejor era dejarlo a él allí - Nos pasa que estamos cansados de pertenecer a alguien que usa licántropos incluso para matarnos - le golpeo nuevamente en la cabeza, por cada nueva palabra que me molesta y que sale de su boca. Él mismo sabe lo que pasaba mientras estaba en la camilla porque yo se lo conté todo, cansado de ocultarle todo y cansado de escucharle decir que no contábamos con él para nada, que lo teníamos olvidado, opté por contarle la historia desde que lo dejamos. Todo lo que ha pasado, todo lo que hemos hecho, la odisea en busca de sus medicinas para salvarlo, las miles de personas que han muerto... en fin, toda una batallita digna de recordar. Pero no es hasta que él termina de hablar cuando yo me levanto y voy a por dos palos, lanzándole uno a él y presa del enfado, me lanzo hacia él otra vez.
Alzo el palo y sin darle más explicaciones le golpeo en uno de sus costados, haciendo que caiga al suelo y sin importarme que le haya o no dolido - ¡Defiéndete! Si no quieres morir como Sinhué, ¡DEFIÉNDETE! - le grito, haciéndolo levantar del suelo con la mano y volviendo a atacar, dándole otro golpe en el mismo sitio y viendo como Seth vuelve a caer al suelo, fruto de la sorpresa y de la frustración que puede llegar a sentir cuando no es capaz de hacer nada por defenderse - Ésta es la vida real, ¡ésta es! Tanto que luchabas y me echabas en cara que no te teníamos en cuenta, ahora acabarás harto de mi y ni Allen podrá curarte porque yo me encargaré de que sanes sólo, sin ayuda - si quiere vivir esto de primera mano tendrá que acostumbrarse a los golpes, a las heridas y a todo. Dejo que se recupere esta vez y vuelvo a acometer contra él, pero esta vez golpeando con fuerza a la altura de su cabeza, subiendo el palo y bajándolo cuando estoy cerca de él. Pero paro justo cuando se que no va a poder pararlo, porque si no lo hago el golpe será tan gordo que seguramente se maree. Me paro a su lado otra vez, sosteniéndole las manos y agarrando el palo que se le ha caído - Lo coges así, me das golpes así, ¿es tan difícil? - me aparto y me quedo quieto, soltando mi propio palo a un lado y esperando a ver si de una vez por todas saca toda su furia fuera y la paga conmigo para aprender a sobrevivir.
Cada golpe que me da en la cabeza hace que quiera gritar y devolvérselo. En otra situación, en otro lugar, cuando estábamos en un territorio que me pertenecía y que no era suyo, allí lo habría hecho y él lo sabe muy bien. De todas esas veces que fue al distrito seis a verme con la excusa de que mi madre no podía, para excusarla con sus responsabilidades como resistente. Ahora no estoy en casa, ahora estoy en un sitio violento y lleno de desconocidos, un sitio en el que no me siento a salvo y en el que solo estoy yo porque mi madre está inconsciente en algún sitio y el único adulto al que puedo aferrarme se empeña en golpearme una y otra vez. Cuando pienso en todo lo que me contó mientras me recuperaba en la camilla los días posteriores a lo del distrito 11 me estremezco, no son esas dulces historias que él suavizaba para que yo no me preocupara por la mujer que me abandonó, son historias de esas que solo leía en los libros de la biblioteca cuando quería escapar del mundo real. La diferencia es que en esos libros existe una persona capaz de pararlo todo, capaz de eliminar la guerra, capaz de mejorar el mundo. Estamos en el mundo real, aquí no hay protagonistas que no morirán, aquí no hay ningún héroe que pueda detenerlo todo con solo intentarlo.
Apenas consigo agarrar el palo que me tira por sorpresa poniéndome en pie y deteniendo su primer ataque. Al menos intentándolo porque viene con tanta fuerza que incluso cuando pongo mi palo entre el suyo y mis costillas me golpea de todas maneras. - Me mentías. Me decías que era peligroso pero no porqué. Me decías que mi madre estaba bien y yo pensaba que si ella estaba bien porqué no iba a estar yo! - Otro golpe llega y ese segundo me deja sin aliento. Incluso me doblo ligeramente hacia adelante y si no hubiese sido porque utilicé el palo para frentar mi caída, habría acabado en el suelo. Respiro de forma entre forzada mientras algunas lágrimas se escapan de mis ojos. No estoy seguro de que estoy llorando hasta que me paso el dorso de la mano por las mejillas. Llorar. Creo que es la quinta o séptima vez que lloro desde que me han traído a éste lugar, es como si el distrito 11 y los rebeldes pudieran con todos esos muros que me molesté en levantar cuando mi madre me abandonó. Eso me frustra.
Agarro el palo como él me dice que lo agarre y lo ataco antes de que esté preparado para que lo hago. Golpeo una y otra vez contra él con toda la furia de la que dispongo. - ¡Ahora ni siquiera tengo madre! ¿De qué me sirve estar aquí si ella no está? - Grito. Grito tan fuertemente que cuando lo hago me duele la garganta. Pero no paro de pegarle. Muchos de mis golpes dan contra él, especialmente los primeros donde le he pillado por sorpresa. Pero a la larga se nota mi inexperiencia y lo que son golpes que me habría gustado encajarle en las costillas por todas esas veces que me golpeó, encajan contra el suyo. Le odio, le odio y me frustra. Porque entonces no me queda nadie en éste lugar y no sé que rayos hago aquí.
Cuando menciona a Alice de pronto ya no estoy tan enfadado. Quizá porque la recuerdo la primera vez junto a mi cama en el distrito 11 intentando que no entrase en pánico cuando todo ésto me era nuevo y era completamente ignorante de todo lo que pasaba. Aquel despiste sirve para que uno de los ataques de Jared se encaje de nuevo en mis costillas con toda la fuerza y caiga al suelo. Ésta vez me ha roto algo, lo sé, así que solo me doblo de dolor y ahogo un grito en mi garganta. Mi orgullo me impide dejarlo salir. - Sé quien es Alice - Jadeo cuando soy capaz de hablar, aunque no demoverme. - ¿A ella también la golpeaste hasta dejarla si sentido? - Durante un instante me pregunto si ésto es lo que hace con todos los niños de éste sitio. Ninguno parece tener miedo, aunque sospecho que es porque no conocen otra cosa. Estar siempre en peligro, viviendo siempre con el miedo de que vayan a matarte de la noche a la mañana; todo eso debe crear dentro de las personas una serie de cámara protectora que anula el miedo y les permite pensar. Yo no viví así. Yo tenía una cama caliente a la que volver todos los días, y una especie de padre que se preocupaba por mi.
Ahora cuando recuerdo a tío Andrew me doy cuenta de lo mal que lo traté. Todos esos gritos, todos esos golpes bajos que le lancé llamándole cobarde. No era un cobarde. Ahora lo sé.
Apenas consigo agarrar el palo que me tira por sorpresa poniéndome en pie y deteniendo su primer ataque. Al menos intentándolo porque viene con tanta fuerza que incluso cuando pongo mi palo entre el suyo y mis costillas me golpea de todas maneras. - Me mentías. Me decías que era peligroso pero no porqué. Me decías que mi madre estaba bien y yo pensaba que si ella estaba bien porqué no iba a estar yo! - Otro golpe llega y ese segundo me deja sin aliento. Incluso me doblo ligeramente hacia adelante y si no hubiese sido porque utilicé el palo para frentar mi caída, habría acabado en el suelo. Respiro de forma entre forzada mientras algunas lágrimas se escapan de mis ojos. No estoy seguro de que estoy llorando hasta que me paso el dorso de la mano por las mejillas. Llorar. Creo que es la quinta o séptima vez que lloro desde que me han traído a éste lugar, es como si el distrito 11 y los rebeldes pudieran con todos esos muros que me molesté en levantar cuando mi madre me abandonó. Eso me frustra.
Agarro el palo como él me dice que lo agarre y lo ataco antes de que esté preparado para que lo hago. Golpeo una y otra vez contra él con toda la furia de la que dispongo. - ¡Ahora ni siquiera tengo madre! ¿De qué me sirve estar aquí si ella no está? - Grito. Grito tan fuertemente que cuando lo hago me duele la garganta. Pero no paro de pegarle. Muchos de mis golpes dan contra él, especialmente los primeros donde le he pillado por sorpresa. Pero a la larga se nota mi inexperiencia y lo que son golpes que me habría gustado encajarle en las costillas por todas esas veces que me golpeó, encajan contra el suyo. Le odio, le odio y me frustra. Porque entonces no me queda nadie en éste lugar y no sé que rayos hago aquí.
Cuando menciona a Alice de pronto ya no estoy tan enfadado. Quizá porque la recuerdo la primera vez junto a mi cama en el distrito 11 intentando que no entrase en pánico cuando todo ésto me era nuevo y era completamente ignorante de todo lo que pasaba. Aquel despiste sirve para que uno de los ataques de Jared se encaje de nuevo en mis costillas con toda la fuerza y caiga al suelo. Ésta vez me ha roto algo, lo sé, así que solo me doblo de dolor y ahogo un grito en mi garganta. Mi orgullo me impide dejarlo salir. - Sé quien es Alice - Jadeo cuando soy capaz de hablar, aunque no demoverme. - ¿A ella también la golpeaste hasta dejarla si sentido? - Durante un instante me pregunto si ésto es lo que hace con todos los niños de éste sitio. Ninguno parece tener miedo, aunque sospecho que es porque no conocen otra cosa. Estar siempre en peligro, viviendo siempre con el miedo de que vayan a matarte de la noche a la mañana; todo eso debe crear dentro de las personas una serie de cámara protectora que anula el miedo y les permite pensar. Yo no viví así. Yo tenía una cama caliente a la que volver todos los días, y una especie de padre que se preocupaba por mi.
Ahora cuando recuerdo a tío Andrew me doy cuenta de lo mal que lo traté. Todos esos gritos, todos esos golpes bajos que le lancé llamándole cobarde. No era un cobarde. Ahora lo sé.
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- Hablar contigo es como pelear con las sombras, nunca sabes cuando vas a acertar - le digo completamente enfadado. ¿Qué más se supone que tengo que decirle? Ya lo he intentado todo. He tratado por todos los medios de hacerle entender, de hacerle comprender, ¿pero quién quiere engañarse a si mismo? Enseñarle a un crío algo que se escapa de su entendimiento y sus posibilidades es una completa pérdida de tiempo. Sólo piensa en su madre. Y en su madre de nuevo. A veces piensa en mi y en sus hermanos. Y luego vuelve a pensar en su madre. Y así continuamente hasta que nos aburre a todos los de su alrededor. Todo es culpa de su madre, todo es culpa de nosotros, él no entiende por qué lo hicimos y nada cambiará. Y nunca lo entenderá, o no al menos hasta que Jamie despierte y le de una buena hostia.
Sin embargo es mi sobrino, más bien es como mi propio hijo, y verlo llorar me derrumba del todo. Lo he hecho llorar yo, por supuesto, ¿pero acaso no es fuerte como para callarse las lágrimas? - Has perdido todo el orgullo que te quedaba, me parece que por fin están dando resultados estos entrenamientos - le vuelvo a dar un golpe antes de que él empiece con su retahíla nuevamente. Esta vez no va cargado de rabia, ni de ira, ni de frustración. Simplemente le doy un pequeño golpe que lo hace tambalearse apenas un momento - ¿No tienes madre? ¿Ya la has dado por muerta, niñato? - no me corto un pelo con la forma de hablarle, ¿para qué? - Si tu madre estuviese muerta, estaríamos muertos todos. Sin ella no somos nadas, ¡qué más tengo que decirte para que lo entiendas de una puñetera vez! - vuelvo a alterarme, pero es que con Seth hasta la persona más tranquila del mundo terminaría por volverse bipolar del todo. Me siento a un lado, sacudiendo la cabeza una y otra vez porque la simple idea de que Jamie pueda morir hace que me entren taquicardias. Sé que mi corazón bombea más sangre de la que puede porque el pulso se me acelera demasiado y me duelen las muñecas, allá donde las flechas impactaron una vez.
- Incluso ella es más valiente, pues no siente dolor. Por unas o por otras, su enfermedad no le permite sentir nada... ¿te gustaría eso? - niego a sus palabras, con Alice todo es diferente. Da gusto ver a Allen hablar con ella, da gusto ver como ambos sonríen mientras se cuentan sus desgracias, porque de una forma u otra está claro que ambos sufren, pero no lo muestran al mundo. No al menos tanto como puede mostrarlo cualquier otra persona, no como puedo llegar a mostrarlo yo. Los golpes sirven tanto como hablar, pero no sirven con cualquiera. Para desahogarte primero has de estar seguro de que la persona que tienes delante quiere lo mismo, y cada vez entiendo menos a Seth.
Sus golpes no me pillan de improvisto, al menos no todos, pero llega un momento en que pega tan fuerte que yo mismo me doblo apoyándo en el suelo una de mis manos mientras que con la otra paro todos los golpes que me suelta. Ese es el Seth que yo quería ver, el que pelea por las cosas que quiere y no se deja espantar por nadie, el que lucha por lo que tiene y por lo que quiere tener, no el que se esconde en sus refugios pasando desapercibido a llorar como una niña de cinco años - Basta, basta, vas a terminar por matarme - esbozo una sonrisa ladina, quizás es un poco macabro pero estoy seguro de que preferiría mil veces que muriera yo a que muriese su madre - ¿Ves que no es tan difícil golpear sin ser golpeado? Ahora mismo has estado tan enzarzado en tus golpes que no te has dado cuenta de que cuando yo te golpeaba, ni lo sentías - paro sus manos, las cuales atrapo con las mías y las estrecho con fuerza, llevándomelas a los labios y depositando un ligero beso cariñoso, con una sonrisa que se ensancha cada vez más - No olvides eso. Si te evades del dolor, si te evades de lo que te hacen, podrás actuar con mayor eficacia y... - le doy un golpe con mis piernas, haciéndolo caer al suelo y colocando una de mis manos a la altura de su cuello, medio sonriendo - ...nunca te despistes - y acto seguido lo levanto del suelo agarrándolo por los hombros, para ponerlo en pie.
Me aparto un poco para dejarlo respirar, limpiándole algunas de las lágrimas que aún caen por sus mejillas, atrayéndolas con mis dedos y suspirando. Si es este el sufrimiento que todos querían, ¿por qué alargarlo tanto? - Te queremos, por mucho que te empeñes en pensar que no es así - es lo único que le digo antes de dejarme caer al suelo, sentándome de piernas cruzadas, y amoldando mi respiración para conseguir volver a mis latidos iniciales. Se me hace cada vez más arduo y difícil todo esto, es algo que me queda grande. No me gusta hacer de niñero.
Sin embargo es mi sobrino, más bien es como mi propio hijo, y verlo llorar me derrumba del todo. Lo he hecho llorar yo, por supuesto, ¿pero acaso no es fuerte como para callarse las lágrimas? - Has perdido todo el orgullo que te quedaba, me parece que por fin están dando resultados estos entrenamientos - le vuelvo a dar un golpe antes de que él empiece con su retahíla nuevamente. Esta vez no va cargado de rabia, ni de ira, ni de frustración. Simplemente le doy un pequeño golpe que lo hace tambalearse apenas un momento - ¿No tienes madre? ¿Ya la has dado por muerta, niñato? - no me corto un pelo con la forma de hablarle, ¿para qué? - Si tu madre estuviese muerta, estaríamos muertos todos. Sin ella no somos nadas, ¡qué más tengo que decirte para que lo entiendas de una puñetera vez! - vuelvo a alterarme, pero es que con Seth hasta la persona más tranquila del mundo terminaría por volverse bipolar del todo. Me siento a un lado, sacudiendo la cabeza una y otra vez porque la simple idea de que Jamie pueda morir hace que me entren taquicardias. Sé que mi corazón bombea más sangre de la que puede porque el pulso se me acelera demasiado y me duelen las muñecas, allá donde las flechas impactaron una vez.
- Incluso ella es más valiente, pues no siente dolor. Por unas o por otras, su enfermedad no le permite sentir nada... ¿te gustaría eso? - niego a sus palabras, con Alice todo es diferente. Da gusto ver a Allen hablar con ella, da gusto ver como ambos sonríen mientras se cuentan sus desgracias, porque de una forma u otra está claro que ambos sufren, pero no lo muestran al mundo. No al menos tanto como puede mostrarlo cualquier otra persona, no como puedo llegar a mostrarlo yo. Los golpes sirven tanto como hablar, pero no sirven con cualquiera. Para desahogarte primero has de estar seguro de que la persona que tienes delante quiere lo mismo, y cada vez entiendo menos a Seth.
Sus golpes no me pillan de improvisto, al menos no todos, pero llega un momento en que pega tan fuerte que yo mismo me doblo apoyándo en el suelo una de mis manos mientras que con la otra paro todos los golpes que me suelta. Ese es el Seth que yo quería ver, el que pelea por las cosas que quiere y no se deja espantar por nadie, el que lucha por lo que tiene y por lo que quiere tener, no el que se esconde en sus refugios pasando desapercibido a llorar como una niña de cinco años - Basta, basta, vas a terminar por matarme - esbozo una sonrisa ladina, quizás es un poco macabro pero estoy seguro de que preferiría mil veces que muriera yo a que muriese su madre - ¿Ves que no es tan difícil golpear sin ser golpeado? Ahora mismo has estado tan enzarzado en tus golpes que no te has dado cuenta de que cuando yo te golpeaba, ni lo sentías - paro sus manos, las cuales atrapo con las mías y las estrecho con fuerza, llevándomelas a los labios y depositando un ligero beso cariñoso, con una sonrisa que se ensancha cada vez más - No olvides eso. Si te evades del dolor, si te evades de lo que te hacen, podrás actuar con mayor eficacia y... - le doy un golpe con mis piernas, haciéndolo caer al suelo y colocando una de mis manos a la altura de su cuello, medio sonriendo - ...nunca te despistes - y acto seguido lo levanto del suelo agarrándolo por los hombros, para ponerlo en pie.
Me aparto un poco para dejarlo respirar, limpiándole algunas de las lágrimas que aún caen por sus mejillas, atrayéndolas con mis dedos y suspirando. Si es este el sufrimiento que todos querían, ¿por qué alargarlo tanto? - Te queremos, por mucho que te empeñes en pensar que no es así - es lo único que le digo antes de dejarme caer al suelo, sentándome de piernas cruzadas, y amoldando mi respiración para conseguir volver a mis latidos iniciales. Se me hace cada vez más arduo y difícil todo esto, es algo que me queda grande. No me gusta hacer de niñero.
Pierdo el control y cuando pierdo el control no puedo pensar y ni siquiera distinguir lo que me dice. Hasta el momento en el que atrapa mis manos y el palo cae al suelo con un ruido sordo no dejo de golpearle. Respiro de una forma tan brusca que me duele el pecho y quiero patearlo cuando vuelve a hablar de Alice. - ¿Que? ¿Te has enamorado de ella? ¡Para de usarla como referencia! - Quito mis manos de su agarre con un brusco tirón todavía intentando encauzar todo ese dolor en el pecho que se transforma en lágrimas y me fastidia. Una cosa es intentar entrenarme físicamente para algo para lo que evidentemente no estoy preparado ni por asomo, y otra manera muy distinta ponerse a jugar conmigo como si fuese un balón de playa que puede golpear por donde quiera.
Cuando menciona a mi madre se me escapa un sollozo y eso solo hace que mi rabia crezca. A diferencia de él no me siento en el suelo, permanezco parado con todo el temple que todavía me queda a pesar del dolor de la pierna y las diferentes magulladoras que me ha hecho a lo largo de la tarde. Voy a matarlo, voy a matarlo mientras duerme algún día en el futuro cuando no acabe matándome él solo porque su fuerza es mayor que la mía. Se nota a leguas que mi respiración contiene algo más que simples jadeos por el sobre-esfuerzo físico; que trae ocultos algunos gemidos que intento tragarme para que mi ego no se resienta más. ¿Cuándo he empezado a llorar? ¿cuándo he empezado a creer que los problemas se solucionan con lágrimas? Ya lloré todo lo que tenía que llorar cuando era pequeño, se supone que no tengo lágrimas.
Pero entre más intenta consolarme más me desmorono y más me enfado conmigo mismo. Me insulto internamente. ¿Qué rayos me pasa? PARA DE LLORAR. Limpia mis lágrimas y alejo sus manos de mi con toda la brusquedad de la que dispongo e incluso intento limpiarme yo mismo. No soy capaz. Cuando limpio unas otras las reemplazan y para colmo de males, acaba recordándome lo que intento no creerme porque solo me hace daño. ¿Quererme? ¿en serio? Necesito mantener esa barrera levantada. La que probablemente sea la última que me queda. - CALLATE! CALLATE YA! NO QUIERO OÍRLO! - Mi voz se me quiebra y eso es suficiente como para querer morirme. Suelto un grito frustrado que acompaña una patada antes de agarrar el palo del suelo y salir de allí, al principio caminando solamente pero luego empezando a correr ignorando todo el dolor que cada golpe y casa paso me provoca.
Desaparezco entre los escombros del edificio de justicia hacia la zona residencia, como siempre, como todas las tardes desde que ésto empezó, cómo todos los días cuando esta estupidez de entrenamiento se da por terminada con el sol, todavía a media asta.
Cuando menciona a mi madre se me escapa un sollozo y eso solo hace que mi rabia crezca. A diferencia de él no me siento en el suelo, permanezco parado con todo el temple que todavía me queda a pesar del dolor de la pierna y las diferentes magulladoras que me ha hecho a lo largo de la tarde. Voy a matarlo, voy a matarlo mientras duerme algún día en el futuro cuando no acabe matándome él solo porque su fuerza es mayor que la mía. Se nota a leguas que mi respiración contiene algo más que simples jadeos por el sobre-esfuerzo físico; que trae ocultos algunos gemidos que intento tragarme para que mi ego no se resienta más. ¿Cuándo he empezado a llorar? ¿cuándo he empezado a creer que los problemas se solucionan con lágrimas? Ya lloré todo lo que tenía que llorar cuando era pequeño, se supone que no tengo lágrimas.
Pero entre más intenta consolarme más me desmorono y más me enfado conmigo mismo. Me insulto internamente. ¿Qué rayos me pasa? PARA DE LLORAR. Limpia mis lágrimas y alejo sus manos de mi con toda la brusquedad de la que dispongo e incluso intento limpiarme yo mismo. No soy capaz. Cuando limpio unas otras las reemplazan y para colmo de males, acaba recordándome lo que intento no creerme porque solo me hace daño. ¿Quererme? ¿en serio? Necesito mantener esa barrera levantada. La que probablemente sea la última que me queda. - CALLATE! CALLATE YA! NO QUIERO OÍRLO! - Mi voz se me quiebra y eso es suficiente como para querer morirme. Suelto un grito frustrado que acompaña una patada antes de agarrar el palo del suelo y salir de allí, al principio caminando solamente pero luego empezando a correr ignorando todo el dolor que cada golpe y casa paso me provoca.
Desaparezco entre los escombros del edificio de justicia hacia la zona residencia, como siempre, como todas las tardes desde que ésto empezó, cómo todos los días cuando esta estupidez de entrenamiento se da por terminada con el sol, todavía a media asta.
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