VERANO de 247521 de Junio — 20 de Septiembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Mamá me obligó a llevarme un poco de pastel de chocolate cuando tuve que dejar el distrito ocho, dentro de un pequeño recipiente de plástico que me recuerda a aquellos que nos entregaron en la arena cuando conseguimos algo de comida. Me acomodo en el asiento del tren, levantando la tapa para sacar un trozo de la torta y llevármela a la boca, disfrutando de aquella corteza crujiente tan familiar que me permite transportarme a unos instantes de paz. Mi cuerpo se encuentra cansado incluso aunque haya gozado de un fin de semana en mi hogar, probablemente porque gasté la mayor parte del tiempo en llorar y en ordenar mi habitación, tirando a la basura todas las cosas que me conectaran con el chico del seis y, para que negarlo, también el chico del siete. Apenas he llorado; supongo que todo este tiempo me ha servido para colocarme en una posición un poco más madura y fría respecto a estos asuntos. Me siento sola, pequeña, sucia, miserable y no dejo de repasar en mi cabeza aquellos ruegos y gritos e incluso el sabor del contacto de los labios de Looper, comparándolos con los de Mills, aunque solo sirve para atormentarme y acabo por evadir aquellas memorias. Solamente hay una cosa de la cual no pude deshacerme, la muñeca Lucy, que ahora mismo se encuentra a mi lado en el asiento. Le he cosido el botón de su ojo y se parece un poco más a lo que solía ser cuando era pequeña.
Pasado el mediodía, el avox encargado de cuidarme toca la puerta de mi compartimiento y en cuanto lo dejo pasar, parece un poco nervioso, lo que me exaspera. Acaba por darme un papelito y se marcha, cerrando con cuidado, mientras paso la lengua por mis dientes en un gesto pensativo a la vez que me limpio los restos del pastel. Jugueteo un momento con la nota entre mis dedos, notando la aspereza del papel, hasta que la abro y frunzo el ceño mientras intento adivinar los garabatos. Lo primero que me fijo, por obviedad, es la firma, pero no hay ninguna firma que apreciar, lo que me desconcierta. Las instrucciones en la nota son sencillas: esperar en la estación de tren del Capitolio, antes de que me desvíen hacia el Centro de Entrenamientos, bajo el reloj, sin compañía…. Para hablar sobre mi familia. Mi familia.
Algo empieza a picar mi curiosidad, aunque algo en todo esto no me cuadra. Giro el papel, busco algo más, pero no hay nada. Me paso así el resto del viaje, hasta que frenamos en la estación del Capitolio y me obligan a bajar antes de seguir el rumbo, ya que aquí se hace una pequeña escala antes de continuar hasta las ruinas y el centro. Me apresuro a guardarme la nota en el bolsillo del abrigo, meto el recipiente en la maleta y a Lucy la coloco debajo de mi brazo, siendo lo único que llevo conmigo cuando salto del tren. Subo la bufanda hasta mi nariz, porque a pesar del sol, sopla un viento helado clásico del invierno, mientras miro a ambos lados en la estación. Diviso el enorme reloj que marca las tres de la tarde y doy grandes zancadas hasta llegar bajo su sombra, preguntándome quién diablos quiere tenerme a solas lejos de los chismes de los juegos, qué estupideces van a decirme y cuánto tiempo tendré antes de que el tren vuelva a partir.
Pasado el mediodía, el avox encargado de cuidarme toca la puerta de mi compartimiento y en cuanto lo dejo pasar, parece un poco nervioso, lo que me exaspera. Acaba por darme un papelito y se marcha, cerrando con cuidado, mientras paso la lengua por mis dientes en un gesto pensativo a la vez que me limpio los restos del pastel. Jugueteo un momento con la nota entre mis dedos, notando la aspereza del papel, hasta que la abro y frunzo el ceño mientras intento adivinar los garabatos. Lo primero que me fijo, por obviedad, es la firma, pero no hay ninguna firma que apreciar, lo que me desconcierta. Las instrucciones en la nota son sencillas: esperar en la estación de tren del Capitolio, antes de que me desvíen hacia el Centro de Entrenamientos, bajo el reloj, sin compañía…. Para hablar sobre mi familia. Mi familia.
Algo empieza a picar mi curiosidad, aunque algo en todo esto no me cuadra. Giro el papel, busco algo más, pero no hay nada. Me paso así el resto del viaje, hasta que frenamos en la estación del Capitolio y me obligan a bajar antes de seguir el rumbo, ya que aquí se hace una pequeña escala antes de continuar hasta las ruinas y el centro. Me apresuro a guardarme la nota en el bolsillo del abrigo, meto el recipiente en la maleta y a Lucy la coloco debajo de mi brazo, siendo lo único que llevo conmigo cuando salto del tren. Subo la bufanda hasta mi nariz, porque a pesar del sol, sopla un viento helado clásico del invierno, mientras miro a ambos lados en la estación. Diviso el enorme reloj que marca las tres de la tarde y doy grandes zancadas hasta llegar bajo su sombra, preguntándome quién diablos quiere tenerme a solas lejos de los chismes de los juegos, qué estupideces van a decirme y cuánto tiempo tendré antes de que el tren vuelva a partir.
El sol estaba radiante pero el frio era como cuchillas que estaban ahí para dañar la piel, llevaba el típico traje de mentor solo que una túnica negra cubría mi cuerpo, unos lentes oscuros mis ojos y una bufanda oscura mi boca. Estaba sentado sobre una piedra y mi avox a mi lado observando firme nuestro alrededor con el logo del Capitolio en su pecho, como símbolo de confianza, le había ordenado que le entregase una carta a la pequeña Jolene para acudiera a mi, era momento de entregarle los papeles que mi hermano había dejado para ella, contarle lo que se para luego afianzar mi alianza al Capitolio, nada en contra de mi padrino Teseo pero la voluntad de Evans estaba ante todo ante mi persona. Las horas fueron pasando y el frio se hacia mas intenso pero no me importaba, hasta que observe una pequeña figura bajarse del tren, me levante ocultándome en las sombras del viejo reloj hasta ver que estaba ella sola, salí de la oscuridad para verla mientras me saque los lentes el avox, saludo de forma cortez a la señorita para irse a unos metros de ambos y se quedo parado en silencio vigilando el área.
-Jolene, al fin puedo hablar contigo de un asunto de importancia. Me llamo Evans Sangreal, hermano de Thomas Sangreal, el cual falleció en los juegos anteriores. Nuestro padrino es Teseo Yorkey, y desde hace mucho tiempo el viejo le confiaba secretos de importancia a Thomas, secretos que hoy en día han llegado a mis manos, vengo a decirte la ultima voluntad de mi gemelo, espero que te sea de importancia y luego de esto nunca me has visto ni oído, o las consecuencias sobre ambos sera severa.-mire al avox el cual se giro, camino hasta nosotros sacando unas carpetas con papeles la cual se me fue entregada.-Gracias.-anuncie amable, para verlo regresar a donde estaba antes, le entregue la carpeta a Jolene, la cual en la tapa disponía de nombres en la cual estaba su padre y su hermana.-
-Teseo cuando los abandono fue al capitolio donde fue acogido por los Black, James Black le pregunto a Teseo si tenia una familia de la cual el capitolio podría proteger pero denegó, dijo que era soltero.-el primer secreto había sido revelado, tuvo la oportunidad de ayudar a su familia pero no lo hizo.-Se caso, tiene dos hijos gemelos y uno mas en camino, asesino a su segunda esposa cuando esta le traiciono para unirse a los rebeldes y ahora esta casado con una joven muchos años mas joven que él.-mientras hablaba la cara de ella parecía ir tomando otros gestos.-Poco tiempo después de que se volviera parte de la política del Capitolio, tus abuelos fueron a reclamarle dinero o le contarían al mundo que tu padre era un mago, si Jolene, Teseo goza de la magia en su cuerpo; en fin, la cuestión asesino a tus abuelos usando magia oscura y prohibida encerrando sus cuerpos bajo el gran mar que rodea la isla del capitolio.-mis manos jugaban entre si mientras el silencio aterrador envolvía nuestro alrededor.-
-Cuando tu hermana participo en los juegos, fue para demostrarle a Teseo su fuerza, su valentía y su agilidad. Sin embargo esos juegos fueron arreglados, Teseo se alío a Stephanie y el que mato a tu hermana no es un mentor ni siquiera esta en la lista de mentores. Teseo tuvo la oportunidad de Salvar a Erigone en su agonía pero declino, ordeno su ejecución inmediata. Tu padre es un hijo de puta.-comente al mismo tiempo que observaba que nadie nos estuviera mirando.-Cuando entraste a los juegos tu destino seria el mismo pero Teseo movió sus influencias para que no te lastimaran, los motivos exactos los desconozco, desde hace días viene moviéndose entre las sombras, ese nombre piensa hacer algo y nada bueno con sus aliados. Debes advertirle a los mentores para que se preparen, encontraras todos los datos con sellos y firmas en esa carpeta, nada de lo que te dije es una mentira, lamento ser yo quien te lo diga, mis mas profundos respetos.-me quede en silencio esperando su reacción.-
-Jolene, al fin puedo hablar contigo de un asunto de importancia. Me llamo Evans Sangreal, hermano de Thomas Sangreal, el cual falleció en los juegos anteriores. Nuestro padrino es Teseo Yorkey, y desde hace mucho tiempo el viejo le confiaba secretos de importancia a Thomas, secretos que hoy en día han llegado a mis manos, vengo a decirte la ultima voluntad de mi gemelo, espero que te sea de importancia y luego de esto nunca me has visto ni oído, o las consecuencias sobre ambos sera severa.-mire al avox el cual se giro, camino hasta nosotros sacando unas carpetas con papeles la cual se me fue entregada.-Gracias.-anuncie amable, para verlo regresar a donde estaba antes, le entregue la carpeta a Jolene, la cual en la tapa disponía de nombres en la cual estaba su padre y su hermana.-
-Teseo cuando los abandono fue al capitolio donde fue acogido por los Black, James Black le pregunto a Teseo si tenia una familia de la cual el capitolio podría proteger pero denegó, dijo que era soltero.-el primer secreto había sido revelado, tuvo la oportunidad de ayudar a su familia pero no lo hizo.-Se caso, tiene dos hijos gemelos y uno mas en camino, asesino a su segunda esposa cuando esta le traiciono para unirse a los rebeldes y ahora esta casado con una joven muchos años mas joven que él.-mientras hablaba la cara de ella parecía ir tomando otros gestos.-Poco tiempo después de que se volviera parte de la política del Capitolio, tus abuelos fueron a reclamarle dinero o le contarían al mundo que tu padre era un mago, si Jolene, Teseo goza de la magia en su cuerpo; en fin, la cuestión asesino a tus abuelos usando magia oscura y prohibida encerrando sus cuerpos bajo el gran mar que rodea la isla del capitolio.-mis manos jugaban entre si mientras el silencio aterrador envolvía nuestro alrededor.-
-Cuando tu hermana participo en los juegos, fue para demostrarle a Teseo su fuerza, su valentía y su agilidad. Sin embargo esos juegos fueron arreglados, Teseo se alío a Stephanie y el que mato a tu hermana no es un mentor ni siquiera esta en la lista de mentores. Teseo tuvo la oportunidad de Salvar a Erigone en su agonía pero declino, ordeno su ejecución inmediata. Tu padre es un hijo de puta.-comente al mismo tiempo que observaba que nadie nos estuviera mirando.-Cuando entraste a los juegos tu destino seria el mismo pero Teseo movió sus influencias para que no te lastimaran, los motivos exactos los desconozco, desde hace días viene moviéndose entre las sombras, ese nombre piensa hacer algo y nada bueno con sus aliados. Debes advertirle a los mentores para que se preparen, encontraras todos los datos con sellos y firmas en esa carpeta, nada de lo que te dije es una mentira, lamento ser yo quien te lo diga, mis mas profundos respetos.-me quede en silencio esperando su reacción.-
Jugueteo un momento con mi muñeca de trapo entre las manos, pensando en tonterías que no tienen sentido, hasta que una sombra robusta oculta el sol de mis ojos y acabo por levantar la vista, encontrándome con el perfil de Evans, acompañado de un avox que parece estar completamente descolocado en la escena. Le echo una ojeada al pobre hombre, hasta que el mentor comienza a hablar y yo me veo asintiendo con la cabeza como si fuese un mecanismo automático – Sé quién eres – respondo rápidamente, porque no hace falta que se presente; todos hemos visto las desgracias ajenas en televisión más de una vez. Pero él no se detiene, continúa con un discurso que parece haberlo ensayado por milenios y con cada palabra, me siembra la confusión - ¿Eres el ahijado de mi padre? – balbuceo, ladeando la cabeza. A buena hora me entero de la relación de los otros mentores con mi propia familia, si puedo llamarla así. De todas formas parece no prestarle atención a mis interrupciones, porque la charla continúa y probablemente, luego me arrepienta de haberlo escuchado.
Meto mi muñeca debajo del brazo para poder tomar la carpeta con ambas manos, abriéndola y echándole una leve ojeada, aunque no soy capaz de concentrarme porque estoy escuchando la narración de la historia. No me sorprende cuando cuenta como Teseo llegó al Capitolio y formó una nueva familia, aunque arrugo levemente el ceño y le lanzo una mirada inquisidora. ¿Tengo hermanos? ¿Tengo una madrastra? ¿Hay toda una rama de mi familia a la cual no conozco? Creo que comienzo a sentirme mareada. Entiendo lo que Evans quiere decirme. Entiendo que mi padre es un mago, un mago oscuro, un asesino… acabo por sentarme en una de las bancas de espera de la estación y mis ojos vagan hacia la fotografía del expediente de mi padre. Para cuando Evans sigue explicando, giro la hoja y me encuentro con los familiares ojos oscuros de Erígone.
Es como si alguien hubiese golpeado mi estómago y todo parece ir demasiado lento, haciendo eco en mi cabeza. Parece tener sentido, parece ser verdad, y sin embargo… - Mientes – le acuso, levantando el rostro para clavar mis ojos en los suyos. Sé que mis facciones se han endurecido, que mi cuerpo está tenso y que deseo arrancarle la cabeza a la muñeca que reposa bajo mi brazo. Sé que quiero romper la carpeta en mil pedazos y lanzarla a las vías del tren – Erígone salió escogida en la cosecha. Yo lo vi. ¿Insinúas que…? - ¿Qué la selección estaba arreglada? ¿Qué él sabía que ella saldría elegida y aun así no hizo nada para quitarla de en medio para probarse a sí mismo? ¿Qué yo me presenté voluntaria por una mentira? ¿Qué aquel tributo que clavó el hacha en mi hermana, no sabía que estaba cumpliendo los gustos del macabro padre de Erígone?
Parpadeo varias veces y poco a poco alguien se encuentra jadeando, hasta que me doy cuenta de que soy yo misma. Mi padre es un mago, mi padre es un asesino, mi padre me la quitó…. Los pensamientos estallan en mi cabeza como fuegos artificiales, porque no puede ser cierto. Es como si hubiesen puesto de cabeza el mundo con una lógica asquerosa. No tengo idea de cuánto tiempo pasa sin que dé una respuesta, pero comienzo a moverme en mi sitio como una maniática, intentando no perder la respiración. En algún momento me pongo de pie de un salto, sosteniéndome sobre dos temblorosas piernas - ¿por qué me dices esto? - ¿por qué me informa que mi venganza siempre fue un error? Que me presenté a los juegos para honrar una mentira y que nunca perseguí al verdadero culpable - ¿Por qué te tardaste tanto? ¿Y por qué él sigue vivo? - doy unos pasos hacia él. Evans es enorme, tanto que apenas le llego al pecho, pero siento como si mi tamaño no importase. Como si pudiese llevarme al mundo por delante. Tengo sangre de mago, de un asesino, todo fue en vano, perdí todo sin un propósito… el llanto no sale. En esta ocasión, parece que esa parte de mí se ha perdido; me conformo con llevarme las manos al cabello y gritar, gritar de rabia, de frustración, de odio, de rencor… de todas las cosas que se merece que sienta por él, la persona que se atrevió a darme la vida para arruinármela por completo.
Meto mi muñeca debajo del brazo para poder tomar la carpeta con ambas manos, abriéndola y echándole una leve ojeada, aunque no soy capaz de concentrarme porque estoy escuchando la narración de la historia. No me sorprende cuando cuenta como Teseo llegó al Capitolio y formó una nueva familia, aunque arrugo levemente el ceño y le lanzo una mirada inquisidora. ¿Tengo hermanos? ¿Tengo una madrastra? ¿Hay toda una rama de mi familia a la cual no conozco? Creo que comienzo a sentirme mareada. Entiendo lo que Evans quiere decirme. Entiendo que mi padre es un mago, un mago oscuro, un asesino… acabo por sentarme en una de las bancas de espera de la estación y mis ojos vagan hacia la fotografía del expediente de mi padre. Para cuando Evans sigue explicando, giro la hoja y me encuentro con los familiares ojos oscuros de Erígone.
Es como si alguien hubiese golpeado mi estómago y todo parece ir demasiado lento, haciendo eco en mi cabeza. Parece tener sentido, parece ser verdad, y sin embargo… - Mientes – le acuso, levantando el rostro para clavar mis ojos en los suyos. Sé que mis facciones se han endurecido, que mi cuerpo está tenso y que deseo arrancarle la cabeza a la muñeca que reposa bajo mi brazo. Sé que quiero romper la carpeta en mil pedazos y lanzarla a las vías del tren – Erígone salió escogida en la cosecha. Yo lo vi. ¿Insinúas que…? - ¿Qué la selección estaba arreglada? ¿Qué él sabía que ella saldría elegida y aun así no hizo nada para quitarla de en medio para probarse a sí mismo? ¿Qué yo me presenté voluntaria por una mentira? ¿Qué aquel tributo que clavó el hacha en mi hermana, no sabía que estaba cumpliendo los gustos del macabro padre de Erígone?
Parpadeo varias veces y poco a poco alguien se encuentra jadeando, hasta que me doy cuenta de que soy yo misma. Mi padre es un mago, mi padre es un asesino, mi padre me la quitó…. Los pensamientos estallan en mi cabeza como fuegos artificiales, porque no puede ser cierto. Es como si hubiesen puesto de cabeza el mundo con una lógica asquerosa. No tengo idea de cuánto tiempo pasa sin que dé una respuesta, pero comienzo a moverme en mi sitio como una maniática, intentando no perder la respiración. En algún momento me pongo de pie de un salto, sosteniéndome sobre dos temblorosas piernas - ¿por qué me dices esto? - ¿por qué me informa que mi venganza siempre fue un error? Que me presenté a los juegos para honrar una mentira y que nunca perseguí al verdadero culpable - ¿Por qué te tardaste tanto? ¿Y por qué él sigue vivo? - doy unos pasos hacia él. Evans es enorme, tanto que apenas le llego al pecho, pero siento como si mi tamaño no importase. Como si pudiese llevarme al mundo por delante. Tengo sangre de mago, de un asesino, todo fue en vano, perdí todo sin un propósito… el llanto no sale. En esta ocasión, parece que esa parte de mí se ha perdido; me conformo con llevarme las manos al cabello y gritar, gritar de rabia, de frustración, de odio, de rencor… de todas las cosas que se merece que sienta por él, la persona que se atrevió a darme la vida para arruinármela por completo.
Entonces grito como si el diablo le jalara de los pies, comprendía su furia, yo también grite de la misma forma sobre los restos de mi hermano. Me quede en silencio para mirar al avox el cual parecía estar de lo mas tranquilo pese a los estruendos lanzados por la pequeña Jolene. Ponerme en contacto con ella antes era imposible, era vigilado de día y de noche por las cámaras de Stephanie ademas de que mi familia me acababa de entregar esto hace unas semanas, con el tiempo yo estaría parado en el Capitolio tal vez siendo mas corrupto que Teseo, siempre era igual, las cosas se comprendían oscuras. Mantuve el silencio que creí necesario para ese momento, ella estaba alterada, nerviosa, enojada y claramente a la pobre le faltaban algunos tornillos, ¿pero a quien no?, con semejante noticia que altera el ritmo de la razón, cegada por una mentira, el orgullo se derrumba, mientras que el rey seguía en su torre gozando de la vergüenza ajena.-Lo siento mucho, pero darte estos datos antes me era imposible, el Capitolio tenia sospechas de que mi hermano dejo mas que un simple testamento, estos papeles son confidenciales, un golpe bajo para la seguridad del Capitolio. Solo puedo decirte que Teseo merece pagar lo que hizo, no conocí a tu hermana pero en parte es mi familia y duele saber lo que le hicieron, yo leí esa carpeta mas de diez veces las lagrimas que derrame ya no saldrán.-musite con calma mientras me acercaba a ella.-
-Lamento mucho lo de tu hermana, también de tus abuelos. Somos familia Jolene, aunque no de sangre directamente lo somos, y yo también soy un mago. Mi magia nunca la use a menos que sea necesaria, enfrente esos juegos en su nombre y hoy en día me arrepiento. De verdad lo siento mucho, yo..no puedo darte mas que mi pésame y ese...cuaderno lleno de verdades absolutas.-comente para darle un abrazo no sabia si estaba bien pero se que en momentos así un abrazo nunca viene mal, me separe después para ver al avox correr a mi para ver si todo estaba bien. El mismo saco de su bolsillo una tableta de aspirinas para el dolor de cabeza que le ofreció a la joven para luego ir a esperar el tren, sin duda ambos viajaríamos en ese transporte. Camine hasta una de las bancas para sentarme mientras tomaba el cielo un pedazo de papel viejo todo arrugado, lo fui rompiendo en pequeños pedazos hasta que solo quedaron pequeños trozos, alce mis manos con estos dentro y observe a Jolene, la cual no dejaba de mirar.-
-Se que no puedo devolverte a quienes amas, mi magia no es tan poderosa como se supone que debe serlo pero...en su honor..en sus nombres que este emblema llegue a sus ojos desde donde estén mirándonos.-Sople sobre los papeles pequeños que se transformaron en mariposas color blanco, se alzaron al cielo como una cortina blanca de maravilloso color; se perdieron en el cielo pues no llegarían muy lejos, volverían a ser papel cuando el efecto se termina o si les caía agua encima. Mi sonrisa desapareció, mientras que me levantaba de donde estaba a mi costado mis dos dagas relucientes se mantenían en un gran esplendor.-Preguntarte si estas bien seria ridículo, pero siéntate, por mas que grites de nada te servirá...miremos el cielo para calmarnos o aun mejor..lee lo que allí descansa..-mire el cielo soleado pero de aire frío, yo a diferencia de Thomas era mas centrado, mas comprensible y tenia un aire de amabilidad que casi no había, yo era el único mentor que lloraba por mis tributos caídos, era especial, era único, era un mago con corazón.-
-Lamento mucho lo de tu hermana, también de tus abuelos. Somos familia Jolene, aunque no de sangre directamente lo somos, y yo también soy un mago. Mi magia nunca la use a menos que sea necesaria, enfrente esos juegos en su nombre y hoy en día me arrepiento. De verdad lo siento mucho, yo..no puedo darte mas que mi pésame y ese...cuaderno lleno de verdades absolutas.-comente para darle un abrazo no sabia si estaba bien pero se que en momentos así un abrazo nunca viene mal, me separe después para ver al avox correr a mi para ver si todo estaba bien. El mismo saco de su bolsillo una tableta de aspirinas para el dolor de cabeza que le ofreció a la joven para luego ir a esperar el tren, sin duda ambos viajaríamos en ese transporte. Camine hasta una de las bancas para sentarme mientras tomaba el cielo un pedazo de papel viejo todo arrugado, lo fui rompiendo en pequeños pedazos hasta que solo quedaron pequeños trozos, alce mis manos con estos dentro y observe a Jolene, la cual no dejaba de mirar.-
-Se que no puedo devolverte a quienes amas, mi magia no es tan poderosa como se supone que debe serlo pero...en su honor..en sus nombres que este emblema llegue a sus ojos desde donde estén mirándonos.-Sople sobre los papeles pequeños que se transformaron en mariposas color blanco, se alzaron al cielo como una cortina blanca de maravilloso color; se perdieron en el cielo pues no llegarían muy lejos, volverían a ser papel cuando el efecto se termina o si les caía agua encima. Mi sonrisa desapareció, mientras que me levantaba de donde estaba a mi costado mis dos dagas relucientes se mantenían en un gran esplendor.-Preguntarte si estas bien seria ridículo, pero siéntate, por mas que grites de nada te servirá...miremos el cielo para calmarnos o aun mejor..lee lo que allí descansa..-mire el cielo soleado pero de aire frío, yo a diferencia de Thomas era mas centrado, mas comprensible y tenia un aire de amabilidad que casi no había, yo era el único mentor que lloraba por mis tributos caídos, era especial, era único, era un mago con corazón.-
Hay algo que bombea en mis oídos, que me deja sorda por un momento y creo que el mundo entero anda en cámara lenta. El sol está tan brillante que me molesta y los pasos de la gente que va y viene para subirse al tren me parecen demasiado lejanos, como si ocurriesen en un lugar completamente diferente al nuestro, como si estuviesen a cien años luz. Tengo que sostenerme la cabeza para no sentir que me caigo al suelo, cuando las explicaciones de Evans llegan por el aire de un modo que me parece innecesario escuchar, así que hago oídos sordos porque estoy más ocupada oyendo las voces que se debaten en mi cabeza. Que estallan una tras otra, gritando por traición, por venganza, por confusión y por vaya a saber cuántas cosas más que no sé si quiero averiguar. La sangre me hierve y cierro los ojos, esperando a que todo pase, pero no se va; se queda conmigo en una realidad que no comprendo y que detesto.
En cuanto me abraza, mis manos no se molestan en devolverle el gesto, aunque permito que mi cabeza se apoye allí en su corazón, algo que parece estar sorprendentemente vivo en este día tan muerto. Hay algo que no cuadra, pero no sé qué es hasta que me escucho a mí misma hablar con voz gruñona- yo no tengo familia - porque mi padre es un desgraciado, al igual que toda su prole; mi madre y mi hermano están demasiado ausentes en mi vida y mi hermana ha muerto. Me la quitaron, se la llevaron, la extinguieron. Evans se separa justo para dejarme ver como el avox aparece para darme unas aspirinas que no necesito, aunque de todas formas alcanzo a murmurar un suave “gracias” cuando desaparece en dirección al tren. Observo un momento las pastillas, mientras el mentor se deja caer en una banca cercana. Observo al tren un momento antes de decidir que todavía tenemos tiempo, así que me acomodo a su lado.
Mi curiosidad es más fuerte que el odio, porque no puedo quitar la vista de sus manos, que se concentran en hacer trozos el papel. “Sé que no puedo devolverte a quienes amas”… le presto una sonrisa triste – no, creo que ya nadie puede hacer eso – coincido. Ni siquiera los que están vivos pueden estar cerca de mí sin significar un problema. De todas formas, tengo que admitir que todavía queda algo de belleza en el mundo, en el mismo instante en el cual Evans sopla los papelillos, que se elevan en el aire transformándose en pequeñas mariposas blancas. Las miro marcharse, maravillada, olvidándome por un momento de los dilemas. Acabo por reírme entre dientes – eres la primera persona que acepta que preguntar si estoy bien es una pérdida de tiempo – admito, negando con la cabeza, desanimada en cuanto las mariposas desaparecen de vista.
Dejo que el silencio nos invada y agradezco su compañía en silencio, sentados como dos personas comunes y corrientes en la estación de tren. En mis piernas reposa la ironía de una carpeta con mi infierno, las pastillas y mi muñeca de trapo, un símbolo de mi infancia arruinada. Al cabo de un momento, le echo una mirada a mi acompañante – gracias. Por preocuparte - explico. Saco una de las aspirinas y me la meto en la boca, haciendo un enorme esfuerzo para pasarla; acabo por hacer una mueca de disgusto. Es entonces cuando escucho la alarma de salida, mientras las personas se apresuran a ocupar sus lugares y me obligo a ponerme de pie, sosteniendo todo para que no acabe en el suelo – ven. Vamos. Y hazme un favor – le miro, arrugando el ceño – no me hables de Teseo en el camino… ¿de acuerdo? – porque la tentación de ir a visitarlo esta misma noche será demasiado tentadora. Dejo a mi acompañante atrás, regresando a la sombra del tren, fingiendo una sonrisa que es mero maquillaje.
En cuanto me abraza, mis manos no se molestan en devolverle el gesto, aunque permito que mi cabeza se apoye allí en su corazón, algo que parece estar sorprendentemente vivo en este día tan muerto. Hay algo que no cuadra, pero no sé qué es hasta que me escucho a mí misma hablar con voz gruñona- yo no tengo familia - porque mi padre es un desgraciado, al igual que toda su prole; mi madre y mi hermano están demasiado ausentes en mi vida y mi hermana ha muerto. Me la quitaron, se la llevaron, la extinguieron. Evans se separa justo para dejarme ver como el avox aparece para darme unas aspirinas que no necesito, aunque de todas formas alcanzo a murmurar un suave “gracias” cuando desaparece en dirección al tren. Observo un momento las pastillas, mientras el mentor se deja caer en una banca cercana. Observo al tren un momento antes de decidir que todavía tenemos tiempo, así que me acomodo a su lado.
Mi curiosidad es más fuerte que el odio, porque no puedo quitar la vista de sus manos, que se concentran en hacer trozos el papel. “Sé que no puedo devolverte a quienes amas”… le presto una sonrisa triste – no, creo que ya nadie puede hacer eso – coincido. Ni siquiera los que están vivos pueden estar cerca de mí sin significar un problema. De todas formas, tengo que admitir que todavía queda algo de belleza en el mundo, en el mismo instante en el cual Evans sopla los papelillos, que se elevan en el aire transformándose en pequeñas mariposas blancas. Las miro marcharse, maravillada, olvidándome por un momento de los dilemas. Acabo por reírme entre dientes – eres la primera persona que acepta que preguntar si estoy bien es una pérdida de tiempo – admito, negando con la cabeza, desanimada en cuanto las mariposas desaparecen de vista.
Dejo que el silencio nos invada y agradezco su compañía en silencio, sentados como dos personas comunes y corrientes en la estación de tren. En mis piernas reposa la ironía de una carpeta con mi infierno, las pastillas y mi muñeca de trapo, un símbolo de mi infancia arruinada. Al cabo de un momento, le echo una mirada a mi acompañante – gracias. Por preocuparte - explico. Saco una de las aspirinas y me la meto en la boca, haciendo un enorme esfuerzo para pasarla; acabo por hacer una mueca de disgusto. Es entonces cuando escucho la alarma de salida, mientras las personas se apresuran a ocupar sus lugares y me obligo a ponerme de pie, sosteniendo todo para que no acabe en el suelo – ven. Vamos. Y hazme un favor – le miro, arrugando el ceño – no me hables de Teseo en el camino… ¿de acuerdo? – porque la tentación de ir a visitarlo esta misma noche será demasiado tentadora. Dejo a mi acompañante atrás, regresando a la sombra del tren, fingiendo una sonrisa que es mero maquillaje.
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